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La historia del Caballo de Troya es una de las metáforas más perdurables de la cultura occidental. Los griegos, tras una década de asedio infructuoso, urdieron un plan maquiavélico: construir un colosal caballo de madera, esconder en su vientre a sus mejores guerreros y dejarlo como "regalo" a los troyanos; ello que permitió a los griegos salir de noche, abrir las puertas y saquear la ciudad. La leyenda se convirtió en metáfora y desde entonces, "Caballo de Troya" se utiliza para designar cualquier estrategia que introduzca algo pernicioso bajo una apariencia inofensiva. El antiguo mito, subsiste luego de tres mil años inclusive en la informática, en la que se denomina "troyano" a un software malicioso que se infiltra en los sistemas disfrazado de programa legítimo para robar información o dañar el dispositivo.
El proyecto humorísticamente llamado "modernización" laboral es, precisamente, uno de esos engaños épicos, viene con su caballo de Troya incorporado. Pero en él no se esconden héroes homéricos como el astuto Ulises, el rubio Rey de Esparta Menelao o el indomable hijo de Aquiles, Diomedes, sino los comandantes ideológicos del anarcocapitalismo: Milei, "el Toto" y "el Coloso" (no el de Rodas, sino el de la especulación financiera). En el último momento, introdujeron dos "regalos envenenados" en el proyecto: 1) el Fondo de Asistencia Laboral (un saqueo legalizado a los jubilados) y 2) una mini reforma tributaria (un regalo fiscal a los más ricos).
Durante semanas, el gobierno dosificó información sobre indemnizaciones, vacaciones y banco de horas, pero nunca se mencionaron estas bombas de efecto retardado que podrían destruir lo poco que queda de la Justicia Social en nuestro país. Al oficializarse el proyecto de ley de modernización laboral lo bautizamos como "Proyecto Manhattan", por lo secreto y destructivo, pero en realidad el sayo le cae mejor a las dos flechas envenenadas que mencionamos. Los neutrales (ni M ni K) vivimos esto con espanto; parece un déjà vu de épocas que creíamos que pertenecían al pasado.
Propuestas indecentes
¿Por qué ocultarlas? Porque son indefendibles moralmente. La primera de ellas, el "Fondo de Asistencia Laboral" (FAL, acrónimo que no debe confundirse con el Fusil Automático Liviano, aunque ambos sean utilizados para cometer masacres), dispone la quita de ingresos a las arcas de recaudación de los jubilados para que los empleadores puedan despedir gratuita y discrecionalmente (simplemente porque el empleado lo miró mal). Esa exacción servirá para formar un fondo que administrarán entidades privadas "habilitadas", pero que el proyecto no define. El gobierno tiene cierta simpatía (y les debe favores) a las billeteras virtuales, por lo que se supone que el nuevo fondo, que moverá unos 2000 millones de dólares anuales, será un negocio financiero similar al de las AFJP (aunque bancos y financieras tendrán su bocado). Decía Bertolt Brecht: "¿Qué es el robo de un banco comparado con fundar uno?". La segunda propuesta obscena, en este contexto, consiste en un capítulo que nada, absolutamente nada, tiene que ver con la reforma laboral por la que se disponen quitas de impuestos, que parecen una burla para los trabajadores. Salvo, claro está, que uno incluya en la categoría de trabajadores a personajes como Insaurralde, Chiqui Tapia, Tobiggino, Vallejos, Fredy Machado, etc. que a partir de este proyecto ya no tendrán que pagar impuesto alguno por sus yates, aeronaves o autos de lujo. Mientras a los trabajadores se le reducen o modifican derechos duramente adquiridos, a los más pudientes se los exime de todo impuesto al lujo. Claramente: la más cruda y cínica expresión consagratoria de la casta.
No hace falta abundar en ejemplos de las tremendas contradicciones que tiene un gobierno cuyo eslogan e idea fuerza es la defensa del individualismo y la libertad. Proclaman la libertad, pero gobiernan con decretos. Defienden el individualismo, pero protegen oligopolios. Repudian al Estado, pero lo utilizan como si fuera la autocracia del Zar de todas las Rusias.
El desprecio por la ley y la Constitución es una constante. Seguramente desconocen las inmortales palabras de Marco Tulio Cicerón "Seamos esclavos de la ley, para poder ser libres". Hay un mandato constitucional claro (artículo 52): los proyectos que tratan temas impositivos deben iniciarse por la Cámara de Diputados. El prestigioso constitucionalista German Bidart Campos explicaba que esta prerrogativa prolonga la tradición histórica según la cual "no hay imposición sin representación", de modo que las cargas fiscales deben originarse en la cámara que expresa de manera más directa la voluntad popular. Lo cierto es que el Gobierno en un claro atropello a la Constitución presentó esta propuesta impositiva por la Cámara de Diputados. El Gobierno incluyó este proyecto como un endulzante para empresarios: la reducción del impuesto a las Ganancias que pagan las empresas, la exención a los alquileres para vivienda así como a la venta de inmuebles y activos financieros, y la eliminación de tributos a los bienes de lujo, constituyen una propuesta tentadora pero que deberán votar atada a una reforma laboral y a un fondo de capitales de alcances inimaginables.
Por otro lado, también se viola otro principio, aunque no constitucional, sí de sentido común y que ya aplicaban los antiguos romanos (que de pragmatismo y sentido común sabían mucho). La "Ley Cecilia Didia" (160 a.C.) establecía que las leyes debían presentarse con un intervalo de tres nundinae (unos 24 días) entre su propuesta y su votación para dar tiempo a la reflexión pública, y prohibía la acumulación de temas diversos en una sola ley (leges saturae) para evitar engaños. Se consideraba que esta práctica de incluir temas no relacionados entre sí, implicaba manipular el voto público, ya que un ciudadano podría querer votar a favor de un punto y en contra de otro.
El Caballo de Troya ha entrado, y al abrirse, el mensaje es brutalmente claro: no solo se trata de eliminar derechos laborales, sino de financiar ese despojo con el futuro de quienes ya trabajaron toda su vida. No es modernización; es la reinstauración del saqueo fundacional, validado por un Congreso que amenaza con ser el cómplice legal de esta épica decadencia. Aplicamos el principio de revelación mileísta y descubrimos que el verdadero proyecto nunca fue la reforma laboral, sino el traspaso legal de la riqueza con recursos que se les quitan a jubilados y trabajadores.