PUBLICIDAD

¿Quieres recibir notificaciones de alertas?

Su sesión ha expirado

Iniciar sesión
16°
6 de Diciembre,  Salta, Centro, Argentina
PUBLICIDAD

Siglo XXI: metamorfosis de educación superior

Universidades en crisis: ¿la inteligencia artificial llega para salvarlas? … ¿o es su certificado de defunción?
Sabado, 06 de diciembre de 2025 01:01
Alcanzaste el límite de notas gratuitas
inicia sesión o regístrate.
Alcanzaste el límite de notas gratuitas
Nota exclusiva debe suscribirse para poder verla

En el último turno de exámenes finales en la universidad donde soy profesora de macroeconomía, diseñé un caso práctico con Deep Seek y lo subí a la plataforma institucional. En menos de 48 horas - el plazo asignado a más de 200 estudiantes - recibí desarrollos matemáticos impecables sobre problemas económicos complejos, investigaciones con bibliografía actualizada y citas en dos idiomas. Con inteligencia artificial corregí automáticamente esos más de 200 trabajos en apenas unos minutos, con devoluciones personalizadas y una calificación precisa. Este trabajo me llevaba varios días antes, ahora lo realizo en minutos. Mi tarea se concentró en la evaluación sincrónica del razonamiento crítico y la originalidad. La máquina hizo el 80% del trabajo pesado: para los estudiantes y para mí.

La escena sintetiza una conclusión inevitable: si las universidades no incorporan la IA en su gestión educativa, muy pronto quedarán fuera de competencia, sobre todo frente a plataformas globales como Coursera, que avanzan sobre el mercado de la formación profesional. La IA se está convirtiendo en una herramienta de eficiencia en un ecosistema universitario profundamente tensionado. En el caso de las instituciones de gestión estatal vienen con presupuestos congelados desde el 2023 y prorrogados hasta el 2025, con una pérdida real del 32% de los fondos. A esto se suma el deterioro salarial docente y una matrícula que continúa en descenso desde la pandemia. En ese escenario la IA no es un lujo, sino la única vía para optimizar recursos escasos, aunque su implementación exige políticas públicas claras para reducir la brecha digital. Según INDEC (2025), el 41% de los hogares del quintil más pobre no tiene computadora y el 40% de los estudiantes rurales carece de conectividad adecuada. Una encuesta reciente señala que 7 de cada 10 argentinos consideran imprescindible la formación docente en IA.

En las universidades de gestión privada la dinámica es diferente: la matrícula creció 8% anual tras la pandemia y las instituciones líderes realizan inversiones significativas. Mientras el promedio estatal es de 42 dólares anuales por estudiante en tecnología educativa, en el sector privado asciende a 380 dólares. Algunos ejemplos son ilustrativos: Austral GPT, desarrollado sobre treinta años de bibliografía institucional, redujo el tiempo de corrección de tesis de 21 días a 4 días, con un incremento de 28 puntos en satisfacción estudiantil. La Universidad Siglo XXI lanzó este año más de diez carreras cortas diseñadas íntegramente con IA (contenidos, evaluaciones y tutorías). El costo por estudiante bajó 38% y la matrícula creció más de 340% en un año.

En este nuevo escenario, la IA dejó de ser un diferencial para transformarse en la única estrategia viable para sostener calidad, escala y accesibilidad. La universidad que no invierta decididamente en estas herramientas corre serio riesgo de desaparecer.

El impacto de la IA en la enseñanza y aprendizaje lleva hacia la personalización inclusiva; está convirtiendo las clases tradicionales en experiencias hiperpersonalizadas en las instituciones que ya la incorporan. Plataformas adaptativas permiten atender a más estudiantes con retroalimentación inmediata y tutorías inteligentes, reduciendo la deserción entre un 15% y un 20% en pilotos universitarios. También potencia el aprendizaje activo y colaborativo, aunque exige una fuerte reconversión del rol docente hacia funciones de acompañamiento ético y pedagógico.

El problema de la deserción es crítico. Para dar un ejemplo: entre 2013 y 2023, en Argentina la matrícula en ingeniería informática y sistemas aumentó más del 40% y los ingresantes, más del 60%. Sin embargo, los graduados disminuyeron: de 1.216 en 2013 a 1.166 en 2023. Entran muchos y se gradúan pocos.

Este dato es especialmente preocupante porque estas carreras ofrecen justamente las competencias digitales que el Foro Económico Mundial identifica como las más demandadas para la economía contemporánea: ciencia de datos, programación, ciberseguridad, análisis predictivo, automatización y pensamiento computacional. Es decir, las habilidades que sostienen la competitividad de un país en pleno despliegue de la IA.

Aun así, el Estado destina recursos significativos para sostener estas carreras: más del 90% del presupuesto universitario se consume en mantener la planta docente y los costos operativos. Invertimos mucho, pero logramos muy pocos graduados, incluso menos que hace una década. Y acá surge una pregunta ineludible: si la universidad no logra formar suficientes profesionales con estas habilidades críticas, ¿quién lo está haciendo? La respuesta empieza a visibilizar un fenómeno global: ante la ineficiencia e ineficacia del sistema tradicional, crecen con fuerza otras plataformas educativas que sí logran atraer, formar y certificar talento digital. Estas plataformas —con métodos ágiles y una estrecha vinculación con empresas que definen las competencias que realmente necesitan— capacitan a miles de jóvenes en tiempos más cortos, con acompañamiento personalizado y con tasas de empleabilidad muy superiores. No compiten con la universidad: llenan el vacío que deja un sistema que forma poco, lento y tarde.

En este contexto, la IA no es una amenaza para la universidad: puede ser la herramienta decisiva para revertir la deserción, personalizar trayectorias, fortalecer el acompañamiento académico y conectar la formación con las demandas reales del mercado laboral. La alternativa, si no se actúa rápido, es clara: la formación del talento digital argentino seguirá migrando hacia otros ecosistemas que sí logran resultados.

En la investigación, el otro pilar universitario, la activa con dilemas éticos importantes. La IA permite acelerar proyectos entre un 30% y un 50% mediante análisis de datos y simulaciones. Pero el presupuesto estatal para ciencia y tecnología en universidades cayó más del 80% en términos reales (enero-mayo 2025 vs. 2023), limitando el acceso a herramientas avanzadas. La OEI (**) advierte que esto frena la innovación y profundiza la dependencia tecnológica. Invertir en ética algorítmica y gobernanza de datos será indispensable.

En el tercer pilar, la Extensión, la IA plantea nuevas formas de vinculación social; amplía las posibilidades de intervención comunitaria y permite diseñar proyectos de mayor alcance en entornos vulnerables. Combinada con blockchain, agrega trazabilidad, transparencia e impacto comprobable, fortaleciendo la función social universitaria.

Las universidades que están invirtiendo en IA muestran crecimientos exponenciales. UNESCO estima que para 2030, el 80% de los procesos educativos serán híbridos, con fuerte presencia de alianzas público-privadas y foco en sostenibilidad. En este marco, las instituciones argentinas deben orientarse hacia un humanismo digital que preserve la dimensión formativa. Como señaló León XIV: "Las tecnologías —incluida la inteligencia artificial— deben servir y no sustituir, enriqueciendo el aprendizaje sin empobrecer las relaciones humanas ni la vida académica." (2025).

En el sector privado argentino ya no discutimos si usaremos IA, sino qué tan rápido podemos escalarla sin perder el alma de la educación. Para 2026-2030 se proyectan tutorías personalizadas 24/7, certificaciones trazables en blockchain, modelos híbridos donde el 60% del contenido se genere con IA supervisada por docentes —valorados por creatividad, mentoría y pensamiento crítico— y alianzas con empresas que cofinancian carreras a cambio de talento formado.

En un país donde la universidad pública enfrenta dificultades estructurales, las privadas asumimos una responsabilidad histórica. Usamos IA no para sustituir docentes, sino para que puedan dedicarse a lo que ninguna máquina puede hacer: despertar vocaciones, acompañar trayectorias y formar ciudadanos críticos.

Porque, al final del día, la IA puede escribir un examen perfecto, pero solo un ser humano puede inspirar a alguien a cambiar el mundo.

(*) DeepSeek es una empresa china de inteligencia artificial que desarrolla y ofrece modelos de lenguaje grandes (LLMs) de código abierto

(**) OEI: Organismo para la cooperación entre los países iberoamericanos en educación, ciencia, tecnología y cultura para la integración regional.

 

PUBLICIDAD
PUBLICIDAD