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Ananá: innovación en las frutas tropicales en Salta

El cultivo de esta fruta se presenta como una gran oportunidad de generar actividad a contra estación de otras producciones tradicionales del norte salteño. La superficie plantada hasta ahora no supera las 20 hectáreas.
Martes, 12 de diciembre de 2017 18:26

Por Carlos A. Suárez, ingeniero agrónomo

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Por Carlos A. Suárez, ingeniero agrónomo

En lo que hace a cultivos tropicales, el norte de nuestra provincia cuenta con abundancia de evidencias de sus posibilidades productivas: banano, mango, palta, papaya, guayaba, maracuyá y muchos otros, inclusive impensados. En las ciudades de Orán y Tartagal, existen grandes ejemplares de cocoteros y viejos árboles de café y cacao en varias casas.

Por supuesto que la mera presencia de estas y otras especies no indica necesariamente que su cultivo sería un éxito comercial. Por ejemplo, el café que en las últimas décadas del siglo pasado dio sobradas muestras de productividad y calidad, llegó a ocupar varios cientos de hectáreas de sotobosques de la Selva Oranense. Pero su cosecha requiere una gran cantidad de mano de obra, más propia de la agricultura familiar que de nuestras microempresas agropecuarias. Hoy en extensas parcelas permanecen abandonados aún esos cafetales -a excepción de un caso muy meritorio- conviviendo armónicamente con la Selva y sumando un detalle colorido a nuestras fronteras desiertas.
En otros casos como el de la banana se desarrolló hasta los años 90, un emporio bananero salteño de alrededor de 10.000 hectáreas, cuyo movimiento económico superaba inclusive al tabaco, pero la persistente diplomacia de terceros países, con capacidad para seducir a los funcionarios de turno, sumada a la agresiva política comercial de vender barato y fiado para licuar el mercado, más algunos problemas climáticos, terminaron de transformar a aquellos obreros y sus hijos en bagayeros de frontera.
Estas líneas pretenden llamar un poquito la atención sobre otro cultivo, presente en pequeñas parcelas desde hace menos de treinta años y donde hay un enorme potencial a desarrollar. El ananá salteño es una fruta sobresaliente en su calidad de consumo. Su perfume exquisito, sumado a una dulzura incomparable y un sabor excelente nos pone frente a algo que merece hasta tener una denominación de origen y a venderse por aparte de aquellas frutas de ocasión que nuestro país importa. La superficie plantada hasta ahora no supera las 20 hectáreas, lo que resulta ínfimo comparado con las 300 en cultivo en Misiones.

Dificultades a sortear
Se trata de un cultivo intensivo, donde son precisas entre 30 y 40 mil plantas por hectárea, y donde se aplican todas las técnicas hoy propias de la horticultura. Riego por goteo, mulching, inducción floral, tapaderas o coberturas, etc. Pero la posibilidad de estar presente en el mercado local, regional y nacional con un producto de excelencia entre los meses de septiembre a marzo es, sin duda, una gran oportunidad para la producción.
La pregunta de muchos es: y si es tan bueno, ¿cómo no se desarrolla más? Y se puede contestar que las causas son diversas.
La primera es, sin duda, la ausencia de material de plantación adecuado, en cantidad y calidad. Los productores bananeros podían implantar una hectárea con mil hijuelos, en el caso del ananá resulta muy difícil llegar a tener 30 o 40 mil plantines para llevar al campo. Asimismo, la sanidad y uniformidad de las plantitas es un tema clave.
La segunda es el desconocimiento sobre el funcionamiento local del cultivo, especialmente en lo referido a la inducción floral, que ocurre naturalmente en nuestro norte durante el mes de junio, llevando a una floración de octubre y una maduración de enero o febrero, alejándonos de la importante demanda de las fiestas de fin de año. Es por ello, que la aplicación correcta de productos inductores de floración debe programarse para los meses de marzo, abril y mayo, logrando entonces cosechas desde septiembre en adelante. Para el logro correcto de la inducción es preciso que las plantas superen un determinado tamaño para que la fruta sea de tamaño comercial.
La tercera es la implementación de una tecnología apropiada, que asegure las cosechas y reduzca los costos, como es el sistema de sombreaderos con mallas media sombra de 50%, ensayado con mucho éxito en una parcela demostrativa en la EECT INTA Yuto, que simplifica la protección del frío a la vez que permite dejar de lado en la primavera la protección individual de los frutos cuando son susceptibles a las quemaduras del intenso sol. Este sistema puede mejorarse aun recogiendo las mallas en los meses de muy baja luminosidad de marzo y abril, mejorando la fotosíntesis del cultivo.
Otro detalle que merece la máxima atención es la incorporación de variedades resistentes a la fusariosis, una de las peores enfermedades del cultivo, junto a una apropiada tecnología de viveros, que permita iniciar plantaciones con plantas sanas y uniformes.

Con estrategias y sentido común
Si suponemos una meta de producción de 100 hectáreas a cinco años -la tercera parte de lo que hay en la provincia de Misiones-, podemos suponer una cosecha, en cuatro o cinco meses, del orden de las 3.000 a 4.000 toneladas o 150.000 cajas o jaulas, cuyo valor de referencia en el mercado puede ubicarse en el orden de los 300 a 400 pesos por bulto; es decir, más de 50 millones de pesos por año.
Las frutas que pudieran dañarse accidentalmente o no tuvieran el tamaño adecuado, pueden destinarse a la industria, elaborando helados, dulces, pulpas, conservas, agregando a yogures, etc.
Y si hablamos un poquito de estrategias y sentido común, podemos mencionar como ventajas la sustitución de importaciones (que en algún momento será un aspecto de interés para los gobernantes), seguida de que tener una cosecha en los meses donde no hay hortalizas de primicia o cítricos es una posibilidad de estirar los trabajos estacionales o volverlos permanentes. 
Los ingresos por ventas de octubre a marzo son algo invaluable para las empresas locales, que normalmente deben sostener pesadas estructuras laborales desde la finalización de sus cosechas habituales hasta tener nuevos ingresos en mayo.
Si bien los ingresos son importantes, también es cuantiosa la inversión en cantidad de insumos y tecnología, envases, fletes, asesoramiento técnico profesional, viveros, etc., aparte de la importante cantidad de mano de obra necesaria.
Por último, quisiera remarcar que la fruta que se puede hacer aquí, en Salta, es excepcionalmente buena, muy dulce, jugosa y perfumada, fácilmente diferenciable de esas cosas con forma de ananá que se importan a granel y depositan en cámaras por largo tiempo y que seguramente inspiraron aquel famoso bolero llamado “Sabor a Nada”. Nuestro ananá puede y debe diferenciarse con una etiqueta o marcas que indiquen claramente su origen y mayor calidad de consumo Esto significa que otra vez tenemos una oportunidad. Se llama desarrollo.

 

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