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El día que tres pequeños incas dejaron al mundo sin palabras

Los Niños del Llullaillaco, extraídos en marzo de 1999 en el santuario indígena más alto del plantea, hoy se mantienen crioconservados en el MAAM.
Domingo, 18 de agosto de 2024 19:32
La expedición, el 26 de marzo de 1999, en una foto de Osvaldo Stigliano, de El Tribuno.
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El viernes 26 de marzo de 1999 un equipo periodístico de El Tribuno que investigaba en la Puna salteña la caída de una sonda espacial soviética con cargas de plutonio radiactivo, se dio en los faldeos del Llullaillaco con una expedición que bajaba del santuario indígena más elevado del planeta con tres pequeños incas que habían sido sacrificados en un antiguo ritual y cuyos cuerpos el segundo volcán activo más alto del mundo había preservado intactos por cinco siglos.

Aquella expedición, financiada por la National Geographic, estaba rodeada de hermetismo y acuerdos del confidencialidad, al punto que cuando este diario dio a conocer el hallazgo arqueológico que asombró al mundo ya habían pasado 11 días desde la extracción de "El Niño" y "La Doncella" y nueve desde la exhumación de la "Niña del Rayo" a metros de la cumbre de 6.739 metros sobre el nivel del mar.

"La Doncella" era una Virgen del Sol de entre 13 y 15 años cuando fue ofrendada en el volcán Llullaillaco".

Puestos en conocimiento, el 27 de marzo efectivos del Escuadrón 22 de San Antonio de los Cobres retuvieron en El Gólgota, un paraje de la Quebrada del Toro, el inapreciable patrimonio histórico y cultural que aquel mismo sábado quedó bajo la guarda de la Provincia.

La "Niña del Rayo", tenía 6 años cuando fue sacrificada en un ritual de Capacocha en algún momento entre 1480 y 1533.

"Los restos de los pequeños incas tendrán un museo propio", informaba al lunes siguiente El Tribuno, dando cuenta de una decisión del entonces gobernador Juan Carlos Romero que en noviembre de 2004, tras más de cinco años de esfuerzos científicos, tecnológicos y presupuestarios, terminó de materializarse con la inauguración del Museo de Arqueología de Alta Montaña (MAAM) frente a la plaza principal de Salta.

 

Los Niños del Llullaillaco se encuentran en perfecto estado de conservación en el Museo de Arqueología de Alta Montaña".

 

 

 

Allí, con una singular y eficiente tecnología de crioconservación diseñada por salteños y desarrollada por la empresa tecnológica argentina INVAP, el invaluable legado del Tawuantinsuyo, que incluye a los tres cuerpos antiguos mejor preservados y al fabuloso ajuar que acompañó a los niños-dioses en su viaje al encuentro de los ancestros, sigue asombrando al mundo.

"El Niño", de unos 7 años, fue ofrendado tras una larga marcha desde Cuzco con su rostro dirigido hacia el sol naciente.

El pasado 24 de marzo, en una edición especial con la que El Tribuno rememoró los acontecimientos y desafíos que se desprendieron hace 25 años del techo de Salta, el actual director del MAAM, Mario Bernaski, afirmó que "los Niños del Llullaillaco se encuentran en perfecto estado de conservación" y destacó que las cámaras especiales tienen características tecnológicas que las hacen únicas.

En el Museo de Mitre 77, que sintetiza años de esfuerzos económicos e interdisciplinarios, hay algunas ausencias que se hacen sentir, al igual que en la redacción de El Tribuno, en ámbitos académicos y en la inmensidad de la Puna salteña, donde hace un cuarto de siglo tres pequeños viajeros del tiempo empezaron a conmover al mundo.

La divulgación de un hallazgo rodeado de hermetismo

"La Provincia resguarda el hallazgo del Llullaillaco", tituló El Tribuno el 28 de marzo, en una de las notas con las que dio a conocer la extracción de los pequeños incas. El día anterior, mientras se escribía la crónica, gendarmes detuvieron a la expedición y pusieron bajo custodia al invaluable legado, "ante la posibilidad cierta de que éste estuviera amenazado".

Trabajos en una de las cámaras de crioconservación del MAAM.

 

Así lo expresó el director de Patrimonio, Mario Lazarovich, el día después de que al equipo periodístico de este diario, en la base del Llullaillaco, se le negara hasta el más mínimo detalle de la extracción. Para romper el hermetismo, el equipo periodístico se valió del testimonio (con algunas imprecisiones) de un chofer que había transportado en la cabina del camión de la delegación municipal de Tolar Grande a miembros peruanos de la expedición, quienes le relataron los pormenores del hallazgo.

 

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