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Por un whisky, amenazó a los guardias con hacerlos “picadillo” 

Refrán: “Yerro es tomar, lo que no podrás tornar.” 
Domingo, 14 de octubre de 2018 00:12

Según la Real Academia Española (RAE) la palabra “ladrón” alude a quien comete un hurto o un robo. Se trata, por lo tanto, de una persona que delinque, ya que hurtar y/o robar son delitos castigados por la ley penal.

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Según la Real Academia Española (RAE) la palabra “ladrón” alude a quien comete un hurto o un robo. Se trata, por lo tanto, de una persona que delinque, ya que hurtar y/o robar son delitos castigados por la ley penal.

El robo consiste en apoderarse de cosas ajenas mediante del uso de la violencia o de la intimidación, mientras que el hurto también implica tomar cosas ajenas, pero sin que participe la fuerza ni el enfrentamiento, sino de forma silenciosa mientras los dueños no se encuentran presente, directamente, en la escena.

Dentro del primer rubro existen ciertos robos que adquieren una magnitud que los convierte en auténticas leyendas y a sus protagonistas en “estrellas”. Pero también están los otros, los que “juegan” en las ligas menores, los que en la jerga policial se los conoce como “ladrones de poca monta”. 

De manera despectiva se los llama ratero, ladronzuelo, pillo de baja ralea, estraperlista, chorizo, etc. Palabras más, palabras menos, son los que no están dotados de capacidad “profesional” para dar los grandes golpes. Ellos jamás vivirán en palacetes, no se movilizarán autos último modelo ni usarán ropas o calzados de marca. Ellos viven la diaria. Sin embargo, el mote de “poca monta” no los hace menos peligroso que los “top ten” del hampa. Algo de esto pasó a fines de junio pasado en la ciudad de San Ramón de la Nueva Orán, donde un joven de 19 años, identificado como Marcos Manuel, convirtió un simple hurto en robo calificado. 

Había ingresado a un supermercado apenas abrió sus puertas, armado con un cuchillo entre sus ropas, pero su idea original no era robar dinero ni protagonizar un episodio violento. Solo quería apoderarse de una botella de whisky para saciar la sed de alcohol de sus amigos con los que se encontraba de farra desde la noche anterior. 

A los muchachos se les había acabado el líquido elemento y como se quedaron sin efectivo el más audaz y experto en resolver estas cuestiones partió en dirección al negocio. Con la resaca a cuesta y un tufillo maloliente, el joven cazó la primera botella de scocht que encontró a mano en el estante y la ocultó en el bolsillo interior de la campera. 

Sus movimientos fueron captados por las cámaras de seguridad del local. Luego de recorrer las góndolas se encaminó en dirección a la puerta de salida silbando bajito. Los guardias, que ya habían sido alertados de su accionar, lo pararon en seco. Le dijeron que tenían orden de requisarlo.
Marco Manuel reaccionó como todo ladrón cuando se encuentra en estos aprietos. Para amedrentar al personal de seguridad que le cerró el paso extrajo el cuchillo tipo carnicero que llevaba en la cintura y los amenazó con hacerlos “picadillo” si no lo dejaban salir. Los aguerridos cancerberos se escudaron con sillas para parar las estocadas del violento maleante. Así lo mantuvieron a raya hasta que llegó una patrulla policial enviada por el Servicio de Emergencia 911. 

El ladronzuelo también se desacató ante los uniformados, hasta que uno de ellos lo arrinconó con un escudo y le hizo perder el cuchillo. Al verse perdido sacó la botella de whisky y la hizo añico contra una pared. De esa manera el muchacho fue a parar a una celda de la comisaría adonde había caído muchas veces por apoderarse de lo ajeno.

Condenado

El juez de Garantías Nº 1 de Orán, Francisco José Oyarzú, condenó a Marcos Manuel a la pena de tres años y cuatro meses de prisión efectiva, por considerarlo autor penalmente responsable del delito de “robo calificado por el uso de arma en grado de tentativa”.

En los fundamentos de la condena, el juez norteño expresó que quedó claramente demostrado el hecho atento a las pruebas incorporadas en el debate, porque el joven amenazó con un cuchillo al personal del supermercado cuando descubrieron que llevaba algo en la campera. 

El magistrado apuntó, además, que el hecho se produjo mediando la exhibición de un elemento filoso cortante, acompañado del forcejeo con los guardianes del super. “Tal circunstancia es un agravante ya que al haber sido descubierto podría haber cesado su accionar, más allá que no concretó su cometido”, señala el fallo.

 

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