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"Un fotógrafo es un documentalista de la historia"

Isidoro Zang, reportero gráfico
Domingo, 18 de febrero de 2018 00:31

Isidoro Zang es una persona que no puede llegar nunca a horario a ningún lado.

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Isidoro Zang es una persona que no puede llegar nunca a horario a ningún lado.

Desde siempre camina con su cámara fotográfica por el centro de la ciudad dejando que todo el mundo lo salude. En sus habituales paseos le sonríen grandes, pequeños, señoras copetudas, viejos de la bolsa, la mujer de la revistería, hombres con cascos, un cubano, una profesora y los muchos que fueron sus alumnos en el mundo de la fotografía.

El próximo 15 de agosto Isidoro va a cumplir 73 años y una de sus características es que lleva una sonrisa lista para disparar chistes pesados e irónicos.

"No me gusta que me saquen fotos, porque generalmente yo soy el que molesto sacando a los demás. Es por eso que yo siento ahora que me están molestando", dijo, en un encuentro con El Tribuno.

Nació en el 45, en Capital Federal, hijo único de Miguel y Eugenia. Su mamá murió cuando Isidoro tenía 8 años. Se crió un poco solo y vivió con su tía Rosa; que luego se casó con su papá.

Miguel Zang llegó a la Argentina huyendo de una persecución por su condición de afiliado al Partido Comunista. El hombre se quiebra recordando la historia de su padre como activo miembro de cooperativas, en la producción de filmes cinematográficos y de ayudante de escenografías en las obras teatrales.

La persecución siguió siempre, incluso durante los gobiernos de Juan Domingo Perón. "Por ahí hay algunos que me califican de gorila, pero es que muchos no saben que tengo una historia personal con el peronismo", explicó.

"Hace 43 años que vine para Salta, se puede decir tranquilamente que fui traído por una salteña, con la cual tuve tres hijos que ahora ya están grandes. Puse un local comercial, una óptica en calle Urquiza, y ahí comencé a hacer mi vida social en esta ciudad. Fue entonces que empecé a visitar el Foto Club de la Peña de La Española. Arrancó como un hobbie y empecé a participar de las salidas, las capacitaciones y de los concursos; ahí ya estaba decidido a quedarme en la fotografía. A la vez, cada día yo me daba más cuenta de que no podía estar 8 horas parado. El negocio de la óptica me comenzaba a dejar vacío", dijo el hombre que por sus intersticios dejó ver que es muy difícil en el trato para el trabajo en grupo. No sabe lo que es el trabajo en relación de dependencia y nunca aceptó a un jefe.

Ya en los 80 todo entró en crisis. Se separó de su mujer, cerró su negocio y no quiso regresar a Buenos Aires, en parte para no verse derrotado volviendo al hogar paterno. Esa encrucijada lo dejaría viviendo durante 4 años en Salta en las peores condiciones económicas de su vida.

"En esos 4 años mi vida fue un tango, un bolero, una cumbia; todo metido en un mismo baile. Viví como pude, al extremo, en hoteles 4 cucarachas, sin guita, me bancó gente y salí como pude. Comencé a hacer fotos para Prensa de Cultura de la Provincia. A la par daba cursos básicos de fotografía en la Casa de la Cultura", lanzó y la metáfora del poeta se fundió en el lunfardo.

Cuando empezó a trabajar para el Estado, "siempre facturando", es cuando podría decirse que arrancó su carrera profesional en la fotografía. Se unió a grupos y comenzaron a desarrollar el Foto Club de Casa de la Cultura. Cubría todos los sucesos artísticos oficiales de la Provincia y se animó a organizar debates, capacitaciones, presentaciones y exposiciones.

Luego comenzó a traer fotógrafos. Invitó a Eduardo Gil, Alicia D'Amico y a Hermenegildo Sábat. "Nosotros, los fotógrafos que trabajamos en Salta, debemos ver hacia afuera de la provincia. Debemos ver lo que se está haciendo, no porque esté bien o mal lo de local, sino porque hay que ampliar la mirada. Acá tenemos la soberbia de pensar que lo que estamos haciendo es lo mejor y no nos damos cuenta de que estamos ante una limitación propia. Hay que animarse a invitar a otros colegas, a organizar encuentros, a ver otras cosas que se están haciendo en el mundo. Yo sigo comprando, como sea, los libros de fotografía, que son carísimos. Hace poco trajeron a Eduardo Longoni y le dieron poca bola. Vino, habló de la foto de "la mano de dios' y nadie le preguntó nada sobre su militancia en tiempos de la dictadura", dijo.

Documentalista

Isidoro sostiene siempre su militancia social y participa de toda manifestación callejera, de toda causa justa, de toda movilización con la que se identifica. "Yo no me explico cómo es que hay humildes y trabajadores que dicen ser de derecha", disparó y sonrió.

Hoy su vida está en su "hora valle" y discute la política con una tucumana con la que lleva 27 años en pareja.

"Se puede hacer fotos de sociales y vos tenés que tener tu posicionamiento ante la realidad. El fotógrafo que es un reportero gráfico tiene que tener huevos, tiene que ser valiente y responder ante todo y en todas circunstancias. Tiene que tener presente su responsabilidad ante la humanidad de ser un documentalista de la historia, porque uno nunca sabe cuándo va a tener un documento que cambie el relato. Es por eso que yo les digo siempre a todos los fotógrafos que, si bien todos laburamos por un sueldo, por una paga, tenemos que hacer un trabajo aparte para nosotros como personas. Si me mandan a una marcha hay que cubrir de acuerdo a la línea editorial de quien me paga, pero además tengo la posibilidad única de realizar un trabajo que me quede para mí; eso no se tiene que desperdiciar", recomendó.

Sobre la actualidad y las marchas dijo que "estamos experimentando un enanismo único. En las marchas hay fotógrafos que van convencidos de que hay que protestar contra las políticas nacionales en materia de derechos humanos, en contra de los femicidios, en contra de las decisiones económicas. Ahora bien, otros van porque está políticamente bien y muchos van por caretas. Y después no se comparte el trabajo. Acá debemos entender que para ampliar los conocimientos debemos compartir los trabajos, debatir, discutir; no ocultar. Debemos entender cómo funciona el sistema, especialmente en el mundo del arte y la fotografía. Te usan tres años y listo, buscan a otro, sos descartable. Así funciona, por eso es que el papel de un buen docente de fotografía no es aquel que enseña cómo usar las herramientas de una cámara fotográfica sino a guiarte en el camino que uno elija. Un buen docente de fotografía te va a acompañar en la libertad de expresar lo que un alumno quiera y te va a decir las cosas cuando están mal", dijo el hombre.

De pronto el viejo cascarrabias se aburrió, quizá se percató de que ya dio su cátedra, se levantó del banco de la plaza 9 de Julio y se cruzó a la confitería de la calle Zuviría, donde lo esperaba una mesa llena de apodos, chismes, paradojas periodísticas y el análisis agudo de la realidad salteña.

 

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