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Y mi verdadero nombre es...

Sabado, 21 de julio de 2012 19:46

Pocos pierden el tiempo pensando en la enorme importancia del nombre propio, ese que acompaña a la persona durante la vida y que después, identifica su recuerdo. Claro que hay nombres y nombres. Pero por cuestionable que sea el que los padres eligieron, cada uno le va imprimiendo tal personalidad y pertenencia a esa palabra que lo denomina, que se vuelve relativa su belleza o dureza.

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Pocos pierden el tiempo pensando en la enorme importancia del nombre propio, ese que acompaña a la persona durante la vida y que después, identifica su recuerdo. Claro que hay nombres y nombres. Pero por cuestionable que sea el que los padres eligieron, cada uno le va imprimiendo tal personalidad y pertenencia a esa palabra que lo denomina, que se vuelve relativa su belleza o dureza.

Al parecer, en el mundo artístico, el de las estrellas del cine y la televisión, estos cuestionamientos tienen su límite en la oportunidad de fama que promete un simple cambio de nombre o de identidad pública. Esto se generalizó en el ambiente de la música porque las discográficas solían proponer a los artistas nombres más comerciales, que tuvieran pocas sílabas y se pegotearan en la memoria de la gente. Así, por ejemplo, Gladis Osorio pasó a ser un día (y para siempre) la mítica Mercedes Sosa.

Los que tienen entre 35 y 40 años se habrán cruzado con alguna Tormenta, como la cantante de: “Ay que ganas que tengo de amarlo, de correr a sus brazos de nuevo, de morderle la boca despacio...”. Tendrían que haberse llamado Liliana, como ella, que es de apellido Maturano.

Leyendas

Los nombres que se eligen para los artistas no solo cumplen la regla de ser cortos sino que además, muchos pretenden tener cierto aire de elite y hasta sonar afrancesados, como en el caso de María Rosa Martínez Suárez cambiado por el de la legendaria Mirtha Legrand. Y escribiendo sobre leyendas, vale contar que allá por los años 60, los representantes de Hilda Carrindo pensaron que ese no era nombre para una sex symbol y sin dudarlo, rebautizaron a la chica que preguntaba “¿qué pretende usted de mí?”, como Isabel “La Coca” Sarli. Igualmente, deben de haber cientos, miles de Roberto Sánchez, pero siempre habrá un solo Sandro. Como no es lo mismo decir María Esther Traverso que recordar a Niní Marshall, pionera de la comedia y el humor, cuyo nombre artístico lleva el teatro de Tigre, en Buenos Aires.

Cortos y con estilo

Está claro que un buen representante debe encontrar una identidad acorde con la grandeza de la estrella que quiere catapultar a la fama. En la Argentina, el origen de esta costumbre se remonta a la década del 60 y, aunque cada vez se estila menos, los nombres artísticos perduran. De lo contrario el galanzote conocido como Juan Darthés usaría su verdadero nombre: Juan Rafael Pacífico; el popular Diego Torres sería Diego Caccia, como lo nombraron al nacer; Arnaldo André no hubiese acortado su nombre real: Arnaldo Andrés Pacua; el lindo de Laport se llamaría para el público Rubens Osvaldo Jesús Udaquiola Laport, como en verdad se llama; y Antonio Rebolini no hubiese cambiado su nombre por Antonio Grimau. “Grimau es un soldado que participó de la Guerra Civil Española, se llamaba Julián”, contó el galán. El Emilio Disi, quien estuvo en el tapete días pasados por la resurrección de un viejo-nuevo conflicto con su ex Dorys del Valle, se llama en verdad Emilio Roberto Parada y, según contó su hija Cecilia, “a los 18 años abrió una guía telefónica al azar, leyó "Optica Disi' y así se hizo llamar”.

Un nombre más fácil de pronunciar y de recordar o con “estatus” puede barrer con el nombre original antes de que este sea pronunciado. Otra razón de peso, al menos hace unos veinte o treinta años, era que el apellido fuera judío, como en el caso (entre muchísimos otros) de Adrián Schwarz Kirzner, que pasó a llamarse Adrián Suar; y el periodista deportivo Lázaro Silverman, reconocido como Marcelo Araujo.

Una lista increíble

Y la farándula sorprende tanto que la lista que sigue lo dejará perplejo: Rodolfo Francisco Marabotto es Pablo Alarcón; Graciela Zabala es Graciela pero con el apellido de un gran escritor: Borges; Luisa Noemí Gnazzo es Luisina Brando; Alberto Fernando Puchulu es Fernando Bravo; Fuad Jorge Jury es Leonardo Fabio; Norberto Palese es Cacho Fontana; Heráclito Catain Rodríguez, increíble, pero es el popular Horacio Guaraní; María Cristina Lancelotti es la potente Valeria Lynch; Norma Delia Orizzi es Norma Pons; Raúl Jorge Tignarelli es Raúl Taibo, quien trabaja por estos días en La Dueña; Melito Espartaco Margozzi, otro nombre increíble, es el muy recordado Darío Víttori; Federico Diego Pérez es el humorista Fredy Villarreal; Federico Hoffmann es el romántico Sergio Denis; Ana María Casanova, ya se sabe, es Moria Casán; Clotilde Acosta es la eterna Nacha Guevara; Ricardo Daniel Carías es la Tota Santillán; Lidia Elsa Satragno se resumió en Pinky; Catalina Aleman es Katia Aleman; María José González Botana es la supermamá y cocinera mediática Maru Botana; y Julio Hirsch es Julio Chávez, gran actor, protagonista de El Puntero, ganador del Martín Fierro de oro 2012.

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