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Belgrano y Alberdi, pilares intelectuales del país

Sabado, 31 de mayo de 2025 01:53
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El año 1788 es crucial en la historia de nuestro país: muere el rey Carlos III y con él termina la historia del reformismo ilustrado en España. El absolutismo centralizador cae como un rayo sobre el reino y sus colonias. La Revolución Francesa genera una reacción de terror y crueldad en sus sucesores. A su vez la invasión francesa a España conduce al reino a un ciclo de revolución y reacción y, así, se cortan las posibilidades para continuar el reformismo sereno anterior a tal año. Durante ese período de Fernando VII, reaparece la represión de los elementos liberales y cierre de periódicos y universidades.

La emancipación de nuestro país y de las demás colonias americanas se verifica, entonces, cuando prima la monarquía absoluta. A diferencia de los otros virreinatos, el nuestro no tiene muchos nobles ni fuertes antagonismos de razas. El Virrey no es más que un importante funcionario colonial sin más corte que la de sus empleados.

En tal ambiente, surgen mentes privilegiadas, pensadores y hombres de acción nutridos de ideas de libertad. Entre ellos, se destaca Manuel Belgrano quien se inicia en los principios de la ciencia económica, en la prestigiosa Universidad de Salamanca y es nombrado miembro de su Academia de Economía Política. Su estancia en Salamanca y Valladolid sucede durante el reinado de Carlos III, cuando la ilustración era parte de España y todavía no había llegado el absolutismo de Fernando VII. Bajo la influencia de Campomanes y merced a una licencia papal, accede a la lectura de Montesquieu, Rousseau e incluso de Adam Smith. A ellos debe agregarse la influencia de los locales Jovellanos y Olavide. Los profesores de la Universidad de Salamanca, todos ellos ortodoxos doctores católicos, en lo tocante a la propiedad privada, al precio de mercado, a la libertad de iniciativa y al papel del Estado, vienen sosteniendo posturas insertas en el espíritu de libre empresa.

Colonias

Luego de su paso por la Universidad de Salamanca y de graduarse en la Universidad de Valladolid y una vez llegado a nuestro país, la situación es distinta, por el absolutismo domina España y las colonias. En Buenos Aires, escribe: "El comerciante debe tener libertad para comprar donde más le acomode...". Este concepto, revolucionario, da de bruces con el arraigado pensamiento de los comerciantes españoles que apuntan a obtener ganancias únicamente de los negociantes de Cádiz. Belgrano sostiene que el conocimiento, el aprendizaje aplicado y el interés informado constituyen las prácticas ilustradas, vectores transformadores en la agricultura, la industria y el comercio.

Asistiendo a las reuniones de Belgrano, en Tucumán (1816), Juan Bautista Alberdi tiene la oportunidad de conocer al prócer, en plena guerra de emancipación. A muy temprana edad, toma contacto con el pensamiento económico y militar belgraniano. Es hijo del vizcaíno Salvador Alberdi y de la tucumana de viejo cuño, mi pariente, Josefa de Aráoz y Valderrama, perteneciente a la familia de Mama Antula. Aprende a leer y escribir en una de las escuelas que se establecieron gracias a Belgrano. Y a los 14 años, viaja a Buenos Aires a continuar sus estudios.

Alberdi sobrevive a Belgrano más de seis décadas. Había recorrido el mundo, conocido a grandes personalidades, escrito múltiples páginas y sufrido como el prócer muchas decepciones. Alberdi recuerda: "Por nosotros el virtuoso General Belgrano se arrojó en los brazos de la mendicidad desprendiéndose de toda su fortuna que consagró a la educación de la juventud, porque sabía que por ella propiamente debía dar principio la verdadera revolución".

En su etapa inicial, el país perpetúa la tradición centralizada y burocrática de su herencia hispánica. Dice Alberdi: "Tanto los gobernadores o intendentes de provincia como el virrey, de que dependían en parte, recibían del rey inmediata y directamente su nombramiento... Era extenso el poder que los gobernadores de provincia ejercían en los ramos de hacienda, policía, guerra y justicia... "

El cuadro va cambiando a medida con la aparición de la generación de 1837, conformada por Esteban Echeverría, Miguel Cané, Juan María Gutiérrez, Juan Bautista Alberdi, Vicente Fidel López. Formados en las aulas del Colegio de Ciencias Morales, en las Universidades de Córdoba y de Buenos Aires, estos hombres logran un cambio de rumbo que se plasma en la Constitución. Gradualmente, el espíritu emprendedor encuentra un marco propicio para su acción.

Tanto Belgrano como Alberdi mueren en la pobreza. Son ellos verdaderos pilares de la naciente nación.

A esta altura de la nota, puedo afirmar que en la década de 1850 se detona un proceso de transformación extraordinario. Luego de sufrir guerras civiles, durante décadas, la batalla de Pavón (1861) es el puntapié que origina un proceso de sostenido desarrollo -basado en sus ventajas comparativas- que, en cincuenta años, convertiría al país en uno de los más prósperos del mundo.

Lo que sigue después, es otra historia.

 

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