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6 de Julio,  Salta, Centro, Argentina
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Obediencia debida; palo santo y vinagre

La expulsión compulsiva de funcionarios por las opiniones públicas, de ellos o de algún familiar es un signo autoritario, y una muestra de incapacidad para armar equipos de gestión. Además, al parecer, los colaboradores no deben sentirse leones, sino comportarse como corderos.
Jueves, 13 de febrero de 2025 01:54
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No es la primera vez que sucede. El gobierno echa -de un momento a otro-, a algún funcionario. Desde Nicolás Posse en adelante, las razones son de lo más variadas pero las explicaciones -siempre estrafalarias- parecen obedecer a una única razón: obediencia debida a ciegas sin contemplación.

Y uso la expresión "obediencia debida" a propósito. La obediencia debida es un concepto amoral que, en el momento más aciago de la inhumana dictadura que nos tocó vivir, fue usado por personas amorales para justificar actos atroces.

Hoy -por suerte-, nada de eso pasa pero, la sola idea de querer instalar el concepto de "obediencia debida" nos debería despertar miedos atávicos. Sólo pretender instalar esta idea monárquica debería hacernos pensar que se podrían estar cavando los cimientos para que cualquier cosa pueda ocurrir; después.

Así, otro en sufrir este brutal sistema de disciplinamiento fue el exdirector de la ANSeS, Osvaldo Giordano acusado de "dormir con el enemigo"; porque su pareja -la diputada nacional Alejandra Torres-, había votado en contra de algunos incisos de la ley famosa "Ley Ómnibus". Giordano, poco antes de abandonar la ANSeS, denunció y canceló el contrato con Nación Seguros por la "inconveniencia económica" que significaba continuarlo; escándalo que derivaría, luego, en la investigación, denuncia e imputación del ex-presidente Alberto Fernández en la "Causa de los Seguros". Pero igual se lo echó; porque su esposa -de otro espacio político-, ejerció su derecho a votar a conciencia.

Ramiro Marra -espada mediática leal del mileísmo- también sufrió el escarnio público en carne propia. Marra -que no me resulta una persona siquiera potable-; sufrió la "guillotina de Karina" sin mediar explicación. La "obediencia debida" no sólo vale para Milei sino que también se extiende a su hermana.

"Dicen que mi hermana tiene una guillotina. Bueno sí, tiene una guillotina"; dijo Milei; sin sonrojarse. Es de público conocimiento que esta guillotina también se extiende a su Ingeniero del Caos, Santiago Caputo; el -por ahora- asesor estrella del presidente Milei. Y digo "por ahora" porque con Milei todo es dinámico; todo puede cambiar de un segundo a otro.

Hasta hace poco tiempo atrás, para Milei, "Domingo Cavallo era el mejor economista de la historia argentina". Hoy pasó a ser un "impresentable"; alguien "que habla del carry trade y que no sabe ni sumar". La relación entre Javier Milei y Domingo Cavallo pasó del amor al odio en pocos días. Todo porque Domingo Cavallo osó sugerir que el levantamiento del cepo al dólar no se podría realizar ni aún con el desembolso del Fondo Monetario Internacional (FMI); además de sembrar dudas sobre alguna de las metas que se trazó Milei.

Así, Milei echó a Sonia Caballo, la embajadora ante la Organización de Estados Americanos (OEA). "El papá está todo el tiempo torpedeando y saboteando el programa económico. Por lo tanto, no se puede estar en la misa y en la procesión. O se está de un lado o se está del otro", afirmó Milei. Ante todo, siempre la grieta y el abismo insondable. Jamás la posibilidad de la escucha ante alguien que no piense como él, en la misma escala de blancos y negros furiosos que él.

En las viejas monarquías era moneda corriente ensañarse con los opositores y, si este caía en desgracia, él y su familia solían pasar por el yugo. Parece que la monarquía mileísta retoma esa vieja tradición.

El mismo día de furia "voló por los aires" al titular de la ANSeS Mariano de los Heros; aquel que había reemplazado a Giordano; por anunciar que el Gobierno buscaba llevar adelante una reforma previsional que incluía la suba de la edad jubilatoria. "Me parece un disparate que un funcionario de segunda línea se tome el atrevimiento de hablar de un tema que no es parte de la agenda política y no entienda la secuencialidad de las reformas. Si yo pasé toda mi campaña hablando de la secuencialidad de las reformas como a un funcionario se le va a ocurrir modificar mi agenda de reformas" justificó Milei. "Me parece una falta de respeto. Por lo tanto, voló por los aires, como correspondía"; agregó. Parece más acertado pensar que fue la tapa del diario Clarín de ese día lo que lo enloqueció.

Castigar a la hija por las opiniones del padre suena a una forma de censura. Suena a que nadie del entorno del entorno del gobierno tiene derecho a la libertad de expresión. ¿Hasta dónde se extiende esa prohibición; cuántos círculos abarca? Sabemos que uno como mínimo; ¿llegará a dos; a tres? También suena a una incapacidad suprema para elegir funcionarios si estos "vuelan por el aire" tras cada rabieta. En el extremo; ¿no revela también una carencia total de proyecto político y de gestión?

Los ejemplos muestran que la obediencia debida -a ciegas- (de los funcionarios y de su entorno familiar) es una condición ineludible y por encima de cualquier idoneidad que puedan tener -o no- para ejercer sus funciones. ¿Será por eso que el Gobierno impulsa tanto al controvertido Juez Ariel Lijo como Ministro de la Corte Suprema de Justicia de la Nación? ¿Esperará también de él una obediencia debida -a ciegas-; en cada fallo del que le toque participar?

Mientras tanto, Karina Milei limpió las oficinas de la Casa Rosada con palo santo y vinagre, para "ahuyentar" los malos presagios que pudieran haber quedado después de que Eduardo Serenellini también "volara por los aires". ¿Resabios de José López Rega, otro "brujo", el infame fundador y jefe de la Triple A; la organización que implantó el terrorismo de Estado en el país?

Es paradójico que quien dijo "yo no vine acá para guiar corderos; vine a despertar leones" parece que sólo puede hacerlo rodeado de ovejas pusilánimes incapaces de recitar otra cosa que no sea la liturgia que él les escribe para cada ocasión.

¿De qué sirve gritar tanto "Viva la libertad carajo"; si esta no empieza por el derecho a la libertad de expresión y por el respeto de la opinión de los otros; sea cual fuere esta opinión; sea quien sea ese otro?

 

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