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Mañana se celebra en nuestro país el Día del Niño, cuyo fin es difundir los derechos a la salud, la educación y la protección de niñas, niños y adolescentes y reconocer las distintas formas de vivir la niñez y celebrarla en su diversidad.
Desde siempre el concepto "infancia" ha sido tan diverso como los niños y las niñas que habitan nuestro mundo. Hoy no hablamos de una infancia idealizada, sino de infancias diversas, cada una con sus propios ritmos, desafíos y contextos.
Esta es una fecha que debería llamarnos a la reflexión. Porque la infancia no es un único día; es un estado frágil y poderoso a la vez, que necesita cuidado, ternura y justicia todo el año. Y porque hablar de infancia hoy es hablar de diversidad, de derechos y de múltiples realidades que conviven en nuestras aulas y hogares. La manera en que una sociedad define a sus niños y niñas determina las políticas que se crean para ellos. Por lo tanto, el problema no es solo la falta de políticas, sino cómo se conciben y se implementan, porque muchas siguen teniendo una mirada adultocéntrica, donde los niños son vistos como objetos de protección y no como sujetos con voz propia.
Dijimos que ya no existe una "infancia ideal", existen infancias diversas: niños y niñas con diferentes ritmos, talentos, desafíos y contextos. Y en ese paisaje, cada uno merece ser visto más allá de etiquetas, diagnósticos o expectativas homogeneizadoras. Cuando pensamos en derechos tenemos que pensar en diversidad, porque no podemos hablar de los derechos del niño sin hablar de la desigualdad.
Pero ¿qué pasa cuando esas palabras se quedan en los discursos y no llegan a convertirse en políticas reales?
En estos meses, los recortes en políticas públicas han golpeado de lleno a las prestaciones para personas con discapacidad. Se suspenden terapias, se reducen horas de acompañamiento, se demora el pago a profesionales. ¿Qué mensaje damos cuando medimos un derecho en términos de costo? Los derechos no se negocian, ni se tercerizan. Se garantizan.
En conclusión, la declaración de la infancia como sujeto de derechos es un primer paso, fundamental, pero la verdadera tarea de la política y de la sociedad es garantizar que estos derechos se conviertan en realidades vividas. Esto implica una reflexión crítica y constante sobre las políticas, una lucha contra la desigualdad estructural y, sobre todo, una genuina voluntad de escuchar a los niños. Un niño es un sujeto de derechos no solo cuando un adulto decide protegerlo, sino cuando se le da la oportunidad de ejercer su autonomía, expresar sus ideas y ser parte de las decisiones que lo afectan.
La niñez es un periodo de continua construcción y crecimiento. Por ello, nuestra labor como adultos debe ser la de observar, indagar y escuchar con atención. Cada conducta esconde un mensaje que debemos descifrar sin buscar diagnósticos apresurados. La información que obtenemos sobre un niño debe servir para abrir puertas y garantizar oportunidades, y no para limitar su identidad con un certificado. En este quehacer la responsabilidad es compartida. Familias, docentes, equipos técnicos, autoridades: todos compartimos la responsabilidad de proteger la infancia. No basta con querer, hay que sostener con hechos. Educar con justicia y ternura es un acto político en el sentido más profundo: es elegir todos los días de qué lado estamos. Si la escuela y la sociedad no se organizan para que nadie quede afuera, estaremos fallando, no solo a esos niños, sino al futuro que compartimos.
La infancia no espera, mientras debatimos presupuestos o modelos, sigue su curso. Los niños crecen, su derecho a aprender, a jugar, a ser escuchados, no puede posponerse ni depender de coyunturas económicas.
Celebrar es garantizar el bienestar integral de cada niño. Celebrar implica sostener conversaciones incómodas en este hacer por garantizar derechos. Convivir es reconocer que todos formamos parte desde el primer momento. Que no hay "ellos" y "nosotros", sino una comunidad que se enriquece con la diversidad.
Este Día del Niño, además de festejar, hagamos un compromiso real, reafirmemos nuestro compromiso de acompañar, motivar, sostener, defender y cuidar la diversidad de las infancias de nuestra época. Trabajemos por una escuela y una sociedad donde convivir sea lo natural, donde la diversidad no sea un problema a resolver, sino una riqueza a compartir. Porque, al final, lo que define a una sociedad no es cuántas veces pronuncia la palabra "derechos", sino cuántas veces los hace valer. Y en eso, a nuestros niños y niñas, no podemos fallarles.