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Roberto Piazza: "No le tengo miedo a la muerte, pero sí a la decadencia del cuerpo"

Entrevista con el artista, diseñador y escritor. 
Lunes, 19 de noviembre de 2018 01:52

Roberto Piazza atraviesa las puertas del aeropuerto Martín Miguel de Güemes algo inquieto por el chek in de su equipaje (que termina resolviendo un asistente) y con un agotamiento encubierto por su amabilidad. Vestido en total black y perfumado con un aroma sumamente agradable le bastan diez minutos para arrancarle unas líneas interesantes a la monotonía de la vida urbana.

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Roberto Piazza atraviesa las puertas del aeropuerto Martín Miguel de Güemes algo inquieto por el chek in de su equipaje (que termina resolviendo un asistente) y con un agotamiento encubierto por su amabilidad. Vestido en total black y perfumado con un aroma sumamente agradable le bastan diez minutos para arrancarle unas líneas interesantes a la monotonía de la vida urbana.

A la ciudad de Salta no venía desde diciembre de 2011, cuando asistió al primer desfile de temporada primavera-verano de la sede del Instituto Roberto Piazza. El pasado martes 13 dio una clase magistral de moda para sus alumnos y el público interesado en la alta costura y la belleza integral. Pero, como acostumbra, además de cumplir con los objetivos pautados, cruzó las fronteras del diseño, la indumentaria y las últimas tendencias de la moda para adentrarse en un diálogo de cuño más personal y que aproximó al público la faz más franca y despojada de una figura con resonancia y alcance internacional, pero que no rehúye de las polémicas ni del compromiso social con su país.

A una hora de tomar el avión que lo trasladaría a Buenos Aires Roberto Piazza le brindó a El Tribuno esta entrevista.

¿Cuál es el perfil que quisiste darle a la cadena de escuelas que lleva tu nombre?

Desde el primer día que se inauguró en Buenos Aires, en 1997, cuando dábamos clases un profesor de Dibujo y yo, la idea fue enseñar la alta costura como arte y no como costurera ni dibujante. No es indumentaria, o sea, es alta costura, el arte mayor de la moda. Después cada uno hace lo que quiere, pero se estudia como arte, es artesanía pura: todo tiene que estar pensado, todo tiene que estar terminado a mano, el alumno tiene que tener cultura de diseñador. Saber quién es Coco Chanel, quién es Gino Bogani. Obviamente algunos saben más que otros, hay niveles de capacidad y también de interés. Pero siempre les explico que no es una carrera oficial de indumentaria, sino una carrera de artistas. Yo puedo cantar, puedo actuar, puedo diseñar, puedo escribir porque el mundo de la moda me llevó a hacer diferentes cosas y quiero que mis alumnos también hagan diferentes cosas.

¿Por qué el diseñador es esencialmente un artista y también se le demanda que sea un gestor cultural?

Es una comunicación visual permanente que marca tendencias en el mundo. Los creadores de moda en este momento son creadores muy importantes y la industria de la moda en Argentina hay que remontarla para que sea una potencia como fue en su momento, si bien ahora está de capa caída. Pero sí, el creador de moda para que lo llamen para hacer el vestuario del Teatro Colón, por ejemplo, tiene que saber de todo, no solo hacer un vestidido y de la modelo de moda. A mí no me hablen de esas boludeces, banalidades no. La frivolidad debe ser bien entendida, como decía Oscar Wilde.

El diseño es todo y un creador de moda de mis escuelas tiene que estar preparado para hacer el vestuario de una ópera, de un ballet, de una película, de una novia, atender a las mujeres que no tienen cuerpos perfectos. Tiene que hacer vanguardia, tiene que tener discurso de autoridad, tiene que saber, tener cultura, cuando le hacen un reportaje tiene que saber hablar de lo que sucede en el mundo más allá del vestido que lució Ingrid Grudke.

Les digo que lean libros de sociología de la moda y psicología del color, que es muy importante para aplicarlo después en cualquier cosa. Cómo hablarle a la persona, no que venga un periodista y se quede en la pregunta chata. Y ante las problemáticas sociales también tiene que haber una postura frente a la sociedad y los políticos interesante.

"Yo fui abusado por mi hermano mayor, Ricardo, desde los 5 a los 17 años", develó Roberto Piazza en su libro Corte y Confesión (Planeta, 2009), y ese mismo año cuando estaba invitando a los festejos por su quincuagésimo cumpleaños a sus sobrinos Ramiro -de 24 años y uno de los tres hijos de Ricardo- le contó que había sido violado por su padre. Entonces Roberto tomó para sí la responsabilidad de cambiar el statu quo. Redactó con sus abogados un proyecto de ley que tuvo la lucidez de apuntar al meollo mismo del porqué la violación a menores era un crimen perfecto. Apuntó a los plazos de prescripción de los delitos que afecten la integridad sexual de los menores de edad, es decir a la modificación del artículo 67 del Código Penal. El proyecto fue presentado por María Eugenio Estenssoro en el Senado y se sancionó en 2011. Así en la Ley 26.705 quedaba establecido que la prescripción comenzaba a computarse cuando la víctima cumpliera la mayoría de edad. Luego en 2015 con la Ley 27.206, ese plazo empezaría a correr a partir de la denuncia, independientemente de la edad de la víctima. Además, Piazza crearía la Fundación Roberto Piazza contra el Abuso Sexual y la Violencia Familiar, para respaldar y ofrecer contención a las víctimas de estos delitos.

¿Cómo evaluás la incursión en Argentina del movimiento "Con mis hijos no te metas", que busca frenar la implementación de la enseñanza de la educación sexual integral en las escuelas, bajo el argumento de que se dictaría con "ideología de género"?

Está todo manejado por pacatos, obtusos, retros, tipos tapados que seguramente tienen vidas siniestras porque buscan tapar hasta la realidad de la vida. Por ejemplo, yo jamás voy a decirle a una chica trans o a un chico gay que no estudie en mi escuela. De hecho en mis escuelas desfilan y van muchísimos alumnos trans y se habla libremente. Hemos tenido problemas con algunos porque ha habido resistencia entre los padres de los alumnos. Tengo el derecho de admisión hacia quien no está capacitado para recibir con cordialidad a gente distinta, con gustos diferentes. Y esta gente del gobierno que pulula tratando de tapar o de seguir con cosas ortodoxas del siglo pasado es un retraso absoluto. Salta como Santa Fe (yo soy santafesino) y otras provincias son muy conservadoras, y eso es muy lindo a la hora de la cultura, pero a la hora del progreso no, porque un chico de veinte años habla otro idioma que el de ese tipo de 1810 y obviamente nunca se van a poder de acuerdo. Y así se impongan esas mentalidades en cinco años va a volver a surgir porque los chicos hablan ese idioma y no tienen ese problema. El problema está cuando los grandes y los políticos obtusos no quieren hablar de la realidad de la vida. La educación sexual en las escuelas es muy importante, porque es una manera de que los chicos y las chicas se sepan cuidar del abuso, sepan diferenciar, hablen sin miedo y sin odio. Si no, hay familias que hacen odiar al otro, al diferente.

De hecho gracias a la denominada ley Piazza, por ejemplo, un exmonaguillo de Salta, de Rosario de Lerma, pudo denunciar al sacerdote que había abusado de él 27 años después de que ocurrieran los hechos...

Si no estuviese mi ley puesta en la Argentina y no hubiese fiscales y jueces comprometidos, que son pocos, todo estaría peor de lo que está. A mí no me sirvió para nada que no sea para estar feliz de que les haya servido para denunciar a otros, porque yo no pude denunciar a mi hermano ni mi sobrino tampoco; pero sé que hubo mucha gente que la aplica. Ahora en el pueblito de allá del sur o del norte si no llega a un fiscal y un juez con los huevos bien puestos para defender la situación y aplicarla bien baja el martillo... Ahora presenté un segundo proyecto de ley (para que se agraven las penas a los abusadores) que está dando vueltas por todos lados; pero están todos tan concentrados en el pecado de la avaricia, que es la ambición desmedida de riqueza y de poder. Todos dicen que a esto "lo dejemos para después", y es un tema porque los niños son el futuro.

¿Cómo ves que los tribunales eclesiásticos vayan por un carril paralelo a la Justicia civil?

El Papa dijo que los curas tienen que tener la ley social como cualquier civil. El pobre Papa este, al que yo quiero mucho y admiro, está en el medio de una tormenta infernal de choque de poderes entre los mismos curas y obispos que lo rodean. Con la Casa Marta yo tengo contacto permanente. Recibí la bendición apostólica del Papa, que apoyó mi fundación. Él hace hasta lo imposible para sacar a esa gente, pero es muy complicado porque hay muchos intereses económicos creados en la pedofilia. En lugares donde el diablo perdió el poncho suceden cosas muy siniestras. Entre todos tenemos que alentarnos a denunciar lo que sabemos.

El artista es egocentrista, pero trabaja para el público, para el aplauso. Si yo no tengo público aunque sea gratis, me muero. 

¿Qué te da felicidad?

A mí me da mucha felicidad hacer mi arte, que es mi moda y mi música. O cuando me llaman para hacer algo de teatro o televisión seria. Con la televisión amarillista sí me río un rato, pero no es ya lo que me gusta tanto. Me dan felicidad mis colecciones, mis creaciones y ahora saber que puedo abrir puertas en el extranjero también. Que las escuelas estén contentas y que sigan funcionando y que a pesar de todo se sigan abriendo. Eso es un semillero de nuevos talentos, que pueden llegar a ser competencia mía sí, pero tienen que pasar 44 años y haber hecho todo lo que hice yo, y yo hasta eso ya voy a estar viejo choto, así es que no me preocupa demasiado. Pero me gusta transmitir conocimientos. Ayer (por la charla en Salta) me preguntaban las modistas cómo hacer esto o lo otro, cómo diseñar y cómo empezar y yo les explicaba cómo empecé yo y qué es lo conveniente ahora con la crisis económica y financiera que tenemos y la crisis cultural que tenemos. Ahora son más importantes la bachata y la cumbia que una música popular buena, o un blues nacional o un folclore. Estuve tres meses fuera del país, uno en Los Ángeles y dos en España laburando, divirtiéndome un rato, absorbiendo cosas y comprando materiales que acá no hay y cuando llegué al taxi taca taca, taca taca reggeatón y le dije al taxista: "¿Podés poner Aspen, que ahí pasan Barbra Streisand, jazz, blues, Patricia Sosa, baladas, boleros?".

Piazza actuará con Cacho Castaña el próximo sábado en el teatro/bar Café La Humedad, de Buenos Aires. Hará un repertorio en español que incluye baladas, boleros y blues. "Hago una especie de burlesque. A medida que canto van saliendo chicas vestidas acorde con lo que voy cantando. Todo es artístico, un burlesque pesado porque un bailarín y una bailarina danzan hasta que quedan desnudos", define y el arte lo capta de tal manera que de pronto sus ojos oscuros son intraducibles como la música...

¿Cuándo subís al escenario pensás en los seres queridos que te miran desde el cielo, en los espectadores o en la intimidad de tu espíritu y cómo se transmuta con el arte?

El lugar más feliz de mi vida es el escenario, tanto del teatro como de la pasarela. Cuando bajo me encuentro con la gente, que no es lo mismo que el público. Siempre le dedico todo a mi vieja. Le digo: "Vieja, dame voz, que la garganta se me destape, se me afloje. Después hago mucho stand up y hablo mucho con la gente. Puedo tener en frente a 200, 1.000 o 25.000 personas y siempre agarro a las que están adelante. Siempre hay una con la cual tenés un feeling y te dirigís a esa mujer o ese hombre y le hablás como si fuesen todos. Me abstraigo de la realidad, me tomo un whisky antes de salir. Me río mucho de mí, de mis errores, del país, le tomo el pelo a todo el mundo. Soy guarro mal y por eso hago todo después de las diez de la noche. Si viene un niño con la madre se jode la madre porque sabía que iba a un espectáculo de Piazza. Yo hablo y digo lo que pienso y siento, y bueno, si no le gusta se puede levantar e ir, sorry.

Su relato lleva a Piazza al punto sin retorno cuando deja bambalinas y camina hacia el escenario, aunque esté al pie de una escalera mecánica en un aeropuerto, y a nosotros nos cabe ahora el rol de esos espectadores que le dan sentido al quehacer del artista,conmovidos por su creatividad que surge a borbotones.

El nuevo himno nacional argentino lo escribió Discépolo en 1936 y se llama Cambalache y empiezo a cantarla y hay un mimo que alrededor de mí bailando con galera, porque lo aggiorné con ritmo circense...

Lo que dice Cambalache parece que lo hubiera escrito mañana. Voy de la risa al llanto con tangos medio dramáticos, baladas y boleros. Les recito un poema de Poldy Bird del libro Cuentos para leer sin rímel, que te deja culo para arriba y es eterno... Mi último desfile se llamó "Rosas sin espinas", que hablaba de vivir sin espinas para no sufrir más y por eso estoy tatuado así. En el desfile, que se hizo a beneficio de la fundación, rodeado de niños recité un poema de Mex Urtizberea ("Que sean niños los niños") y canté dos canciones "Entre mis recuerdos", tristísima, que habla sobre el abuso. Después empezó el desfile y estaba feliz.

"Tienen que estar mis amigos y el público. Que aplaudan, que se rían, que se lloren, que se emocionen y así soy feliz"

¿Por qué el nuevo desfile se llamará "Sesenta diamantes"?

Porque voy a cumplir 60 años y así aliviano un poco mi edad. Qué va a hacer, no quiero cumplir pero es inevitable. Soy un maniático de cuidarme y si veo algo que no me gusta voy al cirujano y le digo: "A esto sacámelo, a esto subímelo o agrandámelo". El día que me esté muriendo le voy a decir al cirujano: "Reconstruirme esto", aunque esté ahí acostado. Detesto y tengo pánico a la vejez y a la decadencia. No hay con qué darle. La vejez con dignidad, pero cuando me quedo solo frente al espejo y como gay más todavía, es a lo único que le tengo miedo. No le tengo miedo a la muerte, porque es un paso atractivo para saber qué va a pasar. Pero sí a la decadencia, a llegar todo choto así y con la cabeza bien. Prefiero llegar con la cabeza hecho un tilingo y con el cuerpo perfecto. Prefiero llegar así y no estar inteligente y pensante, y estar confinado en una silla.

Cuando uno te ve te puede dar 15 años menos, aunque también se queda prendado de tamaño tatuaje que te estás haciendo...

Empezó con una rosa en una mano, después siguió con la otra porque a mí no me gustan las cosas irregulares. La simetría tiene que estar siempre presente porque hace a la elegancia. Después el día que el papa Francisco me dio la bendición apostólica me dio la estampita de Santa Teresa del Niño Jesús, que cuando ella murió llovieron rosas del cielo. En honor de ella me voy a tatuar todo el cuerpo de rosas rojas y empecé. ­Duele! Pecho, espalda, duele la zona del vientre. Nunca tuve una cesárea, pero imagino que duele peor que una cesárea sin anestesia. Ahora tengo que seguir por cerca del pubis y las piernas. Voy a buscar un spray que venden en Estados Unidos que tiene efecto anestésico, te pueden matar y no pasa nada. Ahora lo tengo que ir a retocar. Estoy feliz de verme desnudo y ver mi cuerpo como si fuera una media de rosas. Iba por España con remeras escotadas y me miraban y me decían qué buen tatuaje porque parece una mantilla española. Es simplísimo porque son rosas, tallos y hojas. No son tatuajes tipo Tinelli, todo oscuro, sino que se ve la piel, la carne. Vas tapando un poco lo que vos no querés ver. Como mi estima no es muy elevada es como el maquillaje, al decorarte el cuerpo, y le he indicado que siguiera la forma ergonométrica del cuerpo, me veo en espejo y no veo que acá la teta se cayó un poco o que la panza está más fofa, está la rosa primero y después viene el cuerpo.

¿Porque tu estima no es muy elevada te dedicás a un oficio que necesita tanto de la mirada del otro?

El artista es egocentrista, pero trabaja para el público, para el aplauso. Si yo no tengo público aunque sea gratis, me muero. Ahora tengo la función o más adelante el desfile y me pregunto cuánta gente va a ir, porque si no va gente me agarra un ataque. Si no hay gente porque no tiene plata, llueve o hay paro o porque es lejos, invitaré gente. Porque necesito que esté lleno, necesito salir y que la gente esté: mis amigos y el público. Que aplaudan, que se rían, que lloren, que se emocionen y solo así soy feliz.

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