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El rugby es un deporte, popular y de alta exigencia, pero que, lejos de la imagen de violencia que a veces se le atribuye, es una escuela de nobleza, respeto por el adversario y compañerismo. El "tercer tiempo" compartido por los rivales luego de cada partido habla por si mismo.
Desde hace décadas, justamente, se lo comenzó a poner en práctica en un escenario que es símbolo de violencia por antonomasia: las cárceles.
La Fundación "Espartanos" fue creada en 2009 por el abogado Eduardo "Coco" Oderigo, para ofrecer programa integral para la resocialización de las personas privadas de la libertad a través del deporte, particularmente a través del rugby. Su misión es "Transformar la vida de las personas privadas de su libertad para su integración social y laboral efectiva, a través de la práctica del rugby, la espiritualidad, la educación y la vinculación con el mundo del trabajo". La propuesta está basada en cuatro pilares: deporte, educación, espiritualidad y empleo. Hoy en día el programa cuenta con más de 650 voluntarios, 3.030 jugadores, presencia en sesenta y nueve unidades penales distribuidas en veintiuna provincias de nuestro país y siete países.
Actualmente colaboran con la Fundación más de cien empresas, las cuales emplean a personas que formaron parte de este programa y lograron cambiar su vida gracias a los valores que inculca dentro de cada unidad carcelaria donde despliega su potente accionar, que comenzó en la Unidad Penitenciaria N°48 del partido de San Martín, Provincia de Buenos Aires.
La experiencia de estos años permitió consolidar un programa integral de reinserción social que ayuda a bajar los índices de reincidencia del orden del 65% al 5%, impactando sobre la vida de familias enteras, sus comunidades y la sociedad en general.
Una realidad social candente
La delincuencia, la seguridad y el sistema penitenciario resultan temas centrales desde hace décadas en nuestra Argentina.
Para aproximarnos a la magnitud de la problemática planteada y su proyección, desde 2002 hasta 2022, la tasa general de encarcelamiento aumentó un 93% para la Provincia de Buenos Aires, cuyas celdas albergan alrededor de la mitad de la población carcelaria del país. La tendencia general es ascendente y año contra año se presenta un crecimiento constante. Estos porcentuales alarmantes se vinculan directamente con la cuestión de la reincidencia carcelaria.
El Centro de Estudios Interamericanos sobre Inseguridad y Violencia (CELIV, 2015) estimó que la mitad de las personas condenadas vuelven a cometer un crimen. En estrictos términos técnicos, la reincidencia es la repetición de una misma conducta delictiva luego del cumplimiento de la pena. Se ha sostenido que la reincidencia no solo es considerada problemática porque implica que el sistema penal fracasó en el objetivo deseado de la pena anterior, sino que también implica un costo económico mayor para el Estado (Institute for Justice Research and Development, 2019).
¿Humaniza la prisión?
Conviene recordar que el artículo primero de la Ley de Ejecución de la Pena Privativa de Libertad determina el propósito de las cárceles en Argentina (Ley N° 26.660). En este sentido "La ejecución de la pena privativa de libertad, en todas sus modalidades, tiene por finalidad lograr que el condenado adquiera la capacidad de comprender y respetar la ley procurando su adecuada reinserción social, promoviendo la comprensión y el apoyo de la sociedad. El régimen penitenciario deberá utilizar, de acuerdo con las circunstancias de cada caso, todos los medios de tratamiento interdisciplinario que resulten apropiados para la finalidad enunciada".
Se debe interpretar correctamente, entonces, cual resulta la función social del sistema penal y represivo en su más amplio sentido y alcance. Asimismo, dicha ley declara que las personas privadas de su libertad tienen los mismos derechos a estudiar y a capacitarse, toda vez que se prevé una eventual reinserción social. Ello no sucede en Argentina. Y esa realidad nos alcanza a todos como sociedad. No debemos olvidar que para aquellas personas que resultan privadas de su libertad por la comisión de un delito, la cárcel es la última dependencia social que los recibe, cuando ya todas las demás (familia, escuela) han fracasado.
Antonio Beristaín sostiene que las cárceles reflejan la altura humana de un pueblo.
La dignidad de la persona
Resulta imperativo reconocer y delimitar el marco normativo involucrado, de jerarquía constitucional y que forma parte de distintos tratados de Derechos Humanos a los cuales Argentina ha suscripto. Nuestra Constitución establece, en el último párrafo del artículo 18, que "Las cárceles de la Nación serán sanas y limpias, para seguridad y no para castigo de los reos detenidos en ellas (...)"; la Declaración Americana de Derechos y Deberes del Hombre, en su artículo 25, establece que toda persona detenida "(...) Tiene derecho también a un tratamiento humano durante la privación de su libertad."; y, en la misma línea la Convención Americana sobre Derechos Humanos en el artículo 5 inc. 2 "(...) Toda persona privada de su libertad será tratada con el respeto debido a la dignidad inherente al ser humano."
El objetivo "re-socializador" de la prisión y las finalidades de la pena están ampliamente expuestos en la normativa, con la pretensión de que las penitenciarías y las penas privativas de la libertad no se apliquen con el único objetivo de sancionar y castigar.
El debate sobre el asunto, de extrema complejidad, plantea a menudo el fracaso de las políticas públicas aplicadas por el Estado, al punto de señalar que no cumplen con la manda constitucional. Se ha dicho que "Las prisiones no rehabilitan, no cumplen una función de prevención general, tampoco funcionan como capacitación y no sirven para cumplir con un ideal de justicia. Una vez construidas son irreversibles, además son insaciables, inhumanas, contradicen los valores básicos y no ayudan a las víctimas" afirma el Profesor
de Sociología del Derecho en la Universidad de Oslo Thomas Mathiesen (*).
Ante semejante panorama, cabe preguntarse sobre el rol y aporte de la sociedad en este sentido. Al menos para la generación, desde la sociedad civil, de un espacio de reflexión y superador.
Es entonces cuando debe conocerse el caso de la Fundación "Espartanos" y su impacto.
"Espartanos" en Salta
En nuestra provincia, la Fundación "Espartanos" desarrolla su ardua tarea desde el año 2016. Puntualmente lo hace en el ámbito de la Unidad Carcelaria N° 1, conocida como Penal "Villa Las Rosas".
Todas las semanas, más de 30 voluntarios colaboran – aportando su tiempo y otros recursos- con el desarrollo de talleres de escritura, espiritualidad, coaching y práctica del rugby, deporte que introdujo originalmente Eduardo "Coco" Oderigo en los inicios de la Fundación y se destaca por sus valores, tales como la disciplina, el compromiso, el sentido de pertenencia, la integridad, el respeto y la solidaridad, entre otros, y que aplican tanto dentro del campo de juego como fuera de él. Cada actividad descripta se realiza en diferentes días de la semana.
El programa actualmente cuenta con una asistencia promedio de 60 internos, quienes deben participar al menos en dos de los talleres propuestos.
Sobre una temática extremadamente sensible, donde cabe el aporte desde todas las miradas, la Fundación "Espartanos" refleja la contribución invaluable de la sociedad civil organizada, que en muchos casos logra impactar en realidades sombrías y, a priori, eventualmente inalterables. Su fundador, a fuerza de una voluntad y perseverancia inquebrantable, ha logrado un reconocido espacio de esperanza y segundas oportunidades en las cárceles de nuestro país y del mundo, tarea que beneficia a la sociedad en su conjunto.
Esa enorme tarea requiere reflexión, visibilización y sensibilización sobre sus propósitos y alcances, de manera de coadyuvar a su sostenibilidad en todo sentido.
El compromiso debe ser de todos.
* Revista de Pensamiento Penal: "Diez razones para no construir más cárceles" Por Thomas Mathiesen