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El analfabeto de la posmodernidad

Martes, 21 de marzo de 2017 00:00

En 1869, durante la presidencia de Domingo Faustino Sarmiento, se realizó el primer censo de población en la República Argentina. Este reveló una población total de 1.877.490 habitantes; de ellos 88.933 correspondían a Salta con una cifra apenas menor que la de Santa Fe, que tenía 89.117, pero por delante de diez provincias y territorios nacionales.

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En 1869, durante la presidencia de Domingo Faustino Sarmiento, se realizó el primer censo de población en la República Argentina. Este reveló una población total de 1.877.490 habitantes; de ellos 88.933 correspondían a Salta con una cifra apenas menor que la de Santa Fe, que tenía 89.117, pero por delante de diez provincias y territorios nacionales.

El analfabetismo de la población mayor de 10 años en el país fue del 78% según unas fuentes y 80% según otras. La ciudad de Bs. Aires tenía sólo 54%, Salta tenía el 88% de su población analfabeta. Era el siglo 19.

En este siglo XXI el Censo Nacional de 2010 mostró que el porcentaje de población de 10 años y más de todo el país que no sabía leer y escribir, había disminuido a solo 1,9%. ¿Puede estar satisfecha la Argentina con esa disminución del analfabetismo?

La respuesta es sí y no. Lo que era bueno en una época puede no ser suficiente para la que le sigue.

El voto electrónico

Aparte del hecho probado que muchos estudiantes y adultos, como lo demostraron entre otras pruebas, los informes PISA, saben leer pero no comprenden lo que leen, las estadísticas censales han mostrado solo una faceta: la alfabetización en lenguajes naturales que se hablan en el territorio nacional, el castellano, junto a algunas otras lenguas como el quechua, el wichi o el guaraní. Pero los entrevistados no saben leer lenguajes artificiales como el Fortran o Cobol, creados en los inicios de los sesenta o los más actuales Basic y Java, ideados para las necesidades de las nuevas tecnologías informáticas, tecnología que gran parte de la población usa todos los días. Estos crípticos lenguajes no pueden ser leídos ni decodificados en el país por un porcentual mucho mayor que el que alcanzaban los analfabetos del censo sarmientino. Conocen quizá su existencia y sus nombres, pero el dominio de su lectoescritura está limitado a una cantidad muy pequeña de personas, pese a estar ya muy avanzado el siglo.

Esto no es un tema menor; preocupa a los educadores pero también a los políticos, en especial cuando está en juego la instalación del sistema de voto informático, defendido por pocos y sospechado por muchos.

Sarmiento en su obra "Comentarios de la Constitución de la Confederación Argentina" señalaba que no había en 1853 suficientes abogados para constituir los poderes judiciales de la Nación y de las provincias ni fondos suficientes para establecer tribunales en las provincias pobres, agregando: "Provincias hay que no cuentan morando en ellas cuatro personas que hayan cursado estudios legales y en no pocas la judicatura está por necesidad librada al buen sentido y a las inspiraciones de la conciencia".

Hoy ese escenario parece reproducirse: la Constitución de la Provincia establece en su artículo 58 un Tribunal Electoral permanente que preside el Presidente de la Corte de Justicia y lo integran dos jueces de Corte y dos de Cámara. Entre los variados deberes y funciones que le impone dicha norma está la de oficializar candidaturas, aprobar las boletas a utilizar en los comicios y practicar el escrutinio definitivo. Para todas estas actividades, cuando se usa un programa de computación como en el caso del voto electrónico, los integrantes del Tribunal debería contar con conocimientos que les permitan leer los programas utilizados. Pero resulta conjeturable que, dicho con todo respecto, el Tribunal Electoral también sea, al igual que la mayoría de los ciudadanos, analfabeto respecto de los lenguajes artificiales como los que se utilizan en las tecnologías de la información y la comunicación en este siglo XXI. Quizá en dos o tres décadas la situación haya cambiado; desde 2015 la escuela pública en la Ciudad de Buenos Aires, enseña códigos desde la infancia para que los chicos también puedan crear sus propios programas informáticos. En Córdoba, la Unión de Educadores de esa provincia junto a la Universidad Nacional de Córdoba inició un plan de capacitación de docentes en varias localidades, llamado "La programación y su didáctica". En otros sitios, gracias a las iniciativas públicas Program.AR y Codecademy, se enseña a los niños a escribir códigos, que desarrollan así su creatividad y el pensamiento lógico. Pero los resultados naturalmente no serán inmediatos. Pero se siembra esperanza con una divisa que algunos sintetizaron "Programar, no que te programen".

El tema en un mundo en cambio

La Fundación Vía Libre (https:/ /www.vialibre.org.ar/), una entidad civil sin fines de lucro que trabaja en apoyo del software libre, que es lo contrario del software secreto tipo Microsoft, publicó en el matutino porteño La Nación una columna de opinión en la cual señalaba los inconvenientes y los peligros, que rodeaban al voto electrónico.

En ella se destacaron los siguientes:

1) Dificulta la participación ciudadana porque los ciudadanos, analfabetos tecnológicos en esta época, ejercen se derecho al voto pero pierden su otro derecho: el de controlar y auditar el acto electoral; 2) Pone en riesgo el voto secreto del sufragio, los sistemas electrónicos en el acto electoral lo hacen más vulnerable a su violación; 3) Pone en riesgo la integridad del voto al desmaterializar a éste; 4) Privatiza el acto, lo terceriza, porque estas soluciones son siempre soluciones propuestas por el sector privado, y por qué no decirlo, vinculado al sector estatal. Estas ideas se expresaron hace cinco años a través de un periódico de neto corte netamente. Llamativamente, hace un poco más de un mes el diario Página 12, que está en las antípodas de La Nación, llegaba a idénticas conclusiones en una crónica acerca de los miedos de Holanda, país que fue pionero del voto electrónico al permitirlo en 1965. Ese país tenía elecciones el pasado 15 de marzo de este año, y la crónica informaba que ante temores de hackeos, y con el antecedente de la elección de EEUU, Holanda volvía al voto en papel, debido a informes que mostraba riesgos de interferencias. En las elecciones de renovación del Parlamento se temía que Geert Wilders, líder de la extrema derecha e impulsor del abandono por parte de Holanda de la Unión Europea, podría beneficiarse de un hackeo, concretamente del gobierno ruso. La elección holandesa es la primera que se hizo en el mundo desde que Donald Trump llegó a la Casa Blanca, envuelto en el escándalo por la presunta injerencia rusa mediante un ciberataque ocurrido el día que se votó en EEUU.

En realidad Holanda ya había tomado la decisión mucho antes: en 2008, el gobierno anunció que volvía a los sistemas electorales basados en papel ante la certeza de la vulnerabilidad del sistema; dos años antes un equipo de investigadores comprobó que el sistema de voto electrónico utilizado presentaba fallas de seguridad. Junto a Holanda otros países que han paralizado el uso del voto electrónico o directamente lo han prohibido son Alemania, Inglaterra, Finlandia e Irlanda, mientras que los países que lo utilizan son Bélgica, Brasil, EEUU, Estonia, Filipinas, India y Venezuela. Los EEUU son un caso aparte, las máquinas y la rapidez está instalada desde sus inicios en la cultura de ese país. En 1892 utilizaron por primera vez una máquina a palancas en una elección. Y por otra parte cada Estado, e incluso cada Condado, deciden autónomamente sobre la forma y recursos electorales a utilizar.

Según el sitio de internet de la Dirección de Régimen Jurídico, Servicios y Procesos Electorales del Gobierno vasco (http://www.euskadi. eus/botoelek/ve_mundo_c.htm ), el cual comunica de forma regular sobre la evolución y desarrollo del voto electrónico en el mundo, el resto de los países que practican regularmente elecciones libres y democráticas, no tienen certezas del beneficio que pueda tener ese sistema, tal vez a causa del analfabetismo tecnológico, pero tampoco lo han prohibido.

La colonización de los comicios

El 2017 es año de elecciones y la provincia tiene que evitar repetir el error de hacer del voto electrónico una fuente de desencuentros. Así como no avanzó el consenso sobre las máquinas que mostraron un desempeño diferente al esperado, tampoco se ha informado a la población que nuevas acciones llevó a cabo el gobierno para garantizar la transparencia del voto electrónico.

Va a llegar el tiempo comicial y se verá nuevamente la improvisación que caracteriza al gobierno de la Provincia. Más que con decisiones bonapartistas o con leyes logradas por mayoría automática, sin consenso político y ciudadano, una razonable medida sería virar el rumbo y volver a la boleta papel y el conteo manual inmediato al cierre de los comicios.

No existe consenso sobre la privatización de los comicios, la tercerización del acto fundante de la legitimidad de los electos, ni tampoco la hay respecto de la desaparición de aquel inviolable ámbito de privacidad que otorga al cuarto oscuro, dejando a quien vota solo frente a la urna y frente a su responsabilidad cívica.

No es el tiempo todavía del uso de códigos informáticos, que pocos privilegiados saben leer, para resolver que ha dicho la voluntad popular. Debería por ahora continuarse con el uso del idioma nacional volcado al papel de la boleta partidaria, que puede llegar en ancas de unos algoritmos de ese idioma artificial, construido con solo dos signos: 0 y 1.

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