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26 de Agosto,  Salta, Centro, Argentina
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Palabras que disfrazan los enormes desafíos de la inmigración

Domingo, 24 de agosto de 2025 02:44
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Acabo de leer cuatro de los más renombrados libros de la joven escritora británica Zadie Smith: "Dientes blancos", "El cazador de autógrafos", "NW London" y "Sobre la belleza". Smith, británica de segunda generación jamaiquina, nació y creció en Willesden, un barrio de clase obrera al noroeste de Londres. Su madre, una modelo jamaicana, emigró al Reino Unido en 1969 y se casó en segundas nupcias con un fotógrafo inglés.

Todo este fondo, así como la experiencia de los hermanos reales de Smith, se revela en las novelas a través de sus personajes y sus libros quedan atravesados por temas como la raza y la identidad postcolonial; una sociedad no preparada para lidiar con esta multiculturalidad; las dificultades -y la culpa- que supone ascender socialmente desde orígenes pobres a estos nuevos guetos antes "blancos" y ahora multi-étnicos; las parejas mixtas; las diferencias de clases; la lucha interna entre la autopercepción y la percepción de los otros; y por momentos, una segregación que deviene explicita. Los libros son un crudo retrato de la sociedad multiétnica británica actual, fruto del colonialismo británico y del fenómeno migratorio desde países en desarrollo.

Pero estos temas están también presentes -con plena fuerza y vigencia-, en todos los países poscoloniales -España; Portugal, Italia, Holanda, Bélgica, Francia o el Reino Unido-, o en países como Alemania, Noruega y Dinamarca; donde la inmigración ha sido "aceptada" ante las gravísimas crisis humanitarias como, por ejemplo, la de los Balcanes antes y la de Siria después. Y aquí aparece la primera palabra extraña. La inmigración es "aceptada".

Noah Harari, en "21 lecciones para el siglo XXI", establece la inmigración como un "pacto" con tres condiciones o términos básicos: a) El país anfitrión "permite" la entrada de inmigrantes en su territorio; b) a cambio, los inmigrantes deben "adoptar" las normas y los valores fundamentales del país anfitrión, aunque ello implique abandonar algunas de sus normas y valores tradicionales y, c) si los inmigrantes se "asimilan", con el tiempo se convierten en miembros -iguales y completos- del país anfitrión. «Ellos" se transforman en «nosotros". Encuentro en este "pacto" tantas indefiniciones y vaguedades que me parece lógico que el tema se haya complejizado hasta lo insoluble.

Sociedad receptora

Primero, ¿qué quiere decir que la sociedad receptora "permite el ingreso"? ¿Qué lo hace con los brazos abiertos, en una muestra de humanidad; o que lo "tolera" porque es "lo correcto"; algo que les da esa pátina de superioridad moral tan propia de las sociedades liberarles occidentales? Este "aceptar el ingreso"; es un deber o un favor? Si es un favor, ¿hasta cuándo los inmigrantes deben sentir agradecimiento y mostrar gratitud hacia quienes les abrieron las puertas? ¿Cuándo termina la "deuda"? ¿Se "paga", alguna vez, el favor?

¿Inmigrantes que huyen de la pobreza en busca de mejores condiciones laborales; son mejores que aquellos que huyen de crisis humanitarias en las que se juegan sus vidas y las de sus familias? ¿Hay una clase de inmigrantes mejores que otros? ¿Todo país tiene el deber moral de aceptarlos dentro de sus fronteras o pueden ejercer alguna forma de selección? Y, en cualquier caso, ¿es razonable esperar que estas incorporaciones no alteren y no cambien de manera permanente a la sociedad receptora? De fenómenos físicos como la ósmosis y los vasos comunicantes sabemos que esto es imposible.

Cuando una sociedad "permite" la inmigración; ¿quiere decir como esto que la fomenta -consciente de los cambios que esto provocará dentro de su propia sociedad-; o que sólo la "tolera", buscando permanecer refractaria a toda posibilidad de cambio? La diferencia no es menor. En física -también- existen numerosos ejemplos de mezclas homogéneas -una sociedad integrada perfecta-; y no homogéneas -la conversión de Europa en estos infinitos guetos-.

La segunda parte del "pacto", habla de "adoptar" las normas y los valores del país anfitrión, aún a riesgo de abandonar sus propias normas y valores tradicionales. ¿Es esto posible? ¿Hasta dónde ha de llegar la "integración"? ¿Pueden miembros de una sociedad patriarcal "asimilar" los valores de una sociedad liberal? Esos patriarcas generacionales, ¿se van a volver liberales, por obra y gracia de la "integración"? Miembros de comunidades seculares ¿se van a volver laicos?

Y, una sociedad "tolerante" como la europea, ¿cuánta dosis de intolerancia podrá "tolerar"? Dicho de otra manera; ¿cuándo la "tolerancia" se vuelve intolerancia; justamente por no "tolerar" más a esa "otra intolerancia"? La pregunta es mucho más compleja y profunda que un mero trabalenguas. Pero, aun suponiendo que dejaron de lado sus valores y sus tradiciones y que se "asimilaron" -con esa fe del converso que debe probarse a diario fuera de toda sospecha; y entonces los paquistaníes necesitan mostrar que son más británicos que los británicos, o los argelinos más franceses que los franceses-; cuando ellos o sus hijos no son -ni serán- vistos más que como inmigrantes y como "ciudadanos de segunda categoría"; ¿se les está pagando de manera justa el cumplimiento del "pacto"?

"Desde el punto de vista de los colectivos humanos, cuarenta años es un periodo corto. No puede esperarse que una sociedad asimile por completo a grupos extranjeros en cuestión de décadas. Las civilizaciones del pasado que asimilaron a extranjeros y los hicieron ciudadanos de pleno derecho (la Roma Imperial, el califato musulmán, los imperios chinos y Estados Unidos), esto tardó siglos y no décadas. Pero, desde un punto de vista personal, cuarenta años pueden ser una eternidad. Para una adolescente nacida en Francia veinte años después de que sus abuelos inmigraran allí, el viaje desde Argelia a Marsella es historia antigua. Ella nació aquí, todos sus amigos nacieron aquí, habla francés en lugar de árabe y nunca ha estado en Argelia. Francia es el único hogar que ha conocido. ¿Y ahora la gente le dice que Francia no es su hogar y que tiene que «volver» a un lugar en el que nunca vivió?"; pregunta Harari. No es una pregunta retórica; es una pregunta diaria para todos estos "inmigrantes de segunda generación"; con todas las tensiones y conflictos que esto genera.

La bomba demográfica

¿Se pensó algo de todo esto ante los aluviones inmigratorios? No y, como siempre, ahora hay una cantidad creciente de países lidiando con una enorme cantidad de consecuencias inesperadas; entre ellas -y no menor-, las diferentes tasas de natalidad que muestran muchos de estos grupos migratorios frente a las poblaciones nativas; lo cual no hace más que exacerbar todas estas discusiones, palabras, temores y disfraces.

Por ejemplo, mientras que, en Europa, Rusia y el Oriente -incluida China- la población envejece y se reduce; en Estados Unidos crecerá un 12% de acá a 2048. Este crecimiento se dará -con exclusividad- en las comunidades latinas, de color y, sobre todo, en la comunidad musulmana. Al final del día, para Estados Unidos, el problema será el decrecimiento y de la conversión en minoría de la "población blanca fundadora" a manos de sus minorías históricas.

En el Viejo Continente, la "islamización" es el temor más palpable y visible en casi todo país europeo. Un discurso de Geert Wilders -presidente del Partido por la Libertad de los Países Bajos -elegido primer ministro de Holanda- sirve como guía: "He venido a Estados Unidos con una misión. No todo anda bien en el Viejo Mundo. Existe un tremendo peligro acechando. Y es muy difícil ser optimista. Es muy posible que estemos transitando las últimas etapas de la Islamización de Europa. Esto no es sólo un peligro claro y actual para el futuro de Europa en sí, sino una amenaza a América y a la supervivencia del mundo Occidental. Estados Unidos es el último bastión de la civilización Occidental, enfrentando a una Europa islámica. (…) En mi país, Holanda, el 60% de la población ahora considera que la inmigración masiva de musulmanes representa la política más equivocada que se haya instaurado desde la Segunda Guerra Mundial. Y otro 60% de la población, considera que el Islam es la más importante amenaza que enfrentamos". No es casualidad que este líder de la extrema derecha más fascista no separe "terrorismo" de "religión". Otras dos palabras que tienden a usarse como si fueran sinónimos y que se prestan a otras reacciones.

Palabras como "permitir", "aceptar", "tolerar", "integrar", "asimilar", "identidad", "terrorismo" y "religión" -entre muchas otras -; esconden -siempre- temas identitarios; temas transversales a cualquier ideología. Y los migrantes son la munición perfecta para la lucha irresoluble entre proinmigracionistas y antiinmigracionistas. Ante la "identidad" se opone la noción de "invasión" y la de "devolución"; la "necesidad" de salir en la "defensa de la identidad nacional", un disfraz perfecto para los eternos dislates chauvinistas.

El mundo parece haber comenzado a transitar el "Choque de Civilizaciones" anunciado treinta años atrás por el profesor Samuel P. Huntington. ¿Sabremos evitar este "Choque" o iremos echando leña a la caldera de una locomotora que acelera sin cesar? Los libros de Zadie Smith dejan ver leña apilada en los cobertizos y en los jardines de cada barrio; lista a ser arrojada. Espero haberlos interpretado mal. Ojalá.

 

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