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Evo gambetea la segunda vuelta

Miércoles, 11 de septiembre de 2019 01:50

El 20 de octubre, siete días antes que en la Argentina, tiene lugar la primera vuelta de las elecciones presidenciales en Bolivia, cuyo presidente, Evo Morales, postulado por el Movimiento al Socialismo (MAS), lucha por su tercera reelección. De conseguirla, protagonizaría el mandato más prolongado en la historia institucional del país del altiplano. El sistema electoral boliviano contempla un mecanismo de doble vuelta. Para ganar en la primera vuelta, se necesita el 50% de los votos o el 40% con una diferencia de diez puntos porcentuales sobre el segundo candidato más votado. Las encuestas indican que Morales será el triunfador en la contienda del domingo 20, pero ese pronóstico se torna más problemático en el caso de un eventual, y hasta ahora probable, balotaje.

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El 20 de octubre, siete días antes que en la Argentina, tiene lugar la primera vuelta de las elecciones presidenciales en Bolivia, cuyo presidente, Evo Morales, postulado por el Movimiento al Socialismo (MAS), lucha por su tercera reelección. De conseguirla, protagonizaría el mandato más prolongado en la historia institucional del país del altiplano. El sistema electoral boliviano contempla un mecanismo de doble vuelta. Para ganar en la primera vuelta, se necesita el 50% de los votos o el 40% con una diferencia de diez puntos porcentuales sobre el segundo candidato más votado. Las encuestas indican que Morales será el triunfador en la contienda del domingo 20, pero ese pronóstico se torna más problemático en el caso de un eventual, y hasta ahora probable, balotaje.

La oposición está dividida. Su principal candidato es el expresidente Carlos Mesa, del Frente Revolucionario de Izquierda (FRI), quien emerge como el probable competidor del primer mandatario en un escenario de balotaje. Detrás figura Óscar Ortiz, de la Alianza Bolivia Dice No, integrada por el Movimiento Demócrata Social y la Plataforma Ciudadana Bolivia Dice No, respaldado por la elite empresaria de Santa Cruz de la Sierra, el estado más próspero de Bolivia.

Entre el resto de los postulantes, se destaca Chi Yung Chung, un pastor evangélico nacido en Corea, apoyado por la Democracia Cristiana, que sustituyó al candidato originario de la agrupación, el también expresidente Jaime Paz Zamora, quien declinó su postulación en beneficio de este excéntrico personaje que pretende subirse a la ola evangelista que recorre América Latina, cuya máxima expresión fue el ascenso de Jair Bolsonaro en Brasil.

La clave del balotaje

Esa fragmentación es la principal carta de triunfo de Morales. En los sondeos de opinión, el actual presidente aventaja en votos a Mesa para la primera vuelta pero perdería ajustadamente frente al exmandatario en un balotaje. De allí que los partidarios de Mesa acusen a los demás candidatos de la oposición de ser "funcionales" a la reelección de Morales. Esa percepción llevó a que Edwin Rodríguez, el candidato a vicepresidente de Ortiz, renunciase a su postulación para apoyar a Mesa, para impedir lo que denunció como la "venezonalización de Bolivia".

Las posibilidades de Morales se vieron enturbiadas por las recientes críticas de las entidades ambientalistas y organizaciones indígenas por los incendios que arrasaron más de 800.000 hectáreas en el interior de Bolivia. Curiosamente, en este punto los ataques a Morales presentan una notable similitud con las críticas que en Brasil recibe Bolsonaro por los devastadores incendios en la selva amazónica. Aún antes de que Bolsonaro ascendiera al poder y comenzara a acelerar la expansión de la frontera agropecuaria en el Amazonas, Morales aprobó una legislación que autorizó los desmontes en predios agrícolas y legalizó las denominadas "quemas controladas" en los departamentos de Beni y Santa Cruz de la Sierra, limítrofes con Brasil. "Estamos hablando de una política de Estado que ha sido consensuada con el empresariado del oriente de Bolivia para ampliar la frontera para la agricultura intensiva, la soja transgénica, la plantación de caña y la habilitación de campos de pastura para la ganadería", denunció Leonardo Tamburini, uno de los líderes del movimiento ambientalista boliviano. Un detalle significativo de la contienda electoral es que ninguno de los principales candidatos opositores cuestiona a fondo la política económica de Morales. Tanto Mesa como Ortiz concentran su artillería crítica en las cuestiones institucionales como la independencia del Poder Judicial y la libertad de prensa.

Pero el eje de sus campañas es el ataque a la reelección, una posibilidad abierta por la Corte Suprema de Justicia, que en un polémico fallo, fundándose en una controvertida interpretación de convenios internacionales, dejó sin efecto el resultado adverso de la consulta popular que en 2016 se había pronunciado en contra de la reforma constitucional propuesta por el gobierno. Lo cierto es que durante estos doce años de Morales Bolivia tuvo una de las performances económicas más exitosas de América Latina, con un crecimiento sostenido, una muy baja inflación y un bajo nivel de endeudamiento. Después de una marginación que se prolongó casi ininterrumpidamente durante noventa años, el país regresó al mercado financiero internacional y consiguió crédito externo, a tasas bajas, para emprender obras de infraestructura. Muchos empresarios elogian al ministro de Economía, Luis Alberto Arce, un izquierdista que tiene en su despacho una foto del "Che" Guevara, pero que durante diecinueve años fue funcionario del Banco Central y tuvo un manejo fiscal severamente ortodoxo.

Para Arce, “el primer desafío que teníamos era demostrar que nosotros, la izquierda, manejamos mejor la economía que la derecha”. Suele citar a Carlos Marx para afirmar que su prioridad estratégica es “el desarrollo de las fuerzas productivas”. Los críticos de izquierda de Morales apodaron humorísticamente al equipo de Arce como los “Chuquiago boys”, en alusión a que Chuquiago es el nombre indígena de La Paz.
Bolivia avanza hacia la edificación de un “capitalismo andino”, que tiene como actor principal a una pujante burguesía aymara, cuyo avance modifica la estructura social tradicional del país. Morales alentó vigorosamente desde el Estado la institucionalización de un fenómeno protagonizado en las últimas décadas por una generación de empresarios campesinos que operaba al margen de los circuitos de la economía formal y empezó estableciendo pequeños comercios en las ciudades para expandirse luego en una amplia gama de actividades.

Artículo publicado

Lo notable de este experimento económicamente exitoso es que no se trató de una mera improvisación. En un artículo periodístico publicado en 2006, contemporáneamente con el acceso de Morales al poder, el vicepresidente Álvaro García Linera, un “marxista a la boliviana”, señalaba que el triunfo del MAS abría la posibilidad de una transformación radical de la sociedad y del Estado, pero no en una perspectiva socialista (al menos en el corto plazo), como plantea una parte de la izquierda y señaló que “Lenin nos proponía soñar con los ojos abiertos, lo que significa tener la capacidad de mirar el horizonte estratégico, pero saber manejar la táctica. El capitalismo andino-amazónico es la manera que, creo, se adapta más a nuestra realidad”. Lo que está claro es que, más allá de lo que suceda con las renovadas pretensiones reeleccionistas de Morales, la alternativa ya no será la vuelta al poder de la “Bolivia blanca”, sino el desarrollo de este nuevo capitalismo aymará. En tal caso, la derrota electoral de Morales lo apartaría del poder pero no opacaría la trascendencia histórica de su presidencia indigenista.
 
 

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