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Historia de amor, arte y sufrimiento

Martes, 14 de enero de 2020 00:00
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¿Qué narrar? ¿Cómo hacerlo? ¿Por qué y para qué contar una historia? Preguntas cruciales del género. Debo confesar que me encontré con la figura de Michele Puccini hace más de treinta años cuando leí un programa del Teatro Colón, a donde se había representado "La BohŠme". Se comentaba allí que un hermano de Giacomo Puccini, Michele, había vivido y había muerto en San Salvador de Jujuy. El tiempo, la literatura, en algún momento, me pusieron de nuevo frente a esa historia y a ese personaje. Y así surgió la novela.

El sino fatal

Hermano menor del célebre Giacomo Puccini, músico y compositor como él, Michele Puccini emigró a Américay vivió en San Salvador de Jujuy.

Michele había estudiado en el Conservatorio Real de Milán, como su hermano mayor, a quien acompañó en sus primeras óperas: "Le Ville" y "Edgar". Sin embargo un hado extraño parecía sobrevolar sobre Michele.

Nacido en la ciudad de Lucca, en la Toscanaluego de la muerte de su padre, en 1864, Michele se convirtió en el pequeño depositario de la tristeza de una madre viuda con numerosos hijos. Michele era "el huérfano", el niño que había llegado al mundo luego de que su padre muriera. Sino fatal, marca funesta y melancólica en la frente del joven Puccini, cuyo nombre no era otro que el nombre del padre muerto, músico como él y como todos los antecesores de la dinastía Puccini desde principios del siglo XVIII. Entre Giacomo, el mayor, y Michele, el menor, había varias hermanas mujeres. La familia Puccini atravesó privaciones y a la muerte de Albina Magi, la madre, los dos hermanos Puccini que vivían en Milán y que habían invertido su escaso dinero en la puesta de las primeras óperas de Giacomo, consideraron que la situación económica en Italia era insostenible. Entonces Michele, todavía soltero, pensó en probar fortuna en América, como tantos otros compatriotas.

Aventuras y muerte

Se embarcó en 1889 rumbo a Buenos Aires. En aquellos años la Argentina, los Estados Unidos y el Brasil eran la meca de la gran mayoría de los inmigrantes europeos.

Según la correspondencia familiar, Giacomo, desolado por cuestiones financieras, aunque comenzaba ya a componer "Manon Lescaut", pensó en irse a reunir con su hermano en Jujuy. Michele fue terminante, se lo prohibió.

Michele Puccini dio clases de música en la Escuela Normal de Jujuy y de manera particular enseñó piano, canto e italiano a señoras y niñas de la ciudad. La tradicional y atávica ciudad no dejó de conmoverse por la visita del apuesto y joven músico.Entre sus alumnas se contaba la esposa del Senador Pérez, la bella Fidela. Se cuenta que Michele se enamoró perdidamente de la mujer del Senador, lo que acarreó su desgracia. Tuvo que batirse a duelo contra el Senador Pérez, su benefactor. Puccini (que era un gran tirador) lo hirió y debió huir. Partió hacia Buenos Aires; otros testigos sostienen que pasó directamente a Río de Janeiro. Lo cierto, es que el rastro de Puccini se pierde.

Hay quienes aseguran que murió en un confuso episodio policial en la misma Buenos Aires, pero la mayoría coincide (hay crónicas de la época en diarios como el "Corriere Della Sera" y "La Patria Italiana") en que falleció en Río a causa de una epidemia de fiebre amarilla y que fue enterrado en una fosa común.

De este modo el ideal de la muerte romántica y de la tumba ignota se cumple, como en la célebre rima de Bécquer: "en donde esté una piedra solitaria/sin inscripción alguna, / donde habite el olvido,/allí estará mi tumba". La muerte en plena juventud adquiere su dimensión trágica en el símbolo de la tumba solitaria, perdida en un páramo, alejada del mundo y de los semejantes. En este punto, recordamos a Goethe, Fóscolo, Keats con su epitafio: "Aquí yace alguien cuyo nombre fue escrito en el agua" y a la famosa aria "Addio del passato", de "La Traviata" de Verdi, en la que Violetta afirma que en su sepulcro no habrá flores ni cruz con su nombre.

Cuando Giacomo vino a Buenos Aires para el estreno de su ópera "Edgar", en 1905, se pensó que iría al Brasil a rescatar los restos de su hermano, otros creyeron que iría a Jujuy a investigar. Lo cierto es que Giacomo Puccini no viajó a ninguno de esos lugares, pero siempre estrenó sus óperas simultáneamente en Buenos Aires y en Europa como un modo de homenajear al hermano desaparecido en este continente.

Novela ópera-vida

La vida de Michele Puccini fue una vida romántica, una especie de melodrama donde se encarnaron las ficciones y la música de Giacomo, o, tal vez, las óperas de Giacomo son la ficcionalización de la existencia de Michele.

Muerto en plena juventud, Michele evoca a los personajes de "Manon Lescaut", de" LaBohŠme", de "Tosca" o de "Madama Battefly". Inspirará fragmentos de "Tosca", estrenada en 1900 en Roma, todo un símbolo, pues sus personajes se deslizan por el grandioso escenario de la Ciudad Eterna. No solamente hay algunas composiciones de Michele en la partitura de esta ópera, sino que su alma aparece plasmada en el desafío al poder, ligado a lo que en la vida real le ocurrió al joven Puccini en Jujuy, al batirse a duelo con el hombre más fuerte de la provincia para lavar el honor de una mujer, nada menos que la esposa del Senador.

La primera obra de Giacomo, "Le Ville", muestra de alguna manera lo que ocurrirá con Michele. En esa ópera, el joven protagonista abandona a su novia, por lo que es castigado por espectros y fantasmas. En "Edgar", su segunda ópera y cuyas partituras fueran copiadas por el mismo Michele en Milán, hay un sepulcro vacío que se supone es del héroe que regresa con otra identidad.
En “Manon Lescaut” (1893), estrenada en el teatro Regio de Turín luego de la muerte de Michele, se puede relacionar el final catastrófico de la protagonista en tierra americana con la historia del propio Michele Puccini. Manon morirá en Nueva Orleáns, en un desierto desolado y sin agua. ¿Alusión casi directa a la muerte de Michele en suelo latinoamericano, más aun, a la muerte de Michele en la Argentina o en el Brasil?
</SUBTITULO>El viaje y el camino del héroe 
El tema del viaje y el amor son recurrentes en las óperas de Puccini. Estos dos elementos remiten de manera notable a la existencia de Michele, capaz de embarcarse hacia las nuevas tierras de América para buscar fortuna y para vivir un gran amor. Su llegada a Jujuy fue una verdadera aventura, primero hizo el viaje durante tres días en tren hasta Chilcas donde terminaban las vías férreas en esa época, para proseguir en una rústica galera hacia Rosario de la Frontera y Yatasto, la antigua posta por la que se transitaba desde tiempos del virreinato al Alto Perú (Bolivia), para arribar a Perico y finalmente a San Salvador de Jujuy cubierto de polvo y agotado físicamente pues había tenido que viajar finalmente a lomo de caballo y de mula, por haber sido asaltados en el camino por unos gauchos prófugos de la cárcel que hirieron a algunos de los viajeros. 
Luego del duelo, la huida durante tres días y tres noches, fue una fuga novelesca, signada por el riesgo y el peligro. No es difícil imaginar al joven músico luquense sobre su caballo pernoctando oculto en el monte, atravesando ríos turbulentos y arroyos barrosos para escapar de la ira de uno de los políticos más poderosos de las provincias del norte y del país. El Cónsul Baldi y algunos amigos italianos de Jujuy y Salta auxiliaron a Michele para que pudiera tomar el tren de Tucumán a Buenos Aires. Además le enviaron su equipaje pues en la premura de la huida, Puccini no había podido recoger sus pertenencias, según lo narran algunos biógrafos.
Sin duda, el apuesto Michele, seis años menor que Giacomo, era el reflejo de los fantasmas del maestro, fantasmas relacionados con el amor que podía costar la vida. La juventud puesta al servicio del arte y el amor no pocas veces desencadena el dolor cuando no la melancolía y la muerte romántica (pensemos en “La bohème”).
Desterrado, como un Edipo moderno de su casa y su familia, Michele Puccini realizará la proeza de Teseo y de Jasón, irá en pos de un reino que intentará conquistar con su música, pero, a la inversa de Odiseo, nunca volverá a ver las murallas de Lucca.Permanecerá para siempre olvidado, como un romántico, en un túmulo sin nombre, más aun, en una fosa común como muchos desaparecidos de este continente. En su periplo no habrá regreso, ni reconocimiento, esa anagnórisis purificadora que en Itaca encontró el hijo de Laertes. Lejos de su patria, en una tierra extraña, Michele murió de tristeza y peste, agobiado por sus pulmones débiles y su melancolía, incapaz de abordar el navío salvador que lo llevaría a la Patria. Exiliado, inmigrante, murió en la desprotección de los que no encuentran su lugar, aunque él paradójicamente ya lo tenía, el nombre del padre, el padre muerto que lo había engendrado y que lo dejó solo antes nacer, hijo pequeño, hermano del otro, del mayor, del de gran talento, el del nombre inmortal: Giacomo Puccini.

 

 

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