Su sesión ha expirado

Iniciar sesión
5 de Julio,  Salta, Centro, Argentina
PUBLICIDAD

Ignatius, Myrna y la ficha sucia

Jueves, 15 de mayo de 2025 02:27
Alcanzaste el límite de notas gratuitas
inicia sesión o regístrate.
Alcanzaste el límite de notas gratuitas
Nota exclusiva debe suscribirse para poder verla

Ignatius Reilly es un ser inadaptado y anacrónico que sueña con que la moral y el modo de vida medieval imperen en el mundo. Para ello, y con la intención de ser escuchado por ese mundo del cual él se siente marginado; escribe cientos de cuadernos en los que plasma su visión extraña y particular de las cosas. A medida que llena cuadernos los va dejando tirados por su habitación; un espacio ruinoso en el sótano de la casa de su madre desde donde sueña poder -algún día- ordenarlos y construir una obra maestra. El legado de un genio. Su regalo al mundo que no lo acepta ni comprende.

Parte de ese manifiesto delirante y obsesivo corresponde a una innumerable cantidad de cartas que intercambia -en una tensa relación de amor y de odio- con una mujer: Myrna Minkoff. Myrna tiene una visión del mundo por completo distinta a la de Ignatius pero, de una manera muy extraña, su mirada también anacrónica, sofista y delirante; es complementaria a la de él.

Ignatius Reilly es el personaje principal de "La conjura de los necios", la única novela de John Kennedy Toole, un autor casi desconocido que se suicidó ante los reiterados rechazos que sufrían sus escritos; publicados de manera póstuma.

Nosotros tenemos a nuestros propios Ignatius Reilly y Myrna Minkoff. El nuestro no escribe cartas, pero, en su lugar, hilvana discursos atiborrados de odio y de falsedades fácticas e ideológicas. Alocuciones saturadas de sueños altisonantes, anacrónicos e irrealizables; de afirmaciones y de expresiones grandilocuentes sin sustento; de lugares comunes, necedades y contradicciones. Todo entre bravuconadas; insultos soeces y falsas dicotomías. Para nuestra desgracia, hemos naturalizado todo esto.

Nuestra Myrna tampoco escribe cartas, pero también ella hilvana frases desopilantes; llenas de otros sueños igual de rimbombantes, anacrónicos e irrealizables; con afirmaciones y expresiones grandilocuentes que también carecen de sustento; con sus propios lugares comunes, barbaridades y contradicciones; todo enlazado entre chiquilinadas. A Myrna hace décadas que la hemos naturalizado.

Nuestro Ignatius imagina a Argentina como el epicentro de una Revolución anarcocapitalista de alcance global; y a él como el emperador de ese imperio imposible. Nuestra Myrna también imagina una Revolución; una que reverse la Revolución Francesa, a la que imagina caduca y con necesidad de ser superada.

Ambos se necesitan para la persecución de sus sueños delirantes y místicos. Cada uno de ellos sostiene, da aliento y vida al sueño del otro. Uno no existe sin el otro.

La conjura de los necios

Se cayó el proyecto de "Ficha limpia". Seamos justos; es una aberración social que, aún hoy, sigamos discutiendo la cuadratura del círculo. Es ultrajante.

Parece que a nuestros políticos nunca les enseñaron la máxima que le dijera Julio César a Pompeya, su mujer, antes de divorciarse de ella: "la mujer de César no sólo debe ser casta y pura; sino que, además, debe parecerlo". Elemental: "la mujer de César debe estar por encima de toda sospecha".

Los funcionarios que buscan ampararse en los fueros parlamentarios -desde Carlos Saúl Menen que tanto venera nuestro Ignatius local; hasta la Myrna actual-; todos deberían entender que el Poder Legislativo no puede ser una cárcel de oro que les permita evadir la cárcel real. Pero no; no lo entienden. Nadie. Ninguno de ellos.

Gritan. Se exasperan. Se rasgan las vestiduras y juran por los Santos Evangelios cambiarlo todo, pero, a la hora de mostrar la coincidencia de los actos con las palabras vociferadas minutos atrás, por alguna razón el proyecto vuelve a su cartapacio en un cajón olvidado en la última oscura oficina del más recóndito pasillo del "Palacio de los Sueños".

Si se seguía el debate parlamentario, el "poroteo" producto de la vociferación, daba los votos necesarios. Pero no; algo pasó. Dos senadores vinculados a un gobernador con un vínculo muy privilegiado con el presidente cambiaron su voto en el último segundo. La conjura de los necios se consumó. La ficha limpia se cayó. La mala conciencia salió por televisión nacional.

"Se cayó  "Ficha limpia". Seamos justos; es una aberración social que, aún hoy, sigamos discutiendo la cuadratura del círculo. Es ultrajante".

Poco importa si lo logró el kirchnerismo (poco probable, dada la cara de perplejidad y el nivel de festejo de una azorada Alicia Kirchner); o si se confirma que fue una maniobra espuria del oficialismo (algo que habría confirmado el propio gobernador Rovira). Poco importan las palabras de Ignatius "aborreciendo a la casta" y amenazando con sacar "a patadas en el culo a los corruptos" (sic). La realidad es que Ignatius necesita a Myrna; quizás tanto o más de lo que ella lo necesita a él.

Milei no es casto ni puro. Tampoco lo parece. No estuvo por encima de toda sospecha antes, en el escándalo $LIBRA; definitivamente no lo está ahora. Deberíamos divorciarnos de él como si se tratara de Pompeya. Pero claro; no somos César. Y no podemos divorciarnos del presidente.

La casta está convirtiendo en casta a la anti-casta. Suena a trabalenguas; no lo es. Así que sólo queda pensar que el oficialismo le está haciendo caso a Franz Kafka, cuando aconsejó: "En tu lucha contra el resto del mundo te aconsejo que te pongas del lado del resto del mundo". O la otra: "Toda revolución se evapora y deja atrás una estela de burocracia". Ojalá no sea así. Ojalá.

 

PUBLICIDAD
PUBLICIDAD