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El país de los otros, la experiencia del migrante

Una historia de inmigrantes forzados por las guerras y la pobreza, que transcurre en los años '40, pero reflejan el drama que viven hoy cientos de millones de personas que, además, se ha convertido en un poderoso condicionante político.
Jueves, 25 de septiembre de 2025 01:57
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Transcurre la década de 1940 cuando Mathilde, una joven alsaciana, se enamora de Amín Belhach, un combatiente marroquí que sirve en el Ejército francés durante la II Guerra Mundial. Al término de la guerra, ambos se instalan en Meknés, ciudad marroquí que hace parte del protectorado francés. En los siguientes 10 años, Amín intentará, por todos los medios, hacer de esa tierra heredada e inservible algo productivo.

Mathilde es una extraña en tierra ajena que sufre las privaciones económicas y las penalidades de la vida marital, aliviadas esporádicamente por la pasión e intimidad con su marido, en una suerte de complicidad muda donde el deseo es ese catalizador que, cada tanto, les ayuda a comunicarse y a drenar sus sentimientos y emociones para los que a menudo no encuentran palabras adecuadas. Se sabe intrusa en esa tierra. No obstante, el rigor del campo termina por moldear su carácter. Trata de resignarse y adaptarse y, venciéndose a sí misma, opta por criar a sus hijos y mantener su hogar. Un sacrificio para el que posiblemente nunca termina de sentirse lista y preparada, aunque lo asume como puede y, de hecho, termina haciendo mucho más de lo que pudo haber imaginado que haría y que sería cuando era una tan solo una joven agobiada por el aburrimiento que trajo la guerra, ávida de aventuras y sin mayores preocupaciones individuales en su tierra natal. Entre tanto, las tensiones se extienden en su país de acogida, entre aquellos que buscan la independencia y aquellos que se resisten a salir. La violencia va cobrando fuerza y arrebatando vidas.

"El país de los otros", una novela de 435 páginas, escrita por Leila Slimani, —es también la primera parte de una trilogía inspirada en el país de origen de la autora—, fue publicada en español, en 2021, por Cabaret Voltaire, con la magnífica traducción de Malika Embarek.

Como suele ocurrir con algunos escritores, capaces de sacudir a los lectores con la fuerza de su escritura, y esto es algo que siempre ocurre con Slimani, la he leído en menos de una semana. Encontrar sus palabras tan hermosamente escritas siempre ha sido un placer y una alegría. Su escritura es sutil, prolija, delicada, sensual, violenta y brutal. Es todo a la vez. Un lector puede conmoverse ante la delicadeza y sensualidad narrativa, ante la fuerza descriptiva de un momento o la acción de uno de sus personajes, para pocas páginas después estar tan maravillado como horrorizado de las mutaciones que van experimentado sus protagonistas, las tensiones de fuerzas y esas relaciones de dominación, sumisión y resistencia que allí se establecen.

Prefiero la literatura y la vida urbana. El campo, que no me es ajeno, me produce una sensación de asfixia y agobio desde siempre. Al leer tan nítidas descripciones lo confirmé, una vez más. Y ahí está la magia: en la destreza de su escritura tan envolvente, fascinante e irresistible. íIncluso para hacernos sufrir!

Me sorprendió la versatilidad narrativa y descriptiva de la autora porque, justamente, lo último que leí de Slimani fue Canción dulce y leerla ahora en El país de los otros, supone un cambio enorme en términos espacio temporales. Constato y confirmo, a través de mis ojos, lo que dicen los críticos y lo que pude advertir como lectora, desde sus primeros libros, años atrás. Estamos ante una gran escritora: transgresora, genial y brillante.

Infiero que la autora ha debido documentarse ampliamente sobre los eventos históricos y políticos que precedieron a la independencia de su país para luego hacer su magia: escribir. Escribir El país de los otros y contarnos esos personajes que hacen que esa historia narrada e imaginada cobre vida y sea tan creíble y perfectamente posible.

Aquí el lector se sumerge en una sucesión angustiante de pinturas con paisajes pedregosos y tierras poco fértiles —las mejores han sido apropiadas por los colonos—, en un contexto político e histórico efervescente que reclama incluso la militancia feroz por la causa nacional y donde las relaciones mixtas, entre marroquíes y franceses, no están bien vistas y, a veces, se viven con cierto pudor habida cuenta del clima y del reclamo, cada vez más vívido que pide la salida de esos extranjeros, mientras que muchos de ellos se aferran a lo que estiman que les pertenece.

Estos personajes de mediados del siglo XX van cediendo a la dureza de la vida rural y a los sueños rotos. Habitan mundos plagados de contradicciones que alternan con ansias de libertad para la patria y deseos frustrados de individualidad y mismidad. El machismo y la dominación masculina son hábito. Y, a fuerza de la costumbre, parte integral y muy visible de la cultura masculina de la época. Y hablo aquí de la cultura masculina de la época porque esas escenas conyugales y familiares que sucedían de ese lado del mundo también tenían lugar de este lado del Atlántico donde la violencia y la palabra masculina eran ley.

Los protagonistas quedan expuestos, sin edulcorantes, en la brutalidad de sus maneras. Son hombres generosos y bondadosos, incluso honrados, pero también crueles y despiadados en sus formas cotidianas. Exhiben su masculinidad con manifestaciones salvajes y primarias. Ser un hombre es ante todo salvaguardar el honor de la familia. La vulnerabilidad, fragilidad o debilidad son palabras que están ya no sólo fuera de su alcance sino de su vocabulario.

De ahí que las postales de estos hombres —que la mayoría de las veces no se permiten mostrar afecto, cariño o dulzura, porque les son territorios ajenos y desconocidos—, adviertan que la dureza, el uso de la violencia y las imposiciones, les están permitidas y son legítimas debido a su sexo. Por un lado, ansían la libertad del país; por el otro, saben que nacieron para dominar y someter a quienes asumen les son inferiores, incapaces y más débiles, es decir, a sus mujeres, sean estas esposas o hermanas. Muchas veces y de múltiples formas, se verán desafiados, burlados y resistidos por ellas, aunque de momento hayan logrado imponer su voluntad por la vía de la fuerza, mientras que los campos arden y la libertad de la patria se muestra ya como una conquista posible, cercana, ineludible.

* Clara Riveros es politóloga y analista. Es autora de Sexo, pudor y poder. Debates del siglo XXI en el norte de África (Alhulia, 2021) y Autocracia, democracia y constantes vitales en el reino magrebí (Alhulia, 2023)

 

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