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Salta frente a la realidad de un mundo en cambio

Editorial de diario El Tribuno, fundado el 21 de agosto de 1949. Director: Sergio Romero. 
Domingo, 10 de noviembre de 2019 00:37

Hoy comienza un nuevo ciclo en la historia de Salta. 

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Hoy comienza un nuevo ciclo en la historia de Salta. 

El cambio de Gobierno está colmado de desafíos, porque nuestra provincia está inserta en un mundo donde el poder, los valores, las gestiones y las tecnologías se mueven en medio de transformaciones vertiginosas, y donde el desarrollo del conocimiento permite vislumbrar que en las próximas décadas todo será muy diferente de lo que conocemos.

Los avances tecnológicos establecen nuevas formas no solo de comunicación, sino de producción, de trabajo y de convivencia.

A partir del 10 de diciembre, el gobernador y su equipo estarán obligados a mirar sin prejuicios esa dinámica del mundo, porque les tocará tomar decisiones que involucran al futuro de todos los salteños. Pero también las empresas, los gremios, las asociaciones y organizaciones y los ámbitos académicos deben comprometerse en esa tarea, que será una verdadera construcción.

La prioridad debe estar puesta en crear las condiciones para que toda la gente pueda vivir bien. La política ya no podrá ser dádiva ni beneficencia clientelar, porque las condiciones de la economía y de financiamiento del Estado no lo permiten.

Salta cuenta con recursos naturales y posibilidades de desarrollo que, con una política adecuada, pueden convertirse en ventajas comparativas. Pero hay que salir de la inercia y no limitarnos a esperar buenas cosechas, inversiones mineras y flujos de turistas. 

La provincia está en condiciones de definir un proyecto a largo plazo, sostenido en gestiones proactivas en el Gobierno y en cada uno de los municipios para crear las condiciones que exige el siglo XXI.

En primer lugar, es imprescindible ubicarse en un mundo tecnológicamente globalizado. No se trata de una apertura irresponsable, sino de generar las condiciones productivas que requieren los mercados. Sin una economía competitiva será imposible avanzar en la exportación de productos manufacturados. Por lo tanto, es imprescindible trabajar desde ya en una transformación impositiva y fiscal que saque al Estado y a cada municipio del rol insostenible de generador de empleo ficticio. Pero tan importante como eso será que el sistema educativo, en todos sus niveles, se oriente a la formación de profesionales aptos para estas exigencias. 

La prioridad ya no consiste en inaugurar escuelas, sino en crear las condiciones para que el sistema retenga a los alumnos, les brinde conocimientos válidos y les garantice una preparación para desempeñarse en el trabajo creativo.

Las universidades deben profundizar una tarea que ya vienen haciendo, y que consiste en convocar a las empresas y a las autoridades políticas en un proyecto de generación tecnológica que requiere objetivos a largo plazo, plasticidad para acompañar y liderar los cambios y solidez para que semejante esfuerzo no quede desprotegido frente a los vaivenes de la política.

Salta necesita despojarse de los temores atávicos frente a la tecnología y los cambios del mundo. Los valores de fondo, morales y religiosos, sostenidos en la dignidad y la libertad humanas, trascienden a los cambios, pero es necesario saber diferenciar esos valores de las tradiciones rígidas, que son solo costumbres y que pueden resultar distorsivas. 

 Desde la aparición del homo sapiens, la experiencia humana es la transformación permanente. Y esa es la clave del futuro de nuestra provincia.

Salta necesita también reformular su política productiva. La inserción comercial de la producción salteña está -y lo estará cada vez más- sometida a las condiciones de trazabilidad ambiental y social que establece el comercio internacional. Por eso requiere políticas muy claras de preservación del medio, expresadas en leyes serias y fundadas, donde se garantice el desarrollo agrícola, ganadero, forestal, minero e industrial en condiciones sustentables y transparentes, sin lugar para la discrecionalidad y la corrupción.

Salta -y el país- necesitan un plan de Gobierno, claro y a largo plazo. Y la solidaridad de todos para convertir las grandes metas en políticas de Estado, como lo han hecho las naciones que salieron de situaciones mucho más difíciles que la nuestra.

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