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Jaime Bayly: "No hay ninguna posibilidad de que Argentina se transforme en la Venezuela actual"

En diálogo con el sitio Infobae, el periodista y escritor peruano dijo que no votaría por Alberto Fernández, pero que está seguro de que el candidato del Frente de Todos "no va a repetir los visos autoritarios de Néstor y de Cristina"
Viernes, 16 de agosto de 2019 09:57

Jaime Bayly está en la Argentina para presentar Pecho Frío, una sátira sobre el poder y el sexo, los medios y la religión en las sociedades pacatas. El periodista y escritor peruano, que vive en Miami, tiene con nuestro país una relación de más de 40 años, desde que recibía en su casa de Lima las revistas Billiken y El Gráfico. ‘Son como los italianos, viven el presente. No como los alemanes, que se sacrifican pensando en el futuro‘, analizó en diálogo con Infobae. Bayly dijo que no votaría por Alberto Fernández pero que podría ser amigo de alguien que lo vote. Además, confesó que detrás de lo que definió como una ‘pose de provocador salvaje‘ está la mascota, el cachorrito de Silvia, su esposa. Y pidió avisar que este viernes a las 18 estará firmando ejemplares en el Hotel Alvear. Aquí, la entrevista completa.

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Jaime Bayly está en la Argentina para presentar Pecho Frío, una sátira sobre el poder y el sexo, los medios y la religión en las sociedades pacatas. El periodista y escritor peruano, que vive en Miami, tiene con nuestro país una relación de más de 40 años, desde que recibía en su casa de Lima las revistas Billiken y El Gráfico. ‘Son como los italianos, viven el presente. No como los alemanes, que se sacrifican pensando en el futuro‘, analizó en diálogo con Infobae. Bayly dijo que no votaría por Alberto Fernández pero que podría ser amigo de alguien que lo vote. Además, confesó que detrás de lo que definió como una ‘pose de provocador salvaje‘ está la mascota, el cachorrito de Silvia, su esposa. Y pidió avisar que este viernes a las 18 estará firmando ejemplares en el Hotel Alvear. Aquí, la entrevista completa.

 Te pregunté fuera de aire si podíamos hablar sobre tu situación sentimental y como dijiste que sí, es mi primera pregunta.

 Estoy casado con Silvia, llevamos ocho años casados y tenemos una hija Zoe, de ocho años.

 Pero te has aceptado bisexual. ¿Cómo es eso?


 Bueno, antes de Silvia yo tuve un novio argentino, fui muy feliz con él. Ahora con Silvia son desmesuradamente feliz y no he necesitado estar con otras personas para contentarme más.

 Me animé a preguntarte esto porque en Pecho Frío, la novela que estás presentando en la Argentina, hay un hombre que tenía una vida tranquila, que no parece que haya sido la tuya, que se le produce un shock porque frente a una circunstancia fortuita, que no vamos a contar acá porque queremos que compren la novela, se da un beso con hombre en un programa de televisión y ahí descubre su homosexualidad. ¿Es un poco tu historia, Jaime, también?

 Sí y no. Yo descubrí que me gustaban los hombres muy temprano, a los 18 años. Me enamoré de un amigo de la universidad. Sin embargo, yo sí viví la experiencia de Pecho Frío. En el año 2002, me llevaron a un programa de TV en Barcelona, ‘Crónicas marcianas‘, que tenía muchos espectadores y era de tono carnavalesco. Y uno de los animadores, Boris Aguirre, me dio un beso en la boca. Ese beso produjo un enorme revuelo, un escándalo más o menos parroquial en Perú. Entonces me dio la idea de la novela, porque me dí cuenta que un beso de dos hombres en televisión, desprovisto de deseo erótico, solo histriónico, desdibuja la vida del que es besado por el animador.

 En la novela usás muchos sobrenombres que para los argentinos son reconocibles, no sé si para otros países de habla hispana. Pecho Frío, Che, Boludoà

 El Papa.

 Puto Amo.

 El hombre del banco que despide a Pecho Frío por el beso.

 Chucha seca.

 La suegra de Pecho Frío, mamá de Culo Fino.

 Son todos nombres que a los argentinos nos anticipan el personaje, pero no sé para los demás países de América Latina, o España incluso.

 En Colombia no entendían, en España mucho tampoco. Yo Pecho Frío lo escuché aquí y en el fútbol. Acá cometen la barbaridad de decírselo a Messi. No es verdad que lo sea. Yo tampoco soy Pecho Frío, así se llama el personaje de mi novela.

 Qué interesante la relación que tenés con la Argentina. ¿Es anterior al vínculo que tuviste con ese periodista argentino?

 Sí, sí.

 Contanos de la relación con la Argentina.

 Comenzó cuando era un niño en Lima, yo leía dos revistas toda la semana, Billiken y El Gráfico, ambas de Editorial Atlántida. De modo que yo, cuando era un niño, ya soñaba con la Argentina. Entonces, cuando fui jovencito venía muy a menudo. Eran los años de Alfonsín, después de Malvinas, compraba libros, leía con devoción a los escritores argentinos. No solo Borges y Cortázar, sino también a Manuel Puig, y además iba a la cancha. Era y soy hincha de River, y me gustaba ir al Monumental y a la Bombonera, al estadio de Independiente. Yo tengo una relación sentimental con este país de 40 años.

 ¿Cómo se combinan este talento que sin duda tienen estos escritores argentinos con esta pasión, digamos irracional, que tiene el fútbol?

 Irracional, sí, pero también deliciosa. Pienso en Fontanarrosa, gran artista y gran canalla, hincha de Rosario Central. Pienso en Eduardo Galeano, un hombre de izquierda, yo no lo soy, pero gran cuentista y amante del fútbol. Pienso en Javier Marías, que hace con las palabras magia, es el Messi de la escritura. No somos pocos los escritores que amamos el fútbol.

 Y este conocimiento que tenés de la Argentina, ¿te lleva a concluir que tiene un costado irrecuperable, que no puede salir del regreso permanente al populismo, de la ilusión del reparto de los panes y los peces?

 Sí, creo que la Argentina tiene una cierta pulsión autodestructiva, pero la verdad es que yo siempre la he pasado bien acá. Con Alfonsín y con Menem, con De la Rúa y con Duhalde, con Néstor y con Cristina. Yo puedo estar a favor o en contra del gobierno de turno, pero este es un país maravilloso. Este país no es solo su clase política, este país son sus libros, su música, sus películas. El culto de la amistad. No hay país en el mundo que celebre el día de la amistad como en la Argentina. El mejor amigo es siempre un argentino, el más leal, el más noble, el más entregado a hacer siempre un asado, a celebrar la amistad. Entonces, es un error pensar que el país es solamente su clase política.

 Ya que nos conocés tanto, te pido que nos ayudes a reflexionar en torno a este momento tan particular que estamos viviendo con esta transición que no es transición, donde todavía el presidente Macri tiene chances de reelegir. ¿Por qué esta dificultad tan grande que tenemos para entendernos con los que piensan distinto?

 Claro, no hay que odiar al que vota por otra persona. El voto político no define a una persona. Yo no votaría por Alberto Fernández, pero si una persona vota por él podemos ser buenos amigos y podemos tomar un café y hablar de otras cosas. A mí me parece que los argentinos son muy italianos. No son alemanes. El alemán sacrifica el presente para tener un mejor futuro. El alemán trabaja mucho, ahorra mucho y piensa en el futuro. El argentino es italiano, no sacrifica el presente para tener mejor futuro, captura el momento y vive un presente fantástico, placentero, desmesurado.

 Y después Dios dirá.

 Y después Dios dirá.

 Además, como Dios es argentinoà

 Y el Papa. Ya nos arreglaremos en el futuro. En el presente, en el día a día, Argentina es una fiesta irrefrenable, perpetua. Ahora, el futuro siempre se ve inquietante. Este es el drama de la Argentina, que no están dispuestos de sacrificar el presente para tener un mejor futuro.

 Cuánto que nos conocés, Jaime. También tenemos algo de que pasamos de ser los mejores del mundo, a los peores, muy ciclotímicos.

 Buenos Aires es, y con mucha diferencia, la ciudad más fascinante de América Latina, de México a la Patagonia. ¿Qué es un país? Es su geografía, su historia, pero sobre todo es su gente. Y los argentinos nunca aburren, son divertidísimos, apasionados, una pasión que a veces roza el fanatismo, no solo en la política, también en el fútbol, en las artes.

 El más peligroso es en religión, segundo en política.

 Sí, después puede ser fanático de River o de Boca. Pero en política tiende a la violencia y al autoritarismo.

 ¿Argentina tiene posibilidades de ser Venezuela?

 No, ninguna, por varias razones. Primero, yo creo que va a ganar Alberto Fernández y un gobierno de Alberto será mejor de lo que hubiera sido un tercer gobierno de Cristina. No va a mandar Cristina, creo que va a gobernar Alberto, que creo que es un demócrata y no va a repetir los visos autoritarios de Néstor y de Cristina. En aquellos gobiernos se llamaba a periodistas críticos y se los amenazaba, se los golpeaba. Eso no puede volver a ocurrir. Yo quiero creer que Alberto aprenderá de los errores del pasado. Pero, además, Venezuela es una dictadura militar neocomunista. Por suerte, en la Argentina, los militares no tienen ningún prestigio y ninguna influencia en la vida política, como corresponde. Por último, no creo que Alberto pueda llevar adelante, ni que lo quiera, una política chavista. Dadas las circunstancias, ya no está Chávez, Venezuela no nada en petrodólares, Argentina ha probado que el control de precios y cambios no funcionan, la emisión desenfrenada no funciona. No hay espacio para una política chavista. Argentina nunca va ser la Venezuela que es ahora, por fortuna.

 Tu libro es una sátira política, de los medios.

 Del poder.

 Es la sátira una manera de decir cosas más directas, ¿por eso elegís normalmente ese estilo?

 Yo tiendo el humor, casi todo lo que hago lo hago con humor, también cuando escribo. Pecho Frío es una parodia, una caricatura que encierra una verdad. Pecho Frío sugiere que una persona que era anónima y gris, que el poder corrompe y envilece, y que las personas que ejercen el poder en la política y en la política generalmente se ponen caretas, practican la duplicidad, es decir, que no hay que juzgarlas por la máscara, sino tratar de bucear su identidad escondida.

 Y, dinos, Jaime, ¿cuál es tu careta?

 Es una gran pregunta. Mi careta es la provocador, la de agitador intelectual, de escándalo. Debajo de esa careta, soy un hombre melancólico, tranquilo, incluso diría, ensimismado. No hay vida social, casi no tengo amigos. Me gusta estar con mi mujer, con nuestra hija. Soy muy mansito. Yo poso de provocador salvaje, pero en realidad soy la mascota de Silvia, mi esposa, soy un cachorrito.
 

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