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23 de Junio,  Salta, Centro, Argentina
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La paradoja global: entre el rearme, las guerras y la urgencia ambiental

Sabado, 21 de junio de 2025 22:59

Por Joaquín Dïaz Cabral (Investigador)

Mientras las principales potencias refuerzan su capacidad militar y alimentan conflictos que ponen en jaque la paz mundial, la agenda de la transición energética y la descarbonización parece relegarse a un segundo plano. Ante la amenaza de una escalada bélica de alcance global, surge la incómoda pregunta: ¿pueden coexistir el camino de las armas y la preservación del planeta?

La guerra en Medio Oriente y en Europa plantea un dilema crucial para nuestro tiempo. Por un lado, un gran sector de la comunidad internacional invierte esfuerzos para garantizar una economía menos intensiva en emisiones de carbono, para mitigar el calentamiento global y frenar la crisis ambiental que amenaza con volverse irreversible. Por otro, vemos cómo las principales potencias globales intensifican su carrera armamentística y participan en conflictos cuyo impacto ambiental es significativo y cuyos daños trascienden lo inmediato para instalarse como una amenaza al futuro.

Distintos informes elaborados hace años alertaron que la huella de carbono del sector militar europeo es equivalente a las emisiones anuales de 14 millones de automóviles a combustión interna. Esto, sin considerar lo que ocurre en América del Norte y Asia, donde la operación de aviones de combate, barcos de guerra, instalaciones militares y la compra de equipos intensivos en recursos contribuyen al calentamiento de la atmósfera. A este escenario habría que sumar el impacto de las actuales hostilidades, con lanzamientos masivos de misiles y bombardeos en diferentes puntos del planeta.

La pregunta es inevitable: ¿La carrera por la supremacía militar y la ambición geopolítica están condenadas a ir en contra de la voluntad de conservar el planeta? El hecho de que esto ocurra en un contexto donde la humanidad debería estar alcanzando acuerdos para garantizar la neutralidad de emisiones para 2050 plantea un hecho alarmante. Si la industria bélica y la estrategia de defensa ganan terreno en la agenda de los Estados, ¿qué futuro le espera a la agenda de la transición energética?

La minería latinoamericana, que venía ganando relevancia como una pieza clave para garantizar la oferta de minerales críticos para la descarbonización y la electrificación de la economía, también queda en la encrucijada. El cobre, el litio, el níquel y otros elementos vitales para la movilidad eléctrica podrían convertirse en rehenes indirectos de un orden global donde la escalada bélica relegue a segundo plano la necesidad de reducir emisiones y frenar el calentamiento planetario.

Resulta legítimo preguntarse qué sentido tendría invertir en un auto eléctrico mientras los misiles surcan los cielos. ¿Se sostendrá la voluntad política para garantizar la oferta de materias primas estratégicas para la economía verde, en un contexto donde la prioridad inmediata parece haberse desplazado hacia la carrera por la supremacía militar?

Por el momento, nadie tiene una respuesta concluyente. El rumbo que adopte la humanidad en los próximos meses y años dependerá de la sensatez y responsabilidad de los líderes globales para garantizar que la seguridad, la paz y la conservación ambiental no sean conceptos excluyentes, sino elementos de una misma estrategia para garantizar la vida y la prosperidad de todos en un planeta que no debería convertirse en campo de batalla.

Si la humanidad no logra equilibrar estos desafíos, el sueño de un futuro sostenible podría convertirse en una aspiración relegada por la lógica de la destrucción. Al final, será la razón, y no la fuerza, la que debería guiar el rumbo de un siglo que sigue en busca de su rumbo.

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