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Julio Alak: un K con pasado menemista y duhaldista

Sabado, 08 de diciembre de 2012 21:46
Es inevitable no vincularlo con el cordobés José Manuel de la Sota, de quien fue precandidato a vicepresidente.
Ganó en 1991, 1995, 1999 y en 2003, extendiendo a 16 años su mandato en la ciudad de las diagonales.

Hasta hace poco, quienes lo conocían del mundo de la política aseguraban que de sus muchas habilidades, la que más se destacaba era la ser un hábil negociador, un hombre capaz de obtener acuerdos donde todo era disputa. Sin embargo, obligado por su cargo a ser uno de los protagonistas de la batalla sin límites que el Gobierno encaró contra el grupo Clarín, ese perfil parece haber mutado de negociador en “apretador”. Es que el ministro de Justicia Julio Alak -de él hablamos- protagonizó en la semana que termina algunos episodios vergonzosos para el cargo que ocupa, que poco tienen que ver con el rol de coordinación de políticas entre el Poder Ejecutivo y el Judicial que debería ser su función principal.

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Es inevitable no vincularlo con el cordobés José Manuel de la Sota, de quien fue precandidato a vicepresidente.
Ganó en 1991, 1995, 1999 y en 2003, extendiendo a 16 años su mandato en la ciudad de las diagonales.

Hasta hace poco, quienes lo conocían del mundo de la política aseguraban que de sus muchas habilidades, la que más se destacaba era la ser un hábil negociador, un hombre capaz de obtener acuerdos donde todo era disputa. Sin embargo, obligado por su cargo a ser uno de los protagonistas de la batalla sin límites que el Gobierno encaró contra el grupo Clarín, ese perfil parece haber mutado de negociador en “apretador”. Es que el ministro de Justicia Julio Alak -de él hablamos- protagonizó en la semana que termina algunos episodios vergonzosos para el cargo que ocupa, que poco tienen que ver con el rol de coordinación de políticas entre el Poder Ejecutivo y el Judicial que debería ser su función principal.

Cuando la embestida oficial contra el mayor multimedios del país parecía destinada a chocar contra los designios de los jueces, el funcionario no dudó en calificar una medida de ese tipo como “un alzamiento en contra de una ley de la Nación”. Sus palabras fueron calificadas de “extorsivas” por todo el arco opositor, que demandó su renuncia, aunque sin lograr el mas mínimo resultado. También los magistrados de todo el país condenaron su accionar.

Un perfil cambiante

Alak, hoy definido como ultrakirchnerista, no siempre defendió los ideales del movimiento nacional y popular. Políticamente, se sintió identificado y defendió a ultranza al menemismo, luego hizo lo mismo con el duhaldismo y, en medio de rumores para 2015, es inevitable no vincularlo con el cordobés José Manuel de la Sota, de quien a principios de la década pasada llegó a ser precandidato a vicepresidente de la Nación.

Alak proviene de un hogar humilde de La Plata. Su padre murió cuando era muy chico, y eso hizo que con apenas 13 años saliera a buscar trabajo. Fue cadete de una imprenta y luego periodista en algunas publicaciones menores hasta que llegó a trabajar en el diario más importante de su ciudad: El Día. Ese trabajo le permitió pagar sus estudios de abogado en la universidad platense. Durante sus años de estudiante comenzó su militancia política en el grupo universitario APU, una rama platense del grupo Unidos, que encabezaba a nivel nacional el exvicepresidente Chacho Álvarez.

Desde allí se sumó al Partido Justicialista y, en una primera etapa, se acercó a la Renovación Peronista que encarnaba Antonio Cafiero.

El viejo caudillo fue su padrino político cuando en 1991, y con solo 32 años, se postuló para intendente de La Plata, una ciudad con una larga historia radical... y ganó. Y no lo hizo sólo en 1991, sino también en 1995, en 1999 y en 2003, extendiendo a 16 años su mandato en la ciudad de las diagonales.

Desde ese cargo, fue primero un fiel seguidor del expresidente Carlos Menem. Luego, cuando Eduardo Duhalde decidió enfrentar al riojano, se sumó a sus huestes y se transformó en un duhaldista convencido. Y tras la llegada al poder de Néstor Kirchner, mutó en entusiasta kirchnerista. Queda claro que lo suyo, antes que el menemismo, el duhaldismo o el kirchnerismo, es el pragmatismo.

Un ejecutor

De su paso por la ciudad de La Plata los vecinos recuerdan importantes obras de distribución de agua potable e instalación de cloacas. Fue también, dicen, el intendente que más cuadras pavimentó. De sus hábiles negociaciones con los sucesivos Gobiernos nacionales consiguió además importantes obras para la ciudad, como la autopista Buenos Aires- La Plata, el Teatro Argentino y el Estadio único.

La nota negativa de su paso por la intendencia, según sus detractores, es que jamás permitió que crezca a su sombra otro político, ya sea de su partido u opositor. Por eso, su sucesión se determinó en una durísima batalla de descalificaciones personales con el actual intendente, Luis Bruera, en la que ambos sacaron a relucir lo peor de cada uno.

Junto a la Presidenta

Tras perder esa disputa, en 2008 se retiró por algunos meses de la política hasta que fue convocado por la presidenta Cristina de Kirchner para conducir Aerolíneas Argentinas, en la que el Estado acababa de tomar la conducción. Durante su gestión la compañía de bandera comenzó un polémico proceso de renovación de la flota cuya transparencia es analizada por la Justicia, a partir de las denuncias de corrupción realizadas por legisladores de la oposición. El, sin embargo, destaca como logro personal el “ordenamiento” de la compañía, aunque sus detractores dicen que lo hizo otorgando espacios de poder a gremios y sectores internos, conformando una trama que condicionó las acciones de la actual gestión.

Su buena llegada con la Presidenta (ambos son de La Plata) le permitió en julio de 2009 saltar al gabinete nacional como ministro de Justicia, cargo en el que fue confirmado tras la reelección de la mandataria.

El ministerio no le aportó mayor brillo a su proyecto personal. Mas bien tuvo, hasta las últimas dos semanas, un papel segundón en el funcionamiento del Gobierno. Pero la guerra con Clarín lo volvió a los primeros planos. En esta instancia le tocó ser un defensor a ultranza de los excesos del oficialismo, que no reparó en la división de poderes ni en las formas para tratar de imponer su posición. Está claro que Alak no tiene margen para cuestionar las órdenes que recibe de la Casa Rosada. Pero con sus formas duras y arrogantes, tampoco hizo mucho por ayudar a su imagen. A la vista de todos, ya no es el ministro negociador; ahora es el “apretador”.

 

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