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La realidad le impuso la agenda a los candidatos

Domingo, 20 de octubre de 2013 01:45

La fatalidad se encargó otra vez de poner en agenda lo que la clase política no estaba debatiendo. El accidente de ayer, cualquiera sea su causa, le aporta un giro inesperado al último tramo de la campaña, en el que el oficialismo se verá obligado a explicar detalladamente qué hizo para mejorar el estado de los trenes y la oposición tendrá que ser muy específica en propuestas concretas que excedan los discursos proselitistas.

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La fatalidad se encargó otra vez de poner en agenda lo que la clase política no estaba debatiendo. El accidente de ayer, cualquiera sea su causa, le aporta un giro inesperado al último tramo de la campaña, en el que el oficialismo se verá obligado a explicar detalladamente qué hizo para mejorar el estado de los trenes y la oposición tendrá que ser muy específica en propuestas concretas que excedan los discursos proselitistas.

Se desconoce si la nueva tragedia ferroviaria tuvo que ver con una falla del maquinista, con un desperfecto del tren, con la falta de inversión de la empresa concesionaria, con la ausencia de controles del Gobierno o con un complot sindical. Lo que queda claro una vez más es que el transporte público, a diez años de crecimiento a tasas chinas, sigue siendo una enorme deuda pendiente del Estado con la sociedad. Eso es aplicable tanto para los ciudadanos que usan diariamente el servicio como para las provincias que no pueden utilizarlo como Salta y Jujuy. Promesas hay todos los días, eso es verdad, pero las soluciones de fondo casi nunca aparecen.

Increíblemente, la pésima situación del transporte en la Argentina, incluyendo el rol de los maquinistas, fue uno de los temas más ausentes de la campaña. Se habló del bochornoso video de Juan Cabandié, de la dualidad discursiva de Sergio Massa, de la relación entre Jésica Cirio y Martín Insaurralde y de las internas en el Gabinete tras la operación de la Presidenta. Poco se habló, tal como ocurre siempre en el país, de los problemas reales que le tocan vivir a diario a los ciudadanos, y por ese lado puede encontrarse alguna pista de por qué hay tanto desencanto popular hacia las clases dirigentes.

Solo en los últimos tres años, el Sarmiento ya provocó más de 1.200 heridos. La cifra, que a cualquiera le pone la piel de gallina, es inapelable: hay desidia oficial en el control del servicio, hay desidia oficial en materia de inversiones o hay desidia oficial en la selección del personal; no hay muchas más vueltas que darle.

De hecho, quien tocó tangencialmente el tema estos días no fue un candidato de ningún partido sino el ministro de Interior y Transporte Florencio Randazzo, quien anunció un censo para detectar si hay ñoquis en el sistema ferroviario. Ninguna auditoría puede ser rechazada porque tiende a buscar la excelencia, pero dos días después del anuncio se produjo una tragedia de grandes latitudes que deja en evidencia que el problema del transporte va mucho más allá de los trabajadores que se desempeñan en él.

En ese contexto, sorprendió que esa auditoría en busca de ñoquis no se haya dado también en ninguna dependencia estatal, donde es de público conocimiento que hay mucha gente que cobra sin trabajar. Esa falta de equilibrio entre esos dos factores suena más a estrategia política para evitar los costos del mal manejo del transporte que a una medida real tendiente a normalizar una plantilla de empleados que obviamente padece de fuertes irregularidades.

¿Qué medidas concretas tomará el oficialismo para revertir estos recurrentes accidentes? ¿Cuál es la responsabilidad de los organismos de control si los maquinistas van durmiendo o leyendo libros en las cabinas? ¿Qué beneficio trajo hasta ahora la estatización de algunas líneas ferroviarias? Todas esas preguntas parecen haber quedado en el tintero, ya que los funcionarios públicos se ocuparon últimamente más de buscar responsables a los desperfectos de todos los días que a encontrar soluciones a futuro.

Randazzo, uno de los ministros más poderosos del Gabinete nacional, siempre se mostró públicamente ocupado por mejorar la situación ferroviaria, pero gran parte de su tarea quedó opacada por la poca importancia (recursos) que la Casa Rosada le da al tema. Un ejemplo puntual puede graficar bien esta afirmación: en el Presupuesto 2014 hay mil millones de pesos para reparar el Belgrano Cargas, pero casi toda la plata estará invertida en el tramo que va hasta Tafí Viejo, postergando una vez más en materia de transporte la situación de las provincias más pobres como Salta y Jujuy. Allí, pese a los altísimos índices de marginalidad que se viven, los costos de los fletes hacen aún más inviable cualquier tipo de producción regional.

La perspectiva electoral

Difícilmente lo ocurrido ayer vaya a cambiar sustancialmente lo que las encuestas pronostican para el domingo próximo, que no es otra cosa que una ratificación de lo sucedido el 11 de agosto. Las cartas ya están echadas y es muy poco probable que el kirchnerismo vaya a perder muchos votos por esto, ya que sus respaldos suelen ser de convicciones firmes. Sin embargo, la nueva tragedia ferroviaria complica seriamente la instalación de que hubo una década ganada en el país solo porque la economía mejoró todos sus índices. El desarrollo de un país no se mide solo por el crecimiento del PBI o por los nuevos puestos de trabajo que efectivamente se crearon, se mide también por cuál es la calidad de vida de la gente.

La oposición ya salió a apuntarle al Gobierno por el nuevo accidente, pero ahora deberá proponer medidas concretas que contrasten seriamente con las que propondrá el Gobierno. Las elecciones del domingo serán, sin duda, el comienzo de la transición hacia 2015, una transición que amenaza con no ser lo tranquila que cualquiera podría esperar para cambios fundacionales como el que vendrá.

 

 

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