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Una historia de amor y de superación

Martha Carrizo y Cristian Apaza se enamoraron hace más de 20 años y juntos construyeron un hogar con su hijo Donato y la hija de ella, Moira. Para San Valentín, recordaron sus comienzos.
Sabado, 15 de febrero de 2020 00:55

En 1999, Martha Carrizo (41) y Cristian Apaza (44) se conocieron en el festejo de una amiga en común. Después de más de 10 años como amigos y otros tanto como pareja, conformaron una familia amorosa con su hijo Donato (8) y la hija de ella, Moira (22). 

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En 1999, Martha Carrizo (41) y Cristian Apaza (44) se conocieron en el festejo de una amiga en común. Después de más de 10 años como amigos y otros tanto como pareja, conformaron una familia amorosa con su hijo Donato (8) y la hija de ella, Moira (22). 

Cuando la hija de Martha tenía dos años de edad y Cristian cantaba en una banda de rock con amigos, se encontraron en el cumpleaños de su amiga Georgina Espinoza. A los tres los unía la pasión por el rock. 

Durante 10 años, Martha y Cristian forjaron una amistad en los festejos de su amiga y en encuentros fortuitos en el centro salteño. Charlaban durante horas, pero ninguno se animaba a ir más allá. 

En 2009, Cristian fue a buscarla al trabajo y le preguntó si quería casarse. A ella le pareció más conveniente experimentar como novios. Así, empezaron a salir. 

Él la invitaba a escucharlo tocar en bares de la Balcarce y a ella le divertía. Una vez, le dedicó una canción. 

Salir como pareja era difícil porque ella trabajaba casi todo el día. Era profesora en una peluquería céntrica de lunes a viernes en horario comercial y los sábados hacía horario corrido. Por las noches, era preceptora en un BSPA (Bachillerato Secundario para Adultos) hasta alrededor de la medianoche.

Ella le decía que seguro encontraría chicas con tiempo libre, que no fueran madres, para hacer programas juntos: “Yo era mamá soltera y no tenía disponibilidad para una salida”.

Cristian, que trabaja desde entonces en una empresa de transporte, a veces pasaba con el camión por el local y se saludaban. Incluso alguna vez pasó a dejar paquetes allí. “Todo parecía planeado para que nos veamos”, recordó Martha.

Después de un noviazgo corto, decidieron convivir. Su hija, que entonces tenía 11 años, apoyó su decisión, pero le dijo que ella prefería quedarse en la casa de sus abuelos, para no estar sola durante el día.

“Con todo el dolor del mundo, salí de casa, pero siempre estamos comunicadas, muy unidas”, contó Martha.

Durante tres años convivieron muy felices. El primer lugar que alquilaron era un garage convertido en habitación. Con la ayuda de su mamá, Cristian compró un sommier grande de dos plazas. No tenían cocina ni heladera. Con un calentador hacían té y comían galletitas, que a veces untaban con queso. 

Como en la peluquería ella trabajaba en negro y en la escuela cobraba como un fondo de desempleo -225 pesos por mes-, Cristian insistía en que se casaran para tener los beneficios de su trabajo. Ella quería seguir laborando para mantener a su hija: “No me parecía dejar de trabajar y que nos mantengan”.

Después de un tiempo, vino un embarazo, que no llegó a término. Seis meses después, llegó el de Donato.

Muchos factores hicieron que el parto se adelantara: ella trabajaba muchas horas y habían decidido abrir una peluquería, su mamá seguía en desacuerdo con la relación, había problemas internos en la escuela y en la peluquería donde enseñaba querían que firmara un comprobante que decía que iba solo medio día...

La llegada del niño

El 10 de mayo de 2011, Donato nació seismesino: pesaba 1 kilo y 700 gramos. Estuvo dos meses en neonatología, en el Hospital Materno Infantil. Durante ese tiempo, tuvo varios episodios de apnea. Según contó Martha, esto le produjo una parálisis cerebral.

Cuando llegó a los 3 kilos, le dieron el alta y, dos días después, el director del BSPA le avisó que había salido su nombramiento como interina.

Si bien los médicos no tenían muchas esperanzas en el niño, ellos apostaron a darle todas las terapias necesarias para que se desarrollara bien.

El festejo deseado

Martha y Cristian habían planeado casarse cuando Donato cumpliera un año, pero cuando llegó ese día, el bebé estaba con neumonía, después de sesiones de hidroterapia.

El plan se mantuvo vigente para el año siguiente, cuando cumpliera dos años de edad.

Como estaban ajustados económicamente, pensaban ir al Registro Civil después de trabajar, firmar, comer algo por ahí y volver al trabajo. Los familiares de Cristian se opusieron a esta idea y se ofrecieron ellos mismos a organizar el festejo. 

El día anterior, Cristian fue con Donato en brazos a la casa de sus suegros para contarles que se casarían y que quería que estuvieran presentes.

Después de ir al Registro Civil, fueron a la casa del abuelo de Cristian, donde su mamá y sus tías los esperaban con mesones con centros de mesa, una torta de bodas y hasta souvenires. Habían preparado pernil, asado y papas fritas.

A Martha la acompañaron su papá, su hija, su tía y dos colegas del BSPA. Su mamá no pudo ir porque estaba a cargo del negocio. 

Después de un hermoso festejo, a las 18, comenzó el cumpleaños de Donato, con globos de colores, torta decorada y hasta un pelotero.

Un camino difícil, pero gratificante

Hace cinco años, a Martha y Cristian se les hizo insostenible el alquiler de un departamento, donde estuvieron sin agua durante meses.

Después de reclamar en Defensa del Consumidor, fueron al Instituto Provincial de la Vivienda, donde Martha estaba anotada desde hacía 18 años. A pesar de haber actualizado su carpeta, no tenía novedades... 

Luego de dos meses, la llamaron porque se sortearían casas aptas para personas con discapacidad en El Huaico. “Esto nos cambió la vida”, aseguró.

Después de unos años en Hirpace, donde hizo muchos avances, a Donato lo recibieron en la escuela Nº 4845, que se inauguró en el barrio. 

Si bien al principio no sabían cómo ayudarlo, con el tiempo todo se acomodó. El año pasado fue escolta y ahora comienza cuarto grado.

Si bien fueron muy duros los comienzos, Martha está muy feliz con su marido y sus dos hijos. Ahora, trabajan para que Moira termine el Traductorado de Inglés y para que Donato mejore con sus terapias. Agradecieron a Lina, quien lo cuida desde que nació.

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