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Del aborto sí se puede hablar

Jueves, 21 de junio de 2018 00:00

El movimiento de mujeres y la campaña nacional por el derecho al aborto legal, seguro y gratuito imprimen en la sociedad una gran enseñanza y un enorme logro y ganancia: de todas las realidades sociales se puede pensar y se puede hablar.

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El movimiento de mujeres y la campaña nacional por el derecho al aborto legal, seguro y gratuito imprimen en la sociedad una gran enseñanza y un enorme logro y ganancia: de todas las realidades sociales se puede pensar y se puede hablar.

La campaña nacional ha planteado siempre el aborto legal como la última ratio, su lema de campaña es "Educación sexual para decidir, anticonceptivos para no abortar, aborto legal para no morir".

Los diputados y diputadas nacionales que hablaron con mayor seriedad y solvencia fueron quienes desde hace tiempo o recientemente se permitieron cuestionarse sus propias creencias y reflexionar sobre las mismas, como así también se instruyeron en el derecho internacional de los derechos humanos, aquellos que no se permitieron interpelarse a sí mismos en sus creencias fueron los diputados y diputadas con discursos más pobres, menos racionales. Mayor precariedad demostraron quienes ni siquiera pudieron hacer uso de la palabra y se limitaron a apretar un botón.

Podemos preguntarnos: ¿qué es el aborto? y ¿por qué provoca tantas resistencias?

Definiciones

Para responder al primer interrogante vienen en nuestro auxilio Dora Barrancos, Eva Giberti y Diana Maffía quienes nos dicen, desde el "Diccionario de estudios de género y feminismos": "Definimos el aborto, en primer lugar, como un hecho social denso y complejo que ocurre en el contexto de relaciones de poder de distinto tipo: de género, económicas, legales-

jurídicas; conlleva elementos del campo de la salud, de la sexualidad, de la moral y la ética, de los significados de la maternidad. Su complejidad está dada porque no se trata de la sumatoria de planos y relaciones, sino que el aborto ocurre en la intersección y articulación de esos diferentes planos y sistemas de relaciones". Esta definición las mismas autoras expresan que la toman de Rafael Sanseviero, en la investigación sobre el aborto que el mismo hiciera en el 2003.

La práctica del aborto no se reduce solo a un asunto individual ni tampoco a una práctica médica. Es mucho más, es un hecho social que debe ser visto desde la perspectiva de los derechos humanos de las mujeres, hecho social en el que se entrecruzan lo jurídico-legal, lo económico, las significaciones de maternidad.

Pensar y hablar del aborto permite visibilizar las violencias de género en las que se lleva a cabo el mismo, las cuales no son sólo violencias materiales sino también simbólicas. Son violencias simbólicas aquellas que no permiten visibilizar a las mujeres gestantes, aquellas que desconocen la autonomía de las mismas y el respeto de su decisión, aquellas que culpabilizan a las mujeres y las tratan de delincuentes, con independencia de la situación socio-económica de las mujeres.

¿Por qué se penaliza?

Para responder al segundo interrogante de ¿por qué se penaliza?, ¿por qué provoca tantas resistencias?, recurriremos a la abogada tucumana Soledad Deza quien dirige el Centro de Estudios de Género de la Universidad San Pablo T de Tucumán y es integrante de la Alianza de Abogad@s por los derechos humanos de las mujeres.

Soledad Deza nos dice que "la imposibilidad de acceder a la práctica del aborto no tiene que ver con cuestiones legales sino con las resistencias culturales que genera. Por eso se resiste y se condena incluso la interrupción del embarazo permitido por la ley. El aborto interpela el mandato de maternidad que está instalado en el imaginario social, que está adjudicado a la mujer y que está naturalizado. Un aborto lo que hace es desafiar y subvertir ese mandato, porque refleja la no-maternidad como un deseo válido".

Así vemos que en nuestra provincia se obstaculiza y dificulta hasta la práctica del aborto no punible, propiciando que niñas o adolescentes continúen el embarazo ofreciendo por toda solución que luego su hijo/a sea entregado/a en adopción, con lo cual las violencias materiales y simbólicas aumentan en lugar de disminuir.

Continúa Deza explicándonos: "Tan importante es la maternidad como mandato social que el Código Penal criminaliza el deseo de no-

maternidad o la interrupción en términos generales, y sólo lo autoriza para casos concretos". Y explica: "Si un Estado recurre a la herramienta más violenta del derecho penal, que es la cárcel, para deslegitimar el deseo de no-maternidad, como sociedad tenemos que pensar que es un problema cultural y social".

Estas resistencias se hacen especialmente visibles en sectores de la salud y de la Justicia, en Salta un magistrado de familia a pesar del fallo "F. A. L." de la Corte Suprema de Justicia de la Nación, dictado en 2012, ha llegado a sacar una sentencia que impedía en el año 2013 la práctica del aborto no punible a una niña víctima de violación, sin que dicho magistrado tuviera sanción alguna al respecto, con lo cual a las violencias descriptas se suma la violencia institucional impune.

Los fundamentalismos

Es necesario en este punto hacer referencia al fundamentalismo que este tema del aborto ha visibilizado.

Con Marta Alanis- presidente de la Asociación Civil Católicas por el derecho a decidir-, diremos que los fundamentalismos son movimientos político- sociales que se caracterizan por formas de pensar rígidas,

con prevalencia de rigorismos, que presentan resistencia ante todo cambio; imponen la propia perspectiva como la única aceptable, rechazando el pluralismo. En definitiva, autoritarios y antidemocráticos. Alanís en el “Diccionario de estudios de género y feminismos” sostiene: “En general, los fundamentalismos quieren regresar a una sociedad y a un Estado en que la ley religiosa sea la ley de la nación... Una de las características más comunes y compartidas de los fundamentalistas es el deseo de imponer control sobre las mujeres”.
Hay fundamentalismo en el islamismo, en el hinduismo, en el confucionismo y en el catolicismo. Recién ahora y ante el avance de la denominada onda verde pareciera que aceptarían la educación sexual integral en las escuelas y colegios y los métodos anticonceptivos. No obstante, el deseo de control de las mujeres es muy fuerte.
El aborto legal merece ser pensado y hablado por los ciudadanos de un país sin temores, pero es exigible que pueda ser pensado, reflexionado, cuestionándose las propias creencias e interpelándose a sí mismos por quienes nos representan.
Ahora es el turno de los senadores, quienes si no hicieron este proceso hasta ahora porque del aborto no se habla ni se piensa por sí mismo, o por considerarlo un asunto individual y médico, tienen la obligación de interpelarse en sus creencias con respecto al aborto como hecho social, sabiendo que deben legislar para un país que no es un Estado - Nación confesional sino laico y que deben legislar para todas las mujeres, protegiendo sus derechos humanos fundamentales conforme el derecho internacional y la interpretación que de los instrumentos internacionales hicieron los órganos del sistema universal e interamericano de protección de estos derechos, valioso acervo que forma parte del bloque de constitucionalidad de nuestro país. 
Los legisladores deben representar a aquellas mujeres gestantes de su respectiva provincia que con ley o sin ley continuarán abortando porque para ellas en ese momento de su historia personal ese embarazo es mucho más que no deseado, es inviable, porque de las demás mujeres, aquellas que desean seguir adelante con su embarazo, su derecho ya se encuentra protegido.
Que sea ley.
 

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