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La suerte de Los Graneros de El Cajón, en la localidad de La Poma

Los descubrió el arqueólogo Alberto Rex González en 1969, aunque ya eran conocidos por los lugareños.
Domingo, 18 de octubre de 2020 02:40

Recuerdo que allá por 1970, cuando andábamos batallando por la creación de la Universidad Nacional de Salta, Eduardo Ashur un día me confió su malestar por la profusa difusión que se le estaba dando al reciente descubrimiento de los llamados Graneros de La Poma (1969). Palabras más, palabras menos, él creía que era inconveniente que se diese a conocer la ubicación del yacimiento, como ocurría con algunas publicaciones nacionales. Consideraba que si no había cómo resguardarlo, era mejor mantener todo bajo reserva. Y esa preocupación también era compartida por docentes, investigadores y alumnos del entonces Departamento de Humanidades. Sin embargo, las publicaciones sobre los graneros no pararon y así fue que, no bien los inescrupulosos se enteraron, las exploraciones de inexpertos y depredadores se incrementaron pese al celo puesto por las autoridades del Museo de Cachi que hasta llegaron a colocar un enrejado en la entrada del recinto. Y claro, custodiar ese tesoro arqueológico hace cincuenta años no era una tarea fácil, como tampoco lo es ahora. Y por eso, como decía Ashur, lo mejor era guardar silencio hasta tanto ese valioso patrimonio pudiera ser exhibido sin ningún tipo de riesgos.

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Recuerdo que allá por 1970, cuando andábamos batallando por la creación de la Universidad Nacional de Salta, Eduardo Ashur un día me confió su malestar por la profusa difusión que se le estaba dando al reciente descubrimiento de los llamados Graneros de La Poma (1969). Palabras más, palabras menos, él creía que era inconveniente que se diese a conocer la ubicación del yacimiento, como ocurría con algunas publicaciones nacionales. Consideraba que si no había cómo resguardarlo, era mejor mantener todo bajo reserva. Y esa preocupación también era compartida por docentes, investigadores y alumnos del entonces Departamento de Humanidades. Sin embargo, las publicaciones sobre los graneros no pararon y así fue que, no bien los inescrupulosos se enteraron, las exploraciones de inexpertos y depredadores se incrementaron pese al celo puesto por las autoridades del Museo de Cachi que hasta llegaron a colocar un enrejado en la entrada del recinto. Y claro, custodiar ese tesoro arqueológico hace cincuenta años no era una tarea fácil, como tampoco lo es ahora. Y por eso, como decía Ashur, lo mejor era guardar silencio hasta tanto ese valioso patrimonio pudiera ser exhibido sin ningún tipo de riesgos.

Descubrimiento

Pero volvamos a Los Graneros de La Poma o de El Cajón. El descubrimiento desde el punto de vista científico fue registrado por el arqueólogo Dr. Alberto Rex González (1918-2012) el 27 de septiembre de 1969. Y decimos desde el punto de vista científico, porque los lugareños y otros no tan lugareños ya estaban al tanto de su existencia.
El hecho es que el registro oficial de Rex González permitió que dos meses después, el 30 de noviembre, se levantara el primer plano del socavón mediante el sistema de triangulación. Este trabajo estuvo a cargo de un equipo del Museo Arqueológico de Cachi integrado por su director, don Pío Pablo Díaz, la asesora y profesora Myriam Tarragó de Font, el topógrafo Marcelo Sosa y el obrero de la Municipalidad de Cachi, don Jerónimo Yapura.
De esta primera mensura del lugar -según el informe oficial- surgieron los siguientes datos de su dimensión: 8 metros de alto; 25 de ancho y 17 de profundidad. En total, el espacio de la caverna tenía una capacidad de 3.400 metros cúbicos. 
En su interior se encontraron 24 construcciones de barro entre silos y bandejas de paredes bajas destinadas estas, según los investigadores, a desgranar maíz o a la molienda de granos. Un gran bloque de techo que se había desplomado dividía la entrada en dos y tanto aquel como las paredes, eran de arenisca y conglomerados compactos. 
El piso era irregular y mostraba ser del mismo material, más una capa de arena suelta cuyo espesor debió ser determinado más tarde por sondeo. En esa capa se encontraron restos de asentamientos, entre ellos fragmentos cerámicos y cenizas. El resto del piso, al momento de los estudios, ya había sido removido seguramente por los “huaqueros”, expertos saqueadores andinos de yacimientos arqueológicos.

La construcción

Todo lo edificado en el interior de la cueva era de barro amasado con ripio muy fino y mezclado con fibras vegetales. Fueron levantadas por medio de rodetes estirados y alisados con las manos, ya que se pudieron observar claramente las huellas de los dedos en distintas direcciones, especialmente en la horizontal.
En el silo número dos, la altura de la pared externa alcanzaba la altura de 1,20 m con un espesor medio de 15 cm. En algunos casos, dice el informe, se había registrado la separación de bloques por la línea de unión de los rodetes. 
Una de las características más estrechamente vinculadas a la función de los silos fue la existencia de perforaciones para la ventilación o “respiradores”, de 3 a 4 cm de diámetro y perfectamente cilíndricas. Otro detalle interesante son las pequeñas lajas alargadas, adheridas a la pared, y que sirvieron como peldaño para poder acceder al interior de los silos.
Según los estudios preliminares, hubo muchas razones que llevan a pensar que esta obra fue el resultado de un trabajo mancomunado. Una de ellas son los indicios de que fueron levantadas en sucesivas etapas, y otras están dadas por el acarreo del material, ya que la arcilla no se corresponde con el material de la cueva.
Los techos también presentaban características especiales y eran de dos tipos. En el primero se aprovechó el techo natural de la cueva, levantando paredes hasta unirlas con la roca. En el segundo tipo predomina la madera de cardón, se usaron tablas de 5 cm de espesor, cortadas muy rudimentariamente, lo que llevó a los estudiosos a descartar el uso del cuchillo. Sobre las tablas se extendió luego una capa de paja y, para evitar filtraciones, se la cubrió con una mezcla de la que comúnmente se denomina “torta”.
En la pared exterior de los silos con techo de cardón se destaca una especie de ventana de forma rectangular, demasiada baja para permitir la entrada directa, por lo que se estimó que para ingresar al mismo había que levantar el techo de cardón. Por su parte donde los silos tenían por techo la caverna, el rectángulo de ingreso era mayor y con dintel de laja. En el caso del silo número 14 por ejemplo, el ingreso era de 78 centímetros de altura por 53 de ancho.
Lo que también llamó mucho la atención de los primeros investigadores fue la concepción arquitectónica del conjunto. Debido a que la planta era semicircular, dedujeron que quienes levantaron los silos debieron tener en cuenta la compensación por el aumento de longitud de la circunferencia. Y así fue que mientras se practicaba el primer relevamiento, el topógrafo Sosa hizo una interesante observación: “Es probable que se haya elegido un punto central desde donde se tomaron los distintos diámetros y el ancho de cada silo”.

Pinturas

Además del pormenorizado informe suministrado por el Museo Arqueológico de Cachi en 1969, referido a dimensiones y datos constructivos de los silos, el trabajo también incluyó un informe sobre el hallazgo de diversas figuras pintadas en su interior. “La amplia caverna donde están ubicados los silos muestra en su pared oriental, encima del silo Nº 2, 3 y 4, una serie de figuras humanas y geométricas pintadas, de escasa calidad técnica pero de tipo indígena... Completan las pictografías tres figuras y una cuarta antropomorfa muy deteriorada, mayor que todas las anteriores, color crema con detalles en rojo”.

Otros datos

En cuanto a la ubicación cronológica de los graneros, a juicio de aquellas primeras investigaciones, se dijo que “era difícil de determinar, pero que se trataban de construcciones relativamente recientes, pero sin llegar a ser actuales”.
Diez razones llevaron a los investigadores a pensar que los graneros eran de origen indígena. Por ejemplo, se encontraron restos de alfarería característica del yacimiento de Las Pailas (Cachi) y no se encontró ningún fragmento de cerámica moderna. Se recogieron granos de maíz distintos a los tipos que se cultivaban en la zona al momento de los estudios. También encontraron porotos, calabazas y algarrobas. A su vez, la técnica constructiva de rodetes de barro estirados a mano y amasado es my distinta a las de la zona al momento de los estudios. Y en cuanto a las tablas de cardón, solo dos o tres pueden haber sido trabajadas con cuchillo, aunque los estudiosos consideraron que con un instrumento indígena también se podría haber llegado a idénticos resultados. 
De todos modos, más allá de estas primeras conclusiones, quedaron pendientes muchas tareas con respecto a los graneros. Entre ellas, el sondeo entre los pobladores de la zona con relación a sus conocimientos e interpretación del hallazgo y la referencia de algún otro sitio que pudiera relacionarse. También la prospección de los alrededores para ubicar las ruinas indígenas próximas al sitio y los sondeos estratigráficos en el nivel inferior de la cueva. 
Y finalmente, el grupo investigador del Museo de Cachi señaló que la mayor tarea sería la de “conservar el lugar para los estudiosos y los aficionados”. Y agregaron que no contaban con los medios para cumplir con esa misión “en esta época en que la arqueología es motivo de afanes para unos y de depredación para otros. Lo importante es evitar el saqueo, pero sin resguardo, sin vigilancia, sin ningún tipo de protección, Los Graneros de El Cajón están expuestos, al igual que cualquier otro yacimiento de la zona”.
Y volviendo a las quejas de Eduardo Ashur, recuerdo que a nuestra charla agregó: “... y ahora Vialidad de la Nación puso un cartel sobre la ruta 40 señalando la ubicación del yacimiento...”.
Pasó un poco más de medio siglo y es de imaginar la suerte corrida por Los Graneros de El Cajón, pese al enrejado y a los afanes de las distintas autoridades del Museo Arqueológico de Cachi. 
 

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