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Llegó la ayuda para 2 mujeres que vivieron por décadas en el abandono

Se logró gracias a la publicación del drama que vivían, en las redes sociales y en este diario. La municipalidad, el hospital y la policía pudieron visibilizar su infrahumana vida. 
Sabado, 18 de agosto de 2018 23:32

Resulta que dos mujeres vivieron al menos 40 años en la indigencia, en la indignidad y en la indiferencia total; pasadas de hambre todo el año, temblando de frío en los inviernos y sufriendo las pestes en los veranos; y recién, gracias a una publicación de este diario, de hace dos semanas, se hicieron visibles para funcionarios, sanitarios y vecinos que se apiadaron de ellas. 

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Resulta que dos mujeres vivieron al menos 40 años en la indigencia, en la indignidad y en la indiferencia total; pasadas de hambre todo el año, temblando de frío en los inviernos y sufriendo las pestes en los veranos; y recién, gracias a una publicación de este diario, de hace dos semanas, se hicieron visibles para funcionarios, sanitarios y vecinos que se apiadaron de ellas. 

Viven a menos de cuatro cuadras de la plaza central de El Quebrachal. Una de ellas, con problemas psiquiátricos, deambuló día y noche por las calles de ese pueblo escueto detrás de sus delirios, casi desnuda, con las greñas llenas de piojos y pidiendo caramelos... ¿y nadie la vio? 

Sobrevivieron décadas como fantasmas, cargando su mugre y su hambre a la vista ciega e infame de los familiares, de los vecinos, de los agentes sanitarios y de los funcionarios municipales. Dicho sea de paso, son los mismos hace 18 años, al menos los que lleva en su puesto el intendente Leonardo García y también el secretario de Acción Social del municipio, Dante Salazar, a quién le atañe particularmente este caso por la naturaleza del área que dirige. En lugar de agradecer la advertencia de este diario, en lugar de enmendar el craso error del abandono, de levantar la bandera de la solidaridad y de la gratitud, familiares y funcionarios se enfurecieron, despotricaron, amenazaron y lo peor: mintieron. 

Haciendo uso de una moralina de pacotilla, Teodoro Algañaráz, vocero de la Municipalidad de Quebrachal, publicó en la red social Facebook: “No hay que utilizar la necesidad ajena para sacar créditos personales; hay que hacerlo con el corazón en forma silenciosa y no utilizando redes sociales exponiendo a personas vulnerables.Estas fotos demuestran el trabajo a conciencia que esta realizando la Secretaría de Desarrollo Comunitario de la Municipalidad. En el caso de las señoras adultas mayores domiciliadas en el Barrio 20 de Junio de nombres Paula Seguí (madre) y Juana Milagros Brandán (hija), de 88 y 64 años. Cuando este caso se viralizó en las redes sociales y en un periódico de la provincia a través de la audacia de un “profesor” (Iván Sanso) que sin previa información puso a estas personas a consideración de toda una sociedad, provocó el enojo de la familia de estas señoras por sus dichos sin fundamentos y por faltar a la verdad. Hoy la única verdad es que el único organismo oficial que intervino en forma directa fue el municipio... En todo momento contando con el apoyo incondicional de la familia (hijos y nietos de doña Paula), haciendo la salvedad que Ivan Sanso y todas las personas que comentaron, nunca aportaron nada. Que la opinión pública no se confunda con posteos falsos”.

Así estaba Juana, con las prendas rotas y el cabello sucio. 

Con esto, Algañaraz quiso lavar las sucias manos de la indiferencia gubernamental y familiar, echando culpas e intentando pintar un panorama distinto a la realidad que todos pudieron conocer a través de la edición de este diario del domingo 5 del corriente mes. 

Lo importante, y hasta lo bueno de todo esto, es que doña Paula y su hija Juana dejaron de ser fantasmas para tomar categoría de seres vivos en la complicada sociedad de El Quebrachal, donde la repartija de la buena suerte habría esquivado la casa de esta familia que supo ser numerosa pero quedó diezmada por la pobreza, la enfermedad y el olvido, hace ya muchos años. 

Solo cabe recordar que cuando dos samaritanos las visitaron para sacar este caso a la luz hace menos de un mes, las mujeres estaban envueltas en harapos, los piojos se podían ver caminando por sus cabezas, y no recordaban sus edades ni sus nombres. La casa que habitaban no tenía puertas ni ventanas y solo contaba con un pedazo de techo. O sea, la miseria. Luego de la publicación en este diario, estalló la solidaridad y también la culpa. Ya tienen documentos, se les tramitan subsidios, las bañaron, vistieron y cortaron el cabello, fueron trasladadas a Salta para recibir tratamiento médico y en la casa les pusieron sillas, puertas y ventanas.

¿Cómo seguirá la historia? Estaremos muy pendientes. 

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