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Un salteño, en un momento crucial

Domingo, 10 de noviembre de 2019 00:00

El 9 de agosto de 1914 fallecía el Dr. Roque Saénz Peña y su vicepresidente, Victorino de la Plaza, pasó a desempeñar la presidencia en forma definitiva. Anteriormente lo había sustituido por razones de enfermedad. Comenzó desde esa fecha una actividad febril bajo el impulso directivo del nuevo encargado de la Presidencia, que poco después hubo de afrontar la situación planteada al país por la guerra en Europa.

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El 9 de agosto de 1914 fallecía el Dr. Roque Saénz Peña y su vicepresidente, Victorino de la Plaza, pasó a desempeñar la presidencia en forma definitiva. Anteriormente lo había sustituido por razones de enfermedad. Comenzó desde esa fecha una actividad febril bajo el impulso directivo del nuevo encargado de la Presidencia, que poco después hubo de afrontar la situación planteada al país por la guerra en Europa.

Las relaciones del presidente De la Plaza con el Poder Legislativo fueron cordiales y normales. Algunos actos del gobierno del Dr. De la Plaza demuestran una clarividencia extraordinaria, y situaciones ocurridas muchos años después probarían el acierto de su conducta. Tal es el caso de sus ideas sobre explotación de los yacimientos petrolíferos de Comodoro Rivadavia.

El proyecto autorizaba al Poder Ejecutivo a llamar a propuesta para la administración y explotación de los yacimientos de Comodoro Rivadavia. Los contratos que se celebrasen, para ser válidos debían ser aprobados por el Congreso y las compañías debían tener su asiento principal en la República y estar sometidas a los tribunales argentinos. Por su parte, el Poder Ejecutivo podía seguir explotando directamente los yacimientos.

La gran guerra

Al gobierno del Dr. De la Plaza le tocó afrontar la difícil situación que se planteó a la República Argentina con motivo de la guerra de 1914.

El país era netamente exportador de materias primas, y las restricciones impuestas por los beligerantes al comercio provocaron serias consecuencias en todos los aspectos de la actividad nacional.

La situación económica comenzó a agravarse al aparecer las primeras manifestaciones de una depresión económica. Se inició la restricción de los descuentos bancarios y dificultades para la habilitación del crédito. Hubo baja en los cambios sobre el exterior y la extracción de oro en la Caja de Conversión de sumas muy importantes redujo la circulación. La situación se deterioró porque el levantamiento de las cosechas requería mayores recursos, que solo podían ser satisfechos, en parte, por el Banco de la Nación. Una serie de medidas adoptadas por Victorino de la Plaza de manera fulminante permitió licuar todos estos desfasajes en Hacienda.

El país decretó su neutralidad en el conflicto, observándola escrupulosamente respecto de ambos bandos beligerantes.

Durante la guerra europea se presentaron algunas cuestiones sobre la interpretación que debía darse a los principios de la neutralidad establecidos en la convención de La Haya en 1907. El Gobierno argentino tuvo la feliz iniciativa de promover un acuerdo general entre los países de América para examinar y llegar a un acuerdo sobre los deberes y derechos de los neutrales. La propuesta fue hecha por intermedio del embajador argentino en Washington, y como resultado de la misma se constituyó una comisión encargada de estudiar los problemas de Derecho Internacional bajo la presidencia del secretario de Estado. En realidad, el proyecto argentino, más que para arbitrar fórmulas de solución fue concebido para mantener entre los países de América un contacto permanente que les permitiera fijar orientaciones y uniformar ideas en la gestión de sus intereses.

Una gestión constructiva

La difícil situación financiera producida por la guerra europea influyó sensiblemente en la realización de nuevas obras públicas. Con este motivo el presidente De la Plaza, con visión de gobernante, expresó en su mensaje que le hubiera sido íntimamente grato marcar su paso por el gobierno con obras públicas, pero sobre esas satisfacciones había un deber: velar, aun con renuncia de su propio prestigio, por el crédito de la Nación, sosteniendo en medio de las adversas contingencias universales las estructuras fundamentales de sus finanzas.

Aun con estos obstáculos, los Ferrocarriles del Estado aumentaron su red en 322 kilómetros, totalizando con esta obra unos 36.735 km. También se libraron al servicio cinco puentes carreteros con un total de 673 metros, disponiéndose la construcción de otros 14 más con 2.283 metros.

Se continuó la ampliación de los puertos nacionales y, no obstante, las dificultades financieras que obligaron a reducir el plan de trabajos aprobados, se continuaron con las obras más urgentes, en especial las referentes a la provisión de agua y servicios sanitarios. Se construyeron 14 obras de riego, entre ellas las del dique Tercero, dique Neuquén y Río Negro Superior. Mejoró los caminos y estableció servicios regulares de transporte para unir la Cordillera de los Andes con el Atlántico. Se construyeron nuevos caminos y conservaron 6.000 kilómetros de estos. En Capital Federal fueron creadas 20 escuelas públicas y se adoptaron normas para selección de personal docente. Durante esta gestión se incorporaron a la Armada Nacional los acorazados "Rivadavia" y "Moreno".

La rescisión de los contratos celebrados con Francia y Alemania impidió la adquisición de nuevos navíos.

La acción legislativa fue proficua. Envió al Congreso el proyecto de Joaquín V. González que reformaba el sistema del Código de Minería. Otro proyecto estaba referido a reformas en el Código de Justicia Militar y más tarde el de la ley orgánica de la Armada y del Ejército. Fue autor de un proyecto de modificación en el Código Civil relativa al contrato de trabajo. Asimismo, propuso al Congreso la creación del patronato de indios para proteger a los aborígenes de la república. En octubre de 1915 se implantó, por vía de ensayo, el descanso hebdomadario en la administración nacional.

En otro orden de cosas y debido a la situación bélica europea, no fue posible adquirir los sueros y vacunas que se necesitaban. Para remediar esta situación se organizó el Instituto Bacteriológico bajo la dirección del profesor Otto Krause, y las necesidades del país pudieron atenderse, y hasta se pudieron remitir algunas cantidades a los países vecinos. Rebajó la tasa de alumbrado barrido y limpieza en un 15%, en atención a la difícil situación de los contribuyentes. Terminó e inauguró el subterráneo a plaza Once. Se disminuyó la deuda pública y no se contrató ningún empréstito.

El Poder Ejecutivo procuró combatir la desocupación por todos los medios a su alcance, notándose en las postrimerías de su gobierno una mejora en la situación por las demandas de brazos para la cosecha y por la instalación de algunos establecimientos industriales. De la Plaza trató de combatir la desocupación buscando que los que estaban sin trabajo tomaran otras ocupaciones por medio de la rotación de desocupados hacia los lugares de demanda de brazos.

Durante esta presidencia se cumplió la Ley 9.108 destinada a la ejecución del tercer censo general de la República, que tuvo lugar el 1 de junio de 1914. Las elecciones de renovación de la Cámara de Diputados, hechas en la Capital y provincias tuvieron efecto el 22 de marzo y 5 de abril de 1914, sin que se comprometiera la pureza del sufragio.

Fin de ciclo

La vigencia de la nueva ley electoral de 1912 señaló el fin de la preeminencia de las antiguas agrupaciones tradicionales. Partidos de personalidades, que no respondían a ideas ni a sistemas, ligados por razones circunstanciales, por costumbres o intereses, se vieron rápidamente desplazados por nuevas estructuras políticas, que representaban algo más fecundo para un electorado, llegado a la mayoría de edad y hambriento de realizaciones. Así desaparecieron el Partido Autonomista Nacional, la Unión Cívica y el Partido Republicano, quedando solamente los troncos provincianos de vieja raigambre conservadora.

Concurría a señalar la alborada de una nueva etapa, el cambio producido en el orden económico que veía superado su ciclo ganadero por el avance de una incipiente industria. Se consolidaba la fuerza de una naciente clase media y de un proletariado industrial, que después de una década de atentados y persecuciones exigían participar en la discusión de sus problemas. Nuevas urgencias, nuevas inquietudes se expresaban en sus filas, cada vez más numerosas, que presionaban sobre la estructura institucional en vigencia. Fue significativa la incorporación a la vida cívica del aporte inmigratorio. 

Epílogo

La conducción política de la presidencia del Dr. De la Plaza se desenvolvió con perfecta corrección y respeto a las instituciones. El poder federal respetó las autonomías provinciales y fue totalmente prescindente, negando pedidos de intervención o insinuaciones de injerencias que se le hicieron. En este sentido se destacó su firme decisión de no ceder a los pedidos que se le formularon para que diera una orientación en materia política electoral. Pero como él mismo lo aclaró, su prescindencia no fue indiferencia por la suerte del país o el desastre de sus instituciones. 

En su opinión: “La estabilidad de los partidos contribuye a la estabilidad de las instituciones. Ellos les dan vida, acción y eficacia y tienden a elevar la educación de las masas populares”. En esta idea creyó que era conveniente que surgieran nuevos partidos políticos con tendencias definidas, para que la opinión pública tuviera amplia representación.

Victorino de la Plaza falleció un 2 de octubre de 1919, hace cien años. Esta fecha ha pasado inadvertida entre los comprovincianos. Es de justicia reconocer la interesante obra de este salteño, que cerró un ciclo de gobiernos liberales que pusieron sólidas bases en la Nación, pero también señalados de ejercicio fraudulento en los actos eleccionarios y de contubernios políticos.

De la Plaza condujo con mano firme pero serena el proceso eleccionario en el que resultó electo Hipólito Yrigoyen, el candidato de la consolidada Unión Cívica Radical, iniciando el proceso de la alternancia partidaria, única forma posible que la ciudadanía no quede a merced de déspotas autoritarios y de líderes mesiánicos con ansias de perpetuidad en el poder sembrando el caos en la República.

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