Su sesión ha expirado

Iniciar sesión
12 de Julio,  Salta, Centro, Argentina
PUBLICIDAD

La enfermedad y el yo del paciente

La medicina no puede ser una ciencia y un arte impersonal y por eso no puede desmembrarse el estudio de la enfermedad y el de la biografía médica de cada paciente.
Viernes, 18 de abril de 2025 02:05
Alcanzaste el límite de notas gratuitas
inicia sesión o regístrate.
Alcanzaste el límite de notas gratuitas
Nota exclusiva debe suscribirse para poder verla

Se asume, injustificadamente, que los conocimientos antiguos o viejos son inservibles, piezas de museo o búsquedas inútiles de historiadores y de ratas de biblioteca. Este tipo de conceptualización se da también en la medicina y en las ciencias fácticas.

Hoy se han olvidado y se desconocen las descripciones inefables en sus originales de Paul Georges Dieulafoy (1839 – 1911), Alois Alzheimer (1864 – 1915), William Heberden (1710 – 1801), James Parkinson (1755 – 1824), William Harvey (1578 – 1657), Santiago Ramón y Cajal (1852– 1934) y muchos otros. Por ejemplo, al estudiar las viejas historias clínicas de los pacientes internados en asilos y en hospitales públicos encontramos observaciones clínicas y fenomenológicas sumamente detalladas, presentadas a menudo en forma de relatos de riqueza y de densidad casi novelescas.

Tras la institucionalización de rígidos criterios, de manuales de diagnóstico estadístico, de algoritmos (= conjunto ordenado y finito de operaciones o de datos que permite hallar el diagnóstico, la explicación y la solución de un problema) absolutos, la minuciosa y rica descripción de los fenómenos desaparece, y es sustituida por breves notas que no ofrecen una imagen real del paciente o de su mundo, sino que reducen a éste, y a su enfermedad, a una mera lista de criterios de diagnóstico «mayores" y «menores". Hoy, la verdad viene definida por los primeros resultados de la búsqueda de Google. Confiar al algoritmo de búsqueda de Google es actualmente una de las tareas más importantes de todas: buscar información relevante y fidedigna. Ya no buscamos información. En lugar de ello, «googleamos". Y a medida que confiamos cada vez más en Google para hallar respuestas, nuestra capacidad para buscar información por nosotros mismos disminuye.

No es bueno ni conveniente percibir todo el universo como un flujo de datos, concebir los organismos como poco más que algoritmos bioquímicos y creer que la vocación cósmica de la humanidad es crear un sistema de procesamiento de datos que todo lo abarque y después fusionarnos con él. Hoy en día ya nos estamos convirtiendo en minúsculos chips dentro de un gigantesco sistema de procesamiento de datos que nadie entiende en realidad.

Las historias clínicas carecen hoy de la profundidad y de la riqueza informativa de antaño, y apenas sirven para realizar esa síntesis tan necesaria entre ciencia y su aplicación concreta al caso particular. Por ello las «viejas" historias clínicas seguirán siendo sumamente valiosas. En opinión de Goethe, la realidad no está en las simplificaciones e idealizaciones de la física, sino en la compleja realidad fenomenológica de la experiencia. En general, las nuevas ideas nos resultan profundamente amenazadoras y por ello le cerramos el paso o bien nos enamoramos de ellas decretando la obsolescencia de las viejas ideas.

Esto es cierto en muchos casos y no se reduce todo a la psicodinámica y a la motivación que pretenden explicar este fenómeno.

No basta con aprehender algo, con «captar» algo, fugazmente. La mente debe ser capaz de acomodarlo, de retenerlo. Este proceso de acomodación, de creación de un espacio mental, de una categoría con conexiones potenciales y la voluntad de hacerlo determina si una idea o un descubrimiento se arraigará y dará fruto, o si, por el contrario, será olvidado, se desvanecerá y morirá sin dejar rastro.

Debemos permitirnos a nosotros mismos salir al paso de las nuevas ideas para transformarlas en conciencia plena y estable, y en darles forma conceptual reteniéndolas en nuestra mente aun cuando no encajen con los conceptos, las creencias o las categorías existentes, o incluso las contravengan. Los ejemplos negativos o excepciones son de gran importancia; es esencial tomar nota de las excepciones y no olvidarlas, o juzgarlas triviales y oponerse a las simplificaciones y sistematizaciones prematuras en el ámbito científico que pueden cegarnos, anquilosar la ciencia e impedir su crecimiento vital.

«Toda ciencia», escribía Köhler, «posee una especie de desván al que van a parar, casi automáticamente, todas las cosas que no pueden usarse en el momento, que no llegan a encajar. Estamos continuamente desechando, infra utilizando, un material sumamente valioso que conduce al bloqueo del progreso científico» (1913). Es frecuente el desprecio de la ciencia dura hacia la medicina clínica, y especialmente hacia los casos concretos. Todos los casos clínicos serios, son rigurosamente científicos y encarnan una ciencia de lo individual tan dura como la física o la biología molecular.

Las descripciones de enfermedades (= patografías) eran muy detalladas en la antigüedad y ofrecían una importante cantidad de información. A mediados y a finales del siglo XIX fue un período en el que se describieron miles de trastornos y enfermedades claramente diferenciados, con minuciosidad no superada desde entonces. Fue ésta una época de amplia apertura a la experiencia, de amor por los fenómenos, de talento para describirlos, y dotada de una suerte de pasión cartográfica por su clasificación y ubicación, aunque no se pensara demasiado en su naturaleza o en su significado. La medicina experimentó una importante pérdida: las grandes descripciones y sus artífices, que antaño fueran su gloria, parecieron desvanecerse. Y con el fin de esta tradición, cierta sensación de pérdida, de amnesia, se apoderó de la medicina.

Como decía muy bien Oliver Wolf Sacks (1933 – 2015) que al médico le deben interesar en el mismo grado las enfermedades y las personas. Las historias clínicas deben describir no sólo la historia natural de la enfermedad, la patología, sino transmitir también la experiencia de esa persona mientras afronta su enfermedad y trata de sobrellevar o sobrevivir a ella. El yo del paciente es muy importante, en la enfermedad cualquiera sea ella está implicada la personalidad del enfermo y por ello no puede desmembrarse el estudio de la enfermedad y el de la identidad. Hay relación entre los procesos fisiológicos normales o anormales y la biografía.

La medicina no puede ser una ciencia y un arte impersonal por ello hay que escuchar a los pacientes que siempre han explicado su historia a los médicos.

* El doctor Leonardo Strejilevich es Master en Gerontología por la Universidad Autónoma de Madrid

PUBLICIDAD
PUBLICIDAD