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Esta apócope "narco", simplificación del término narcotráfico, es hoy tema dominante en nuestra sociedad. Esa palabra es la más cabal expresión y materialización de la muerte. Bajo esa sombrilla aparece la comercialización de todo tipo de sustancias alucinógenas u opioides que son distribuidas en forma cada día más descarada, a despecho de la diatribas oficiales que se escuchan contra ese negocio. Ya se ha institucionalizado el delivery de drogas.
El narcotráfico moviliza, con pocos obstáculos y mucha ayuda, inconmensurables cantidades de dinero, de fácil y rápida obtención. Así, las drogas socavan los cimientos de nuestra sociedad. Cada paso de la droga lo está dando a pie firme, sin retroceso alguno y me animo a decir que si tuviese rostro, lo veríamos con una irónica sonrisa ganadora en sus labios. El Estado viene varios pasos por detrás. Recordemos cuando Aníbal Fernández, por el entonces ministro de Seguridad del presidente Alberto Fernández, cuando lanzó su polémica frase: "Los narcos nos están ganando". Era entonces cuando los narcos estaban desplegando toda su artillería en la ciudad de Rosario a la que bañaron de sangre inocente.
La resignación no se condice con la firmeza que debe emanar de una autoridad. Durante el gobierno de Mauricio Macri se adquirieron drones UAV650 a Israel con el objetivo de sumarlos al Sistema de Vigilancia Integrada de Fronteras. Sin embargo, quedaron guardados en contenedores, en Campo de Mayo.
Los tentáculos del narcotráfico llegan a la Justicia, a distintos estamentos del gobierno, a las empresas y las entidades financieras. Una cadena que va desde el narcomenudeo en los barrios hasta los mayores estamentos de poder. Así, resulta muy difícil esperar una política enérgica y efectiva.
Hoy, el Estado tiene incumple una de sus obligaciones básicas consagradas en la Constitución el garantizar la salud, ya que es un derecho fundamental para la vida, la dignidad y el bienestar de las personas.