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30 de Junio,  Salta, Centro, Argentina
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Dos pájaros y un tiro

Domingo, 14 de abril de 2019 01:04
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Objetivos e instrumentos. Jean Tinbergen, el primer economista en recibir el Premio Nobel en 1969 junto a Ragnar Frisch, desarrolló un famoso teorema para ser aplicado a la política económica, el cual sostiene que en una economía no se pueden conseguir ciertos objetivos si el número de instrumentos no concuerda con aquellos; o sea, "no se pueden matar dos pájaros con un solo tiro".

Aunque la idea parece sencilla e intuitivamente evidente, no carece de matices interesantes cuando el teorema se aplica al ejercicio práctico de la política económica.

En efecto, supóngase que en una economía no inflacionaria el gobierno desea inducir un aumento en el PBI y dispone de holgura presupuestaria que le permitiría, reduciendo su superávit, incrementar el gasto público, confiando que esto "despabilaría" a la economía e induciría a las empresas a imitar mayores desembolsos, en este caso, de inversiones; por supuesto, tal economía, no por los aspectos recesivos sino por lo del superávit presupuestario, no podría ser la Argentina.

Si las demás cosas no cambian, este mayor gasto tropezaría con que, como la cantidad de dinero es la misma y suponiendo que el superávit no consistía en fondos atesorados por el gobierno sino en cierta disponibilidad de dólares, por ejemplo, al venderlos el público se desprendería de efectivo y podría verse obligado en consecuencia a reducir su consumo, con lo que, en principio, el mayor gasto del gobierno se vería equilibrado por el menor consumo y nada cambiaría.

Si, en una economía más parecida a la Argentina, el gobierno financiara su gasto vendiendo activos propios (letras), nuevamente tomaría fondos de la economía, pero esta absorción, al reducir la cantidad de dinero, elevaría la tasa de interés potenciada además por el mayor gasto público, lo que haría caer la inversión, generándose nuevamente un "empate": más gasto del gobierno pero asociado a menos inversión.

Como se aprecia, hay en el ejemplo propuesto un problema. El gobierno dispone de un instrumento, el gasto público, que, siguiendo a Tinbergen permitiría alcanzar el objetivo buscado que es elevar el PBI. Sin embargo, en realidad, aunque el gobierno no lo advierte, existe en realidad más de un objetivo, porque los adicionales implícitos- son mantener las demás variables sin cambios; esto es, el gobierno quiere que aumente el PBI pero tácitamente- pretende que no sea menor el consumo o la inversión, o más alta la tasa de interés. Claramente entonces, el gobierno debería contar con más instrumentos; por ejemplo, si controlara la cantidad de dinero, debería expandirla al mismo ritmo que el gasto se eleva, lo que mantendría estable la tasa de interés y entonces, si hay recursos productivos disponibles, el mayor gasto no produciría modificaciones en estas variables y no se alterarían las demás. Los dos objetivos entonces serían, un mayor PBI y estabilidad en las demás variables que lo componen, siendo los dos instrumentos, el gasto público y la cantidad de dinero.

Los enfoques ortodoxos

Sin duda, un economista ortodoxo que leyera las líneas anteriores se sentiría muy en desacuerdo porque, en primer lugar, sostendría que no podría presentarse un mayor gasto público sin que el nivel de precios aumente suponiendo que el mayor gasto se financia con dinero nuevo-. Adicionalmente, añadiría una larga explicación de por qué el gobierno debe abstenerse de intervenir en la economía, sin omitir seguramente alguna queja contra Keynes "quien, obviamente debe estar detrás de todo esto".

La razón del enojo de los economistas ortodoxos contra el argumento anterior de los objetivos e instrumentos y, más específicamente, contra toda idea de incrementar el gasto público, se basa en que ellos sostienen que la economía está siempre en el máximo de posibilidades de producción y por lo tanto no hay forma de que ningún gasto público agregue algo al PBI sino que se transformará en su totalidad en aumento de precios.

El traspié de la ortodoxia

Sin perjuicio de acordar con la ortodoxia en que no necesariamente la recuperación de la economía deba darse de la mano de un mayor gasto público ya que lo correcto es estimular la inversión privada, la ortodoxia comete un error grave al sostener que "la economía siempre da de sí lo más".

En otras palabras, no es cierto que la economía produzca lo máximo a su alcance, porque si así fuera no se podrían explicar las recesiones que cada tanto las economías en general y la Argentina, "a cada rato"- experimentan. En efecto, al ser el fenómeno de la caída en el PBI un dato de la realidad -como la Argentina lo experimenta crónicamente- no puede sostenerse que el nivel de actividad existente sea el máximo posible, porque, en todo caso, ese máximo correspondería al valor del PBI anterior a la caída y por lo tanto existe capacidad instalada y mano de obra que ha quedado disponible al caer el producto. A todo esto, en macroeconomía, siguiendo el precepto oriental de que "así como es abajo es arriba", el PBI y el nivel de precios se explican también a través de la oferta y la demanda, en este caso a escala agregada.

Consecuentemente, cuando el PBI, expresión de la producción de bienes y servicios finales, cae, esto es equivalente, a escala microeconómica, a una sequía en la producción agrícola, la que tendrá entonces que venderse a precios más altos, o, dado un precio, la cantidad ofrecida resultará menor. Más formalmente, lo que ocurre es que una menor oferta enfrenta la misma demanda y, como perfectamente se aprecia en el caso de tomates o naranjas, los precios serán más elevados y la producción menor, no siendo por supuesto válido explicar los mayores precios porque el público demanda más tomates o naranjas, ¿verdad?

Los dos instrumentos

Volviendo ahora a la macroeconomía, cuando se experimenta una recesión ocurre lo mismo y consecuentemente el nivel de precios aumenta a la vez que el PBI disminuye.

En este caso, si la ortodoxia se muestra confiada en que, al mantener la cantidad de dinero sin incrementos los precios “no pueden” subir, evidentemente comete un error, y si recomienda “congelar” la cantidad de dinero, si bien se mantendrá la demanda agregada sin cambios demanda que incluye en forma independiente del PBI, el consumo, la inversión, el gasto público, etc.- el nivel de precios necesariamente aumentará por el mecanismo explicado, el cual es válido tanto para los tomates y naranjas como para el PBI en su totalidad.

Planteado en términos de objetivos e instrumentos, si se propone la inflación como un fenómeno puramente monetario, se aprecia que, como en el ejemplo del comienzo, se está omitiendo un objetivo que debe tenerse en cuenta junto con el de contener la inflación, y es que el PBI no se reduzca, lo que exige que alguno de los componentes de la demanda (consumo, inversión o exportaciones, coincidiendo en anatemizar el gasto público) no disminuyan.

Se tiene entonces que el gobierno necesita, como antes, dos instrumentos para alcanzar estos dos objetivos; uno sería la contención monetaria, pero el otro debería ser alguno que le asegure que el PBI no se reducirá. En definitiva, en Economía no se pueden matar dos pájaros de un solo tiro, del mismo modo que tampoco se pueden abrir dos cerraduras con una sola llave Tinbergen, tenía razón después de todo y sin duda el Comité que le entregó el Nobel realizó un acto de justicia al otorgárselo.

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