inicia sesión o regístrate.
"Hay productores que van a pasar a la quiebra este año", afirmó sin rodeos José Luis Checa, presidente de la Asociación de Productores de Frutas y Hortalizas de Salta. La advertencia refleja el difícil escenario que enfrentan los horticultores del norte argentino: precios por debajo de los costos, sobreoferta de tomate en el mercado interno y un aumento del ingreso de mercadería desde países limítrofes.
La situación tuvo su expresión más visible la semana pasada en San Salvador de Jujuy, donde productores repartieron tomates gratis en la Plaza Manuel Belgrano en señal de protesta. La medida, conocida como "tomatazo", buscó llamar la atención sobre una problemática que llevó a muchos a dejar parte de la producción en las plantas, ante la falta de rentabilidad.
Checa explicó que la campaña comenzó con temperaturas inusualmente altas en el sur del país, lo que prolongó la producción de provincias como Mendoza y Buenos Aires.
"Normalmente, cuando llega el frío en esas zonas, empieza nuestra campaña. Este año los fríos llegaron tarde y en mayo y junio tuvimos sobreproducción nacional, lo que hizo tambalear los precios", señaló ayer en diálogo con Radio Salta.
La sobreoferta interna
El dirigente remarcó que la sobreoferta interna se agravó con la apertura irrestricta de las importaciones, en particular desde Bolivia.
Puso como ejemplo el caso del tomate de Tarija: "Un cajón de tomate tarijeño puesto en Argentina cuesta alrededor de mil pesos, y con eso nosotros no pagamos ni el cajón vacío, que vale 1.800 pesos. No hay forma de competir", advirtió.
Según Checa, el tipo de cambio actual favorece el ingreso de mercadería extranjera, mientras que los costos de producción en Argentina -con insumos dolarizados y mano de obra en alza- se dispararon.
"Es un cóctel explosivo: sobreoferta, importaciones y bajos precios al consumidor", resumió.
También la banana
La crisis no afecta solo al tomate. "La banana este año fue muy difícil de vender, y también hubo quejas en la papa y la cebolla. Es un año bisagra, con costos altos y apertura de importaciones. Quizá con este modelo algunos productores desaparezcan y otros se fortalezcan, pero no es fácil", sostuvo.
Pese a las dificultades, dijo que la mayoría de los productores intentan mantener a sus trabajadores. "Por ahora no se baja la guardia. Tal vez se acumulen deudas con semillas o agroquímicos, pero se procura sostener el empleo hasta que no sea posible", expresó.
La producción de tomate en Salta
En el norte argentino, la producción de tomate se concentra en el valle del río San Francisco, la cuenca de Orán y sectores del río Bermejo, con cosechas entre abril y octubre.
En el caso del tomate, los rindes promedian las 50 toneladas de este fruto por hectárea, pero los costos estimados por productores oscilan entre 12 y 15 millones de pesos por hectárea, lo que deja márgenes negativos cuando el precio en el mercado no cubre ni el transporte hacia los grandes centros de consumo.
En la última campaña, la combinación de altos rindes y caída de precios llevó a que parte de la producción quedara sin cosechar, algo que también ocurrió en provincias como Jujuy y en zonas del cinturón hortícola bonaerense. La ausencia de un precio de referencia estable complica la planificación de los productores, que dependen de las fluctuaciones del mercado.
El tomate extranjero
A esta dinámica se suma la presencia creciente de tomate extranjero. Según referentes del sector, el ingreso de fruta desde Chile, Bolivia, Brasil y Paraguay se volvió más frecuente durante 2025, en parte debido a menores costos de producción en esos países y a un marco cambiario que hace más competitivos sus productos en el mercado argentino.
Los productores del norte señalan que, mientras el tomate de calidad para consumo fresco enfrenta competencia directa del importado, el de menor calidad, que antes se destinaba a la industria, también perdió salida. La reducción de la capacidad industrial local y el aumento de importaciones de pasta de tomate y salsas -incluso desde China- han recortado aún más las opciones de comercialización.
Para el sector, la situación actual pone en riesgo no solo la continuidad de muchas explotaciones hortícolas, sino también el entramado económico regional que se sostiene en torno a ellas: proveedores de insumos, transportistas, trabajadores temporarios y comercios locales. El temor es que, de prolongarse esta crisis, se reduzca la superficie cultivada en la próxima campaña y se pierdan puestos de trabajo en forma irreversible.