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La dura historia de una salteña que estudió Enfermería bajo la luz de una farola de alumbrado público

Sobrevivió a la violencia de género y luego a la pobreza; hoy es Licenciada en Enfermería y todos sus hijos son universitarios. En cercanía del Día Internacional de la Mujer, asegura que “no existen obstáculos para una mujer que desea salir adelante”. 
Martes, 05 de marzo de 2019 17:17

Todos los días una innumerable cantidad de mujeres pone lo mejor de cada una para sacar adelante a su familia, superar los obstáculos que se presentan en el camino y encarar sus luchas por las reivindicaciones de la igualdad de derechos en una sociedad marcada por el machismo. En cercanía al Día Internacional de la Mujer, el diario La Mañana de Formosa eligió la historia de una salteña que vive en la capital de esa provincia para reconocer "la valentía de quienes no abandonan sus ideales y logran reponerse a los golpes de la vida, sobresalir en su ámbito laboral, sin desatender el rol de hijas, esposas, madres y protagonistas de su tiempo". 

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Todos los días una innumerable cantidad de mujeres pone lo mejor de cada una para sacar adelante a su familia, superar los obstáculos que se presentan en el camino y encarar sus luchas por las reivindicaciones de la igualdad de derechos en una sociedad marcada por el machismo. En cercanía al Día Internacional de la Mujer, el diario La Mañana de Formosa eligió la historia de una salteña que vive en la capital de esa provincia para reconocer "la valentía de quienes no abandonan sus ideales y logran reponerse a los golpes de la vida, sobresalir en su ámbito laboral, sin desatender el rol de hijas, esposas, madres y protagonistas de su tiempo". 

Eusebia Isabel “Chabela” Díaz es una sobreviviente de violencia de género, quien se superó a sí misma para alcanzar la paz y bienestar de su familia. Nació el 5 de marzo de 1961, en Embarcación, Salta. Su mamá se llamaba Eva Díaz, falleció muy joven y ella se crío con su abuela Doña Clemencia Villalba. Realizó sus estudios primarios en la Escuela Nº 24 del barrio Obrero, hasta sexto grado; estando casada, concluyó el séptimo grado en la Escuela Nº 290.

Está separada y tiene cuatro hijos vivos y uno fallecido. Actualmente, vive en el barrio Eva Perón de Formosa. Asegura que prácticamente no tuvo adolescencia porque se casó muy joven. Tenía 14 años cuando conoció a quien sería su esposo, y a los 16 años tuvo su primer hijo.

Chabela recuerda que su abuela, Doña Clemencia, al principio de la relación con su exesposo le había advertido: “El día que yo falte este tipo te va a jugar”. Años después, cuando la mujer fue llamada por el Señor, se cumplió su decreto.

Su exesposo cambió rotundamente, la golpeaba y engañaba constantemente. Ella no podía hacer el más mínimo reclamo porque la respuesta segura era un golpe, la mayoría de las veces frente a sus hijos. Pasó días encerrada hasta que las marcas de los golpes dejaran de ser visibles.

Tras una serie de episodios, entre los cuales descubrió que su marido la engañaba con una vecina y de que terminara con ocho puntos en la cabeza, luego de que el hombre le pegara, dijo basta y acudió al Juzgado. Así fue que consiguió una restricción e inició los trámites de divorcio.

Esperanza

En uno de esos días, cuando llevó a su hija más pequeña al centro de salud, vio un escueto cartel que anunciaba “curso de auxiliar de enfermería”. El cierre de inscripciones era en una semana. Sin perder tiempo, concurrió a averiguar cómo inscribirse, pero allí encontró el primer obstáculo, se requería estudios primarios completos y ella sólo tenía hasta sexto grado.

“Fui a hablar con una de las monjas que ofrecían terminar los estudios primarios a los chicos y le conté mi situación, luego de meditarlo largo rato, me dio la posibilidad de rendir libre”, contó. En menos de una semana, Chabela estudió Matemáticas, Ciencias Sociales, Ciencias Naturales y Lengua. Concurrió a rendir y obtuvo 10 sobre 10.

Con el certificado de finalización de la primeria en mano, se inscribió al curso de auxiliar de Enfermería.

Eran tiempos difíciles. Tenía cuatro hijos pequeños, no tenía trabajo, no progresaba el pedido de alimentos hacia su exesposo, no tenía otra familia a quién recurrir y de a poco el dinero empezó a escasear.

Al principio vendió unos ladrillos que tenía en el patio; luego, consiguió trabajo lavando ropa en la casa de un bioquímico. Lo que ganaba ni siquiera gastaba en pasajes de colectivo para hacer rendir el dinero.

Durante el año que estudió sus hijos iban a la hostería del Niño Jesús, con la Hermana Julia, y la niña más pequeña quedaba en la guardería del Eva Perón. “Mi amiga Gladis Cabrera me ayudaba con mi nena, se ocupaba de ella, la bañaba, la peinaba ya que yo me iba a las 4 de la mañana caminando con mis compañeros hasta donde se realizaba el curso”, contó.

Mientras, su hijo mayor, de 8 años, se ocupaba de despertar a sus hermanos, llevaba a la nena de 3 años hasta la guardería y luego tomaba el colectivo con sus otros hermanos de 5 y 6 años para dirigirse a la Hostería del Niño Jesús.

“El era muy chiquito, pero así y todo tenía la responsabilidad de levantarse temprano y ocuparse de sus hermanitos. Cuando salía del curso iba a lavar ropa a la casa del bioquímico y al regresar a mi casa mis hijos estaban prácticamente dormidos. Entonces, me sentaba a estudiar bajo la luz del alumbrado público, porque su exesposo dejó de pagar la luz y le cortaron el servicio”, recordó.

Voluntad inquebrantable

Gracias a una fuerza de voluntad inquebrantable, Chabela se recibió de auxiliar de Enfermería. Ella, su amiga y sus hijos derramaron miles de lágrimas de alegría, pero hasta hoy en día el rostro que más la conmueve es el de su hijo mayor, quien agradecía al cielo que su mamá ya no tendría que dejarlos en guarderías, sino que la tendrían con ella.

Pasaron los meses y la mujer no conseguía trabajo. 

Luego de cinco meses difíciles, en un día recibió cuatro noticias: fue contratada en el Hospital de la Madre y el Niño, recibió su beca de auxiliar de Enfermería, le avisaron que estaba el depósito de la manutención de sus hijos y se enteró que estaba nuevamente embarazada.

“Todo eso pasó un 21 de abril, día del cumpleaños de mi hija más chica. Recuerdo que ella soñaba con tener una bebota, entonces fuimos con los chicos y le compramos una. Con eso pude pagar mis cuentas, pudimos tener la luz y algo más de estabilidad”, contó.

“Vamos por más”

Ni bien empezó a trabajar, se inscribió para cursar los estudios secundarios. Terminó en la Escuela Nº 41. Lejos de conformarse con eso, realizó Enfermería Universitaria y luego se recibió de Licenciada en Enfermería. En la actualidad, Chabela es jefa de sección del Servicio de Tocoginecología del Hospital de la Madre y el Niño, y lo anuncia con todo el orgullo que representa el enorme sacrificio que realizaron ella y sus pequeños hijos para ese logro.

“Cuando terminé enfermería universitaria, mi jefa, la señora de Gandulfo, me llamó y me dijo que era uno de los primeros universitarios del Hospital de la Madre y el Niño y que iba a pasar a ser supervisora del servicio. Lo fui con categoría de auxiliar, luego me recategorizaron, continué la Licenciatura y hoy soy jefa de sección, con 31 años de antigüedad. Hoy puedo vivir tranquila, darles el gusto a mis hijos y mis nietos”, resaltó.

A modo de mensaje de aliento para muchas mujeres que quizás estén atravesando una situación difícil, expresó: “Hay que mentalizarse que el que quiere, puede. Yo era una mamá con cuatro hijos, apenas tenía el 6º grado y no me dediqué a salir a pedir ni salí a vivir de mi cuerpo, si eso no nos gusta, todas podemos aspirar a más y ganarnos la vida para no depender de nadie, así tengamos cinco hijos, la mujer puede. Una mujer puede salir adelante sola”.

En la actualidad, todos sus hijos son profesionales, formaron familia y tienen trabajo. Las vacaciones los unen y mientras tanto, cada vez que puede realiza viajes a para visitarlos.

Fatalidad

Chabela, más allá de todos sus logros, lleva un enorme pesar en su corazón. Hace 4 años, el destino y la fatalidad se llevaron al menor de sus hijos, José Luis González. Cuando falleció, hacía sólo 10 días que el joven se había recibido de profesor de Educación Física. Fue una madrugada sobre la avenida Ribereña, recién inaugurada. En ese lugar brilla una estrella amarilla que recuerda que allí ocurrió un hecho de tránsito que se llevo una vida ejemplar.

“Mi hijo tenía 25 años, se había recibido de profesor y era mi compañero. Sus hermanos más grandes formaron su vida y se fueron de la casa, me quedaba él. Era un vecino ejemplar, un buen amigo y un gran hijo. El día de su velatorio hubo más de 150 personas. Tanto en la vereda como en la calle lloraban su muerte. Lo extraño con todo el corazón y lamento que una persona tan buena, con tanto futuro, mi hijo amado, haya muerto tan joven”, relató.

Será un dolor que la acompañará por siempre y que no pasa un solo día de su vida en que no recuerde a José Luis. Sin embargo, agradece al cielo que él no sufrió lo que sus hermanos sino que al contrario, se le pudo dar bienestar económico pero también muchísimo afecto. Este martes, Chabela festejará su cumpleaños número 58. Consultada sobre qué espera para el futuro, admite: “Pido salud para estar con mis hijos y nietos siempre que me necesiten; trabajo para darle los gustos y para viajar a visitarlo; y también, si está en los planes de Dios, ojalá que algún día pueda encontrar al amor”.

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