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La leyenda urbana atribuye a Groucho Marx la frase "Estos son mis principios y, si no le gustan, tengo otros". Con estas palabras se intenta describir la conducta de los demagogos, o de todo aquel que acomoda su discurso para decir cualquier cosa que su audiencia quiera oír en un momento dado. O que le convenga a esa persona en ese momento.
Nada refleja mejor esta conducta que lo dicho por el diputado Javier Milei cuando votó en contra del acuerdo con el FMI: "Este gobierno, con este acuerdo, está tomando deuda. Y hay que tener claro, que la deuda son impuestos futuros, son impuestos que pagan por ejemplo personas que no votan: nuestros hijos, nuestros nietos, y personas que ni siquiera nacieron todavía. La fiesta de la generación presente se la están cargando en el bolsillo de aquellos que todavía ni nacieron. Estamos frente a algo profundamente inmoral. Es más, sobre reaccionan el ajuste sobre el sector privado para que siga la joda de la política ¿En qué están pensando? íEstamos al borde del abismo y quieren seguir con la fiesta!". Palabras del "doctor" Javier Milei, en expresa referencia al acuerdo con el FMI celebrado en 2022 por el entonces ministro Martín Guzmán. Vaya ironía de la historia, en ese momento votó en concordancia con el diputado Máximo Kirchner.
Lo de "doctor" es porque el "doctor" Javier Milei no es doctor. Es licenciado en economía por la Universidad de Belgrano; una universidad controvertida que no cuenta con ningún científico o artista de renombre internacional como egresado de ella; pero que sí tiene como "egresados notables" a Sergio Massa, Karina Milei, Isabel Macedo, Ricardo Bussi y Jorge Capitanich; entre otros.
El título de "doctor" con el cual los acólitos de Milei lo laudan, es por un título honorífico otorgado por la ESEADE -la Escuela Superior de Economía y Administración de Empresas-, un instituto privado fundado por Alberto Benegas Lynch. Más pintoresco todavía, el primer título "honoris-causa" entregado por dicha institución fue al propio Alberto Benegas Lynch. Así, en rigor de verdad, el "doctor" Javier Milei no es tal y, al final de cuentas, él es tan "doctor" quizás como sea abogada su odiada Kristina. Irónico pero los que sí son doctores de verdad son los que él llama "mandriles econochantas"; todos los que se han formado en las universidades más prestigiosas del país primero y luego han realizado sus estudios de doctorado en renombradas universidades del exterior. ¿Complejo de inferioridad? No lo descarto.
Volviendo al fondo de la cuestión -antes que un libertario acérrimo diga que el título es una forma y que es de idiotas quedarse en las formas-; es fácil ver un giro notable entre aquel diputado que votó en contra del acuerdo con el FMI aduciendo que "era algo profundamente inmoral", con el ahora presidente Milei que aumentaría nuestra deuda con el FMI por nada menos que 20.000 millones de dólares.
Entonces ¿debemos asumir que contraer deuda dejó de ser "profundamente inmoral"? ¿Contraer deuda, ahora, no son más "impuestos que pagarán las generaciones futuras"? ¿Ahora sí vale endeudarse para que las medidas económicas atadas con alambre -insisto en que esto no es un plan económico- no estallen y vuele todo por el aire? ¿Tengo principios, pero si no me convienen los cambio? ¿Estamos ante una versión rediviva de un Groucho del subdesarrollo; ¿o es que cambió todo tanto en tan sólo un año de gestión que todo aquello que fuera dicho tres años atrás, hoy prescribió?
Quizás sea el caso, ya que no es el primer giro notable entre sus dichos -siempre violentos- y sus actos; las más de las veces también violentos. Sólo media un año entre "el peso no puede valer ni excremento" y aquella recomendación a los argentinos a moverse a la divisa extranjera; al "es irrelevante la discusión cambiaria"; "no quieren entender que el peso se apreció"; o "lo que faltará en la Argentina serán pesos y no dólares". Otro giro copernicano. Quizás Milei esté mucho más alineado con el doctor Menen de lo que imaginábamos; ese mismo que pasó de la "Revolución Productiva" a la apertura indiscriminada de la economía abrazando un liberalismo a ultranza; con resultados para la industria, las PyME, el empleo y la sociedad que aún hoy seguimos pagando.
Tal vez entre tanto peronismo muerto, decadente y obsoleto; tanto radicalismo insustancial y travestido; tanto macrismo dispuesto a incendiarse en cada interna liliputiense; después de tanto kirchnerismo perverso, regresivo y corrupto; después de todo eso; la sociedad argentina siga dispuesta a bajar la cabeza, "fingir demencia" y seguir empujando hacia delante. Quizás por eso perdonemos los giros copernicanos abruptos hechos a los insultos y a los gritos; las limpiezas energéticas con palosanto en la Casa Rosada; los cuchillos atravesando libros en despachos oficiales. Quizás por eso sigamos tolerando tanta violencia, banalización y decadencia. Puede ser; no lo sé.
Sólo me pregunto si de verdad somos una sociedad tan paciente y, sobre todo, tan elástica. Si nuestra paciencia es infinita y no nos importa cuánto se destruya todo alrededor nuestro mientras nuestra baldosa permanezca intacta. Tampoco lo sé. Ni siquiera logro decidir qué es mejor; que seamos así y que sigamos bajando la cabeza; o que no. Ojalá no lo vayamos a averiguar.