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El pasado 16 de julio, el Tren a las Nubes cumplió 47 años de vida y, aunque actualmente su recorrido es mucho menor, la fama que en el mundo del ferroturismo supo ganar en otros tiempos, aún sigue vigente.
Hace 11 años, desde esta misma página, El Tribuno anunciaba el retorno del Tren a las Nubes, después de tres años de parálisis. Y no era la primera vez que ocurría. Por entonces, ya eran muchos los que sostenían, y con razón, que el fin del Tren a las Nubes, tal como lo conocíamos, no terminaría bien, salvo que se encarasen determinadas obras a lo largo de su itinerario. Y el argumento era harto válido: la transitabilidad por todo el circuito no duraría mucho si previamente no se encaraba importantes obras de mantenimiento. Trabajos que solo el Ferrocarril General Belgrano le había brindado desde su inauguración (1948), hasta la paralización de los servicios internacionales (carga y pasajeros) operada a mitad de los años 90. Y así fue que como el Estado nacional no encaró esas obras, el ramal continuó deteriorándose. El proceso fue lento pero inexorable pese a ciertas reparaciones que encaró la Provincia de Salta, cambiando durmientes y rieles en determinados tramos entre Salta y el viaducto La Polvorilla. El resto del trazado quedó librado a su propia suerte: defensas sobre el río Toro y riachos; conservación de túneles, puentes, obras de arte y terraplenes. Y durarían hasta que la nobleza de los materiales y la calidad de su construcción no aguante más. Fue entonces cuando primó la cordura. El Gobierno de Salta decidió, a mitad de esta década, dado los riesgos que se corrían, suspender el recorrido del tren por su habitual y deteriorado circuito de casi 450 kilómetros, ida y vuelta. De a poco, y con el fin de salvar un ícono de Salta, se implementó un recorrido alternativo de 22 kilómetros, que es la distancia que separa a la estación de San Antonio de los Cobres (1932) y el viaducto La Polvorilla (1939).
Ahora, habrá que esperar la tan anunciada reactivación del Ferrocarril General Belgrano, para que los salteños podamos volver a soñar con el Tren a las Nubes que se hizo famoso en el mundo entero, allá por los años 80 y 90 del siglo pasado.
Origen del Tren a las Nubes
La primera formación del famoso Tren a las Nubes salió rumbo a los Andes, el 16 de julio de 1972. Es decir hace 47 años, cuando en el país nadie sabía del valor turístico y económico que tenían algunos ramales ferroviarios argentinos. Sin embrago, antes de la inauguración del Ramal C-14 en 1948, el recorrido ya era un atractivo turístico, especialmente para contingentes estudiantiles de Salta, Jujuy, Tucumán, Córdoba, Santa Fe y Buenos Aires.
Lo cierto es que antes del Tren a las Nubes, no hubo otro tren turístico en la Argentina. Según los últimas investigaciones realizadas en el archivo de El Tribuno, la idea de hacer correr un tren turístico por el Ramal C-14 surgió en el seno del Ferrocarril General Belgrano, en 1969. Los hechos comenzaron a precipitarse en junio de ese año cuando las máximas autoridades del Belgrano llegaron a Salta y en un coche motor especial viajaron a Socompa.
Días después, también llegó a Salta el escritor y periodista Emilio Petcoff quien visitó la redacción de El Tribuno el 14 de junio de 1969. En su amena conversación refirió los trámites que requirió la filmación de “Un Tren a las Nubes”, película que se hizo sobre un guión de él, y sobre la base de un poema y música de Jaime Dávalos. “Se trata -dijo- de un imaginario viaje a Socompa, quizá la más alta del mundo, y donde el protagonista del filme es Andrés, un pequeño de solo nueve años de edad”. Más adelante Petcoff confió a El Tribuno que la película sería exhibida aproximadamente en septiembre de 1969 en nuestra ciudad.
Del dicho al hecho
Aún se desconoce cuando fue exhibido el filme de Petcoff, pero si se sabe que fue adquirido por el Ferrocarril Belgrano. Sobre esa base, la empresa resolvió tiempo después, hacer correr un tren turístico de Salta a Antofagasta, idea que al fracasar por razones técnicas, dejó como alternativa hacer el tramo de Salta hasta el viaducto La Polvorilla.