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En estos momentos previos a las contiendas electorales de setiembre en la provincia de Buenos Aires y de octubre a nivel nacional, se está hablando mucho de las "Candidaturas Testimoniales".
Se utiliza este concepto para definir a la estrategia de postular a funcionarios en ejercicio, con popularidad o buena reputación, pero que anuncian que no dejarán su cargo en caso de ser electos.
Pareciera contradictorio, candidatearse para un cargo que no piensan asumir. La RAE define el término testimonio como un documento, autorizado por funcionario público, en el que se da fe de un hecho. Esta detestable práctica nos muestra cómo los que en estos términos encabezan una lista de candidatos para potenciar la misma y hacerla más "competitiva", en realidad cuentan con una capacidad de convocatoria muy inferior a la que se atribuyen
En los comicios legislativos bonaerenses del próximo 7 de septiembre encontramos a 22 intendentes como candidatos a concejales y hasta la propia vicegobernadora actual, Verónica Magario, que se está postulando como legisladora provincial, cuando aún le restan dos años en el cargo para el cual fue elegida.
Claro, esto puede medirse también como un acto desesperado, ante una realidad que se visibiliza adversa y pronosticadora de un fracaso cercano. En 2009, Néstor Kirchner fue derrotado en una lista rebosante de "intendentes candidatos".
Según la encuestadora D'Alessio IROL/Berensztein :
* El 79% de los argentinos considera engañosa a una candidatura testimonial.
* Entre los votantes de Javier Milei, el rechazo llega al 93%.
* En el núcleo de Fuerza Patria, un 62% también las repudia.
El hartazgo ya es generalizado y el voto castiga cuando el votante se siente usado. La maniobra no solo es conocida, también es rechazada. Es el costo de subestimar al electorado. El electorado de hoy, cansado y cada vez más exigente, prioriza coherencia antes que relato, que suena a cuento del tío o un nuevo verso.