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El Cabildo de Salta y su Museo: pasado y presente

Sabado, 09 de julio de 2016 01:30
Manuel Belgrano en una de las joyas pictóricas que atesora el Museo Histórico del Norte. Foto. Juan Barthe.
Transcurría el 17 de abril de 1582 cuando el licenciado Dn. Hernando de Lerma dispuso el solar que le correspondería al Cabildo de Salta.
Su construcción no fue inmediata pero la designación de sus autoridades sí lo fue. Su función principal durante los años de la colonia, fue regular la vida cotidiana de la ciudad y sus pobladores. Iniciado el siglo XIX fue protagonista directo de los acontecimientos políticos que ponían fin al orden colonial e iniciaban la etapa que concluiría más tarde en la Declaración de la Independencia en 1816. En esos críticos momentos, en sus salas se tomaron decisiones políticas fundamentales para el destino de la patria. Por sus patios y galerías transitaron hombres como Belgrano y Güemes y, cuando más tarde ya lograda la independencia, dejó de cumplir las funciones de institución colonial, pasó a ser sede de la Policía y de la Casa de Gobierno hasta 1880. Luego fue vendido en subasta pública y ocupado por inquilinos particulares y negocios hasta que una oportuna intervención del doctor Carlos Serrey propuso recuperarlo, iniciándose las tareas de recuperación del edificio en 1942, bajo la cuidadosa dirección del arquitecto Mario Bushiazzo, lo que evitó su destrucción total. Por Ley 12.345 fue declarado Monumento Histórico Nacional y desde el 14 de agosto de 1949 es sede del Museo Histórico del Norte.
Hoy, además se hallan bajo una misma dirección el Museo Presidente José Evaristo Uriburu y el Museo Posta de Yatasto, ambos, también Monumentos Históricos Nacionales.

Historia y memoria

Esta breve introducción es una ajustada referencia que nos permite pensar que cuando aquella generación de hombres del cuarenta pensaron en rescatarlos, restaurarlos y convertirlos en museos y monumentos, lo hicieron reconociendo que eran lugares de historia y memoria.
Comprendían que era necesario preservar en ellos un patrimonio cultural hasta entonces poco valorado, como también difundirlo al conocimiento de los argentinos.
Transcurridos más de 60 años desde su creación se pueden reconocer dos momentos distintivos en la historia del Museo Histórico del Norte: uno que comprende desde su creación hasta comienzos de la década de los ochenta y otro, desde entonces a la actualidad.
La primera etapa estuvo caracterizada por conformar su fondo patrimonial y visibilizar a su comunidad sus objetivos como institución cultural preocupada por la afirmación de una identidad nacional. De esto se infiere que prevalece al momento de creación del Museo la idea decimonónica -heredera de la Revolución Francesa- que sostenía que el patrimonio pertenece a todos los ciudadanos y todos deben tener la posibilidad de contemplarlo.
Es evidente la relación entre Museo, Patrimonio y Nación. En estrecho correlato a esta relación, se asigna a los museos un fin pedagógico patriótico. Esta última será poco explorada en esta primera etapa, quizás porque su primer director, monseñor Miguel Angel Vergara -historiador y museólogo- se abocaría más a la formación de la colección y su estudio y a la organización y atención del museo. Contó para ello con proyectos de organización del museo y catalogación de las piezas, tales como los presentados por colaboradores como Carlos Gregorio Romero Sosa y el de Dagoberto Pappi.
La segunda etapa acompañó a los propósitos de las nuevas políticas culturales que surgen a partir de la restauración democrática en el país. Apertura, accesibilidad, participación fueron líneas directrices para la propuesta a los nuevos públicos. El museo redefine su misión y se centra en nuevas instancias de capacitación, en especial a los docentes.
Acompaña a esto la investigación histórica y museológica con renovadas estrategias de acercamiento al patrimonio. Es el caso de la oferta de talleres sobre variados temas y destinados a variados públicos. Crear pertenencia con el patrimonio propio y respeto por la diversidad es un principio compartido por las instituciones museológicas.
Preocupado por superar relatos lineales y hegemónicos, el Museo Histórico del Norte renovó sus exposiciones y sus explicaciones al público atendiendo a nuevos aportes historiográficos con preocupación por mostrar las diferentes memorias y la diversidad cultural sin ocultar los conflictos que esto conlleva. Así se estableció explicar al visitante la historia regional con referencia a tres períodos: el prehispánico, el colonial y el de la independencia, incorporando al guión museológico una perspectiva analítica socio política y cultural renovada. Este camino a partir de los noventa se complejizó focalizándose en la preocupación por mejorar la presentación y explicación de los diversos conflictos, memorias y demandas de los múltiples actores sociales. Ello demandaba del museo ser un ámbito de contestación y negociación cultural.
A esta altura es dable reconocer que el Museo Histórico del Norte, como otros,. comparte la idea de que el patrimonio que conservan y gestionan se redefine constantemente. Que la identificación con él genera siempre profundas tensiones, materiales y simbólicas. Que hablar de patrimonio no implica hablar de un tiempo pasado y muerto, sino de un tiempo tan vital como vívido.
Producto del cambio constante, nuevos desafío se nos presentan. Uno de los tantos es pensar qué lugar ocupan los museos y sus colecciones frente a la nueva sociedad de la información. Esta propone consumir “cosas culturales” con avidez voraz; todos producen, difunden y consumen; esta instantaneidad está modificando profundamente nuestra forma de pensar y valorar el pasado y el presente. Lo múltiple, lo instantáneo casi efímero, lo inestable, nos ofrece la ilusión de la originalidad perpetua. Así, nuestros objetos, esos que se cuidan y conservan en los museos, y que poco a poco devinieron en culturales, hoy nos enfrentan al interrogante de la forma en la que se percibe la duración que los contiene y los explica.
Ante la fecha conmemorativa, es propicio detenernos e invitar a pasar a nuestros museos. Allí se guardan sueños, pensamientos y sentimientos. Desde sus puertas y ventanas se aprecian colores, imágenes y formas que conectan y desconectan mundos, tiempos, culturas, personas, proyectos. Son un lugar entre tantos para pensar hoy, por ejemplo, en un modelo de gobernabilidad para la Nación del presente.
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Transcurría el 17 de abril de 1582 cuando el licenciado Dn. Hernando de Lerma dispuso el solar que le correspondería al Cabildo de Salta.
Su construcción no fue inmediata pero la designación de sus autoridades sí lo fue. Su función principal durante los años de la colonia, fue regular la vida cotidiana de la ciudad y sus pobladores. Iniciado el siglo XIX fue protagonista directo de los acontecimientos políticos que ponían fin al orden colonial e iniciaban la etapa que concluiría más tarde en la Declaración de la Independencia en 1816. En esos críticos momentos, en sus salas se tomaron decisiones políticas fundamentales para el destino de la patria. Por sus patios y galerías transitaron hombres como Belgrano y Güemes y, cuando más tarde ya lograda la independencia, dejó de cumplir las funciones de institución colonial, pasó a ser sede de la Policía y de la Casa de Gobierno hasta 1880. Luego fue vendido en subasta pública y ocupado por inquilinos particulares y negocios hasta que una oportuna intervención del doctor Carlos Serrey propuso recuperarlo, iniciándose las tareas de recuperación del edificio en 1942, bajo la cuidadosa dirección del arquitecto Mario Bushiazzo, lo que evitó su destrucción total. Por Ley 12.345 fue declarado Monumento Histórico Nacional y desde el 14 de agosto de 1949 es sede del Museo Histórico del Norte.
Hoy, además se hallan bajo una misma dirección el Museo Presidente José Evaristo Uriburu y el Museo Posta de Yatasto, ambos, también Monumentos Históricos Nacionales.

Historia y memoria

Esta breve introducción es una ajustada referencia que nos permite pensar que cuando aquella generación de hombres del cuarenta pensaron en rescatarlos, restaurarlos y convertirlos en museos y monumentos, lo hicieron reconociendo que eran lugares de historia y memoria.
Comprendían que era necesario preservar en ellos un patrimonio cultural hasta entonces poco valorado, como también difundirlo al conocimiento de los argentinos.
Transcurridos más de 60 años desde su creación se pueden reconocer dos momentos distintivos en la historia del Museo Histórico del Norte: uno que comprende desde su creación hasta comienzos de la década de los ochenta y otro, desde entonces a la actualidad.
La primera etapa estuvo caracterizada por conformar su fondo patrimonial y visibilizar a su comunidad sus objetivos como institución cultural preocupada por la afirmación de una identidad nacional. De esto se infiere que prevalece al momento de creación del Museo la idea decimonónica -heredera de la Revolución Francesa- que sostenía que el patrimonio pertenece a todos los ciudadanos y todos deben tener la posibilidad de contemplarlo.
Es evidente la relación entre Museo, Patrimonio y Nación. En estrecho correlato a esta relación, se asigna a los museos un fin pedagógico patriótico. Esta última será poco explorada en esta primera etapa, quizás porque su primer director, monseñor Miguel Angel Vergara -historiador y museólogo- se abocaría más a la formación de la colección y su estudio y a la organización y atención del museo. Contó para ello con proyectos de organización del museo y catalogación de las piezas, tales como los presentados por colaboradores como Carlos Gregorio Romero Sosa y el de Dagoberto Pappi.
La segunda etapa acompañó a los propósitos de las nuevas políticas culturales que surgen a partir de la restauración democrática en el país. Apertura, accesibilidad, participación fueron líneas directrices para la propuesta a los nuevos públicos. El museo redefine su misión y se centra en nuevas instancias de capacitación, en especial a los docentes.
Acompaña a esto la investigación histórica y museológica con renovadas estrategias de acercamiento al patrimonio. Es el caso de la oferta de talleres sobre variados temas y destinados a variados públicos. Crear pertenencia con el patrimonio propio y respeto por la diversidad es un principio compartido por las instituciones museológicas.
Preocupado por superar relatos lineales y hegemónicos, el Museo Histórico del Norte renovó sus exposiciones y sus explicaciones al público atendiendo a nuevos aportes historiográficos con preocupación por mostrar las diferentes memorias y la diversidad cultural sin ocultar los conflictos que esto conlleva. Así se estableció explicar al visitante la historia regional con referencia a tres períodos: el prehispánico, el colonial y el de la independencia, incorporando al guión museológico una perspectiva analítica socio política y cultural renovada. Este camino a partir de los noventa se complejizó focalizándose en la preocupación por mejorar la presentación y explicación de los diversos conflictos, memorias y demandas de los múltiples actores sociales. Ello demandaba del museo ser un ámbito de contestación y negociación cultural.
A esta altura es dable reconocer que el Museo Histórico del Norte, como otros,. comparte la idea de que el patrimonio que conservan y gestionan se redefine constantemente. Que la identificación con él genera siempre profundas tensiones, materiales y simbólicas. Que hablar de patrimonio no implica hablar de un tiempo pasado y muerto, sino de un tiempo tan vital como vívido.
Producto del cambio constante, nuevos desafío se nos presentan. Uno de los tantos es pensar qué lugar ocupan los museos y sus colecciones frente a la nueva sociedad de la información. Esta propone consumir “cosas culturales” con avidez voraz; todos producen, difunden y consumen; esta instantaneidad está modificando profundamente nuestra forma de pensar y valorar el pasado y el presente. Lo múltiple, lo instantáneo casi efímero, lo inestable, nos ofrece la ilusión de la originalidad perpetua. Así, nuestros objetos, esos que se cuidan y conservan en los museos, y que poco a poco devinieron en culturales, hoy nos enfrentan al interrogante de la forma en la que se percibe la duración que los contiene y los explica.
Ante la fecha conmemorativa, es propicio detenernos e invitar a pasar a nuestros museos. Allí se guardan sueños, pensamientos y sentimientos. Desde sus puertas y ventanas se aprecian colores, imágenes y formas que conectan y desconectan mundos, tiempos, culturas, personas, proyectos. Son un lugar entre tantos para pensar hoy, por ejemplo, en un modelo de gobernabilidad para la Nación del presente.
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