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“Problemas irresueltos” tuerce las lógicas binarias del mundo

Basándose en tres figuras geométricas sencillas la artista lleva al espectador a la reacción. La muestra, de Soledad Dahbar, dota al visitante de una categoría de explorador. 
Viernes, 09 de agosto de 2019 09:57

 

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María de los Ángeles Rojas
El Tribuno

La muestra “Problemas irresueltos”, de la artista y gestora cultural salteña Soledad Dahbar, estará expuesta en la planta baja del Museo de Arte Contemporáneo (Zuviría 90) hasta el 29 de septiembre. 
Se basa en tres figuras geométricas primigenias (un triángulo, un círculo y un cuadrado) y el visitante al entrar en la sala se topa con un manifiesto. 
Desde el triángulo “Siguiendo la declaración: la línea piensa. El triángulo también. El triángulo es la intersección, la posibilidad activa de salir de la grieta. El triángulo tuerce la dinámica del binarismo y multiplica. Es diversidad. La imagen va de camino al silencio. Pensé en el triángulo como manifestación del silencio. El triángulo como un cuerpe (...) El triángulo es infinito”. Pasando por el círculo “Nadie sabe lo que puede un círculo. El círculo es una pasión alegre, es vital. Afectamos y somos afectados por el círculo (...). El círculo es conjunto, es colectivo, es subjetivo y es impersonal. El círculo es social. El círculo es inclusivo. El círculo es integración (...). el círculo es cuir, no tiene género, es emancipación. No hay opresión ni dentro ni fuera del círculo”. Y por último el cuadrado: “(...) Es absurdo todo, pero no el cuadrado. El cuadrado es concreto. No hay nada más concreto que algo abstracto. Hay infinitos movimientos posibles dentro y fuera del cuadrado. El cuadrado es indivisible. Siempre se puede invocar al cuadrado. Siempre se puede revisarlo porque es dinámico. Se debe a su movimiento y nosotres también nos debemos al movimiento. El cuadrado es antiesencialista, antifundamentalista, antifascista. El cuadrado no necesita definición”. Así, con la carga semántica que supone conocer la expresión reivindicativa que simboliza la voluntad de estilo de Dahbar, el espectador comienza el recorrido. El manifiesto pasa de una figura a otra como por vasos comunicantes y es indudable la influencia de la poesía concreta, que en este caso toma del género la composición en estructuras geométricas así como la creación de tensiones. Porque resulta insoslayable concordar con que existen movimientos sociales saliendo del espacio bidimensional del texto escrito. 

 


“El manifiesto es una punta para la muestra, pero también la abre a muchas puntas que están afuera. Es algo que quería decir, pero no podía enunciar tanto en las piezas, porque abarca mucho. Hay varias piezas en la muestra que están atravesadas por la historia del arte, que es moderna y contemporánea, y en el juego la continuidad del texto podría haberse hecho en cualquier figura; por eso es coherente que cuando lo leés decís: ‘Sí, pero eso es el triángulo’. Hay un juego de palabras que te llevan a pensar en esta dualidad”, definió en conversación con El Tribuno Dahbar. También colocó “guiños” al lenguaje inclusivo. 
Estos mensajes implícitos denotados en “el triángulo como un cuerpe”, “nosotres también nos debemos al movimiento” nos conectan con la propuesta de reemplazo del genérico masculino que invisibilizó a las mujeres y a otra identidades de género y demanda del público una batería de herramientas para interpretar los cambios desde una perspectiva de género y derechos demandada por diferentes grupos sociales. 
“No quería escribir todo un texto en lenguaje inclusivo, porque no me parece bien que haya que hacerle eso a la lengua, aunque sí estoy a favor del uso del lenguaje inclusivo, de la inclusión sobre todo. Allí en el texto se debaten problemáticas contemporáneas con respecto a la disencia sexual, al totalitarismo y al fascismo que están pasando ahora. De los que dicen que están de vuelta, aunque no creo que se hayan ido nunca, porque lo que está pasando es que están empoderados ahora con el auge de los gobiernos de derecha y del capitalismo que están instalados en Latinoamérica con toda la fuerza”, reflexionó Dahbar. 
Añadió que los tópicos invitan a conectarse con el trabajo intelectual de que se sustancian. “Nos reapropiamos de la palabra cuir, por ejemplo. Los movimientos feministas con recursos de Estados Unidos la toman a la palabra queer, pero nosotros necesariamente la tenemos que latinizar, porque tenemos problemáticas similares, pero distintas finalmente. Aunque yo no puedo hablar desde mis privilegios de ser blanca y de clase media. Por ello la palabra intersección es tan importante, porque hay que cuidarse de no hablar por el otro”, sintetizó la artista.
Y en ese punto de encuentro entonces al intelectual le cabe la responsabilidad de posicionarse no como un entomólogo, sino como un militante social activo que comparte con los otros en su comunidad. 
“Cuando hacemos una práctica feminista, más allá de las disidencias sexuales particulares, hay que cuidarse de no hablar por los sectores más excluidos que son las mujeres indígenas, la minoría más violentada, o las mujeres trans”, sintetizó.
Las piezas de “Problemas irresueltos” estimulan todos los sentidos, como el “detector de metales” que tiene la virtud de operar como un sonar (porque detecta la presencia y situación de objetos que llevamos, pero están aparentemente sumergidos) y en el mismo movimiento posicionarnos en una búsqueda mineral. 
“La intención es que uno se sienta involucrado en el espacio y tenga conciencia de su carga metálica, de todos los metales que uno lleva encima y un poco transversalmente comprendamos que somos parte de ese consumo, de esa extracción de los recursos”, detalló Dahbar. 


Una experiencia para vivir sensaciones diferentes 

En toda manifestación artística hay una intención de transformación en el espectador que quien la opera no la dirige realmente, no la puede predecir ni desactivar una vez desencadenada. “Cuando uno hace un trabajo con fines estéticos es muy importante que el otro se posicione en la toma de conciencia de que es parte de eso. No son mis delirios de artista, sino que estamos involucrados con lo que tratamos de proponer. La intención es que quien mire se vea a sí mismo. Cuando estás parado frente a una muestra sos el responsable de lo que te está pasando más allá del artista”, expresó Dahbar. Añadió que incluso hubo personas que le comentaron que habían pasado por la exposición no una, sino dos o tres veces más para regalarse otras experiencias, lo que no sorprende que ocurra porque Dahbar manifestó que había pensado a “Problemas irresueltos” como un espacio para la experiencia háptica, es decir, para estimular sensaciones más allá de los visual y lo auditivo. “Lo háptico para mí es tu cuerpo aplicando todos los sentidos al moverse en el espacio. Cuando caminás estás sintiendo con tu cuerpo la dureza o la blandura de la madera”, ejemplificó. Así para ella “lo humano no está por encima de los minerales. No hay jerarquías en la muestra, sino que somos parte de un todo. Hay que respetar esa inteligencia que tienen las cosas, que conversan con nosotros y viceversa”. 
Pasando el “detector de metales” el espectador atraviesa una zona oscura, de vacío. Y luego se enfrenta a una pieza de orfebrería -de nuevo el triángulo, el círculo y el cuadrado- que puesta sobre un ser humano también genera incomodidad porque va de oreja a oreja y entorpecería el habla. Por último, las pancartas, de colores metalizados que crean efectos cromáticos de espacio y vibración plástica e invitan a la acción. “Los carteles de la manifestación están listos para salir a la plaza. Una manifestación es la posibilidad de denunciar algo que es personal pero se vuelve impersonal en el colectivo”, cerró Dahbar. 

 


 

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