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¿Cómo viven el toque de queda los Argentinos que viven en Santiago?

Argentinos que residen en Santiago contaron sobre el polémico toque de queda y contaron cómo transitan estas horas.
Domingo, 20 de octubre de 2019 08:04

Tras varios días de incidentes y una jornada de protestas que se desarrolló con una velocidad inusitada, el Jefe de la Defensa Nacional decretó un toque de queda total en Santiago de Chile y otras regiones. Argentinos que residen en Santiago dialogaron sobre la polémica medida y contaron cómo transitan estas horas.

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Tras varios días de incidentes y una jornada de protestas que se desarrolló con una velocidad inusitada, el Jefe de la Defensa Nacional decretó un toque de queda total en Santiago de Chile y otras regiones. Argentinos que residen en Santiago dialogaron sobre la polémica medida y contaron cómo transitan estas horas.

Mientras que algunos dicen sentir miedo y tristeza, otros definen la situación como una revival de la crisis de 2001 de Argentina. En lo que todos coinciden es en el asombro que les causó el mayor estallido social desde el regreso de la democracia en 1990.
Camila Magnasco se mudó a Santiago hace dos años, cuando se casó con su marido chileno. Actualmente vive en el barrio de Providencia, alejado del centro neurálgico de la ciudad, donde se sucedieron las protestas y los destrozos. Según contó, decidió vivir el toque de queda acompañada de varios vecinos de su edificio. "El chat del departamento estaba más activo que nunca y entonces los invité a todos a casa alrededor de las 22, para ponerle un poco de argentinidad a la situación", relata con humor mientras describe a la medida como un hecho inédito en el país.
"Es tan extraño que esté sucediendo esto. Los mismos chilenos se están sorprendiendo de las repercusiones. Se vive un clima enrarecido, pero al mismo tiempo uno no está intranquilo", dice. "Nadie está preocupado con que entren a tu casa y la saqueen ni tampoco pendiente de correr al banco el lunes a sacar ahorros, aún sabiendo que todo lo ocurrido va a tener algún tipo de repercusión económica", agrega.

Para Magnasco es inevitable relacionar los cacerolazos con la Argentina. Sin embargo, destaca: "No creo que la crisis acá esté vinculada a una debacle económica como la que vivimos nosotros en 2001. No estoy escuchando que el dólar se vaya a devaluar. Lo que refleja es un hastío de la gente, preocupada con la inflación y por temas de salud y educación."

“Chile creció de manera desigual”

En cambio, para Victoria Alperín, argentina radicada en Santiago desde hace más de 10 años, todo lo acontecido en estos últimos días es un "revival de 2001". Según ella, "el click fue el aumento de la tarifa de metro", pero responde más bien a una desigualdad pronunciada y latente en la sociedad chilena, sobre todo, en materia de educación y de salud.
"Esto ya lo vimos en la Argentina hace 18 años. Me da tristeza porque ya hemos pasado por esto. Acá el chileno respeta, pero claramente se ha cansado. Los sueldos mínimos, son muy bajos y, en Santiago por lo menos, es carísimo vivir", cuenta.
"Este país creció mucho, pero claramente de manera desigual. Acá hay un consumismo exagerado", señala, aunque aclara que todo lo recientemente acontecido ya forma parte de actos vandálicos.
Magnasco también coincide en este punto y resalta que si bien los chilenos entienden y apoyan el reclamo no están de acuerdo con el vandalismo.

Miedo

Por su parte, Yara Reynoso vive el toque de queda con mucho miedo. Vive en Chile desde hace dos años y ahora trabaja en la cafetería de un hostel en Santiago. "Se vive un ambiente raro porque, por un lado, hay mucha alegría por parte de los protestantes que están afuera y por el otro, se vive con mucho miedo por los saqueos y el descontrol", analiza.
"La situación acá es bastante difícil, hay muchos incendios y los protestantes definitivamente están violando el toque de queda. Se vive un ambiente bastante tenso. Con mucha gente empezamos a juntar agua y velas porque han amenazado con la falta de luz", concluye, sobre una situación que mantiene expectantes a los chilenos.

Fuente: La Nación

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