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Muerte en Tucumán: “Ni su madre podrá verlo porque va a volver en un cajón cerrado”

El trabajador rural, de 31 años, fue baleado por la espalda. Su hermano dijo haber visto cómo un policía de Monteagudo le disparaba durante un procedimiento. El cuerpo estuvo desaparecido 7 días y fue hallado a 80 kilómetros de la escena del crimen, por el testimonio de dos policías. 
Domingo, 24 de mayo de 2020 10:07
Luis Espinoza tenia 31 años y 6 hijos. Era un trabajador rural de la zona de Rodeo Grande
El precipicio en la frontera entre Catamarca y Tucumán donde fue encontrado el cuerpo. Foto gentileza Primera fuente
Los especalistas de rescate de personas de la policía de Tucumán.
Personal de la Policía Científica de Tucumán, en la zona del hallazgo.

“Lo que le han hecho es algo imperdonable. Que se haga justicia por todo el daño que nos han causado a toda la familia. Destruyeron a toda la familia Espinoza. ¿Cómo vuelvo a casa y le digo a su madre que su hijo ya nunca más va a cuidarla? ¿Cómo le explico ahora? Destruyeron el cuerpo, lo tiraron en Catamarca. Nunca podríamos imaginar que lo tiraran tan lejos, que desde la zona de Chicligato se vinieran tan lejos. Encima lo tiraron, el cuerpo está comido por los animales. Es algo muy doloroso encontrarlo a él así. Ahora ni su madre va a poder verlo, porque él va a volver en un cajón cerrado”.

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“Lo que le han hecho es algo imperdonable. Que se haga justicia por todo el daño que nos han causado a toda la familia. Destruyeron a toda la familia Espinoza. ¿Cómo vuelvo a casa y le digo a su madre que su hijo ya nunca más va a cuidarla? ¿Cómo le explico ahora? Destruyeron el cuerpo, lo tiraron en Catamarca. Nunca podríamos imaginar que lo tiraran tan lejos, que desde la zona de Chicligato se vinieran tan lejos. Encima lo tiraron, el cuerpo está comido por los animales. Es algo muy doloroso encontrarlo a él así. Ahora ni su madre va a poder verlo, porque él va a volver en un cajón cerrado”.

Habían pasado apenas unos minutos de la aparición del cuerpo de Luis Armando Espinoza, de 31 años. Hacía frío, unos seis grados. La niebla en ese sector de la localidad catamarqueña de Andalgalá, a 200 metros del límite con Tucumán era abundante. Y ella, Patricia Cueva, con una campera azul, el pelo recogido y un tapabocas casero de tela marrón que ni siquiera le cubría la nariz, hablaba desconsolada a los medios tucumanos sobre la aparición del cadáver de su cuñado.

A 85 kilómetros del hogar de la familia, encontraron el cuerpo de Espinoza, quien llevaba una semana desaparecido y por el que fueron detenidos 9 policías de la localidad tucumana de Monteagudo, quienes son los principales sospechosos del asesinato del trabajador rural.

La vida de la familia Espinoza comenzó a arruinarse el viernes 15 de mayo, poco después de las dos de la tarde. Juan Antonio Espinoza, uno de los 17 hermanos de la familia, regresaba a caballo a su hogar, en Rodeo Grande, en Simoca, bien al este de la provincia Tucumana.

Juan Antonio había ido a Monteagudo para cobrar en el correo un dinero por un trabajo rural. Al regreso, decidió acercarse a la zona de El Melcho, para visitar a una de sus hijas. Justo en un tramo del recorrido, en una calle interna, se cruzó con su hermano Luis, quien también transitaba la zona.

El encuentro entre ambos fue ameno, pero duró apenas unos minutos. A pocos metros de allí, se estaba disputando una carrera de caballos ilegal, la tradicional cuadrera, y ambos hermanos quedaron en el medio de una situación tan trágica como imprevista.

Al menos unos siete policías de la comisaría de Monteagudo llegaron el lugar en dos autos. Todos vestían de civil y se desplazaban en vehículos sin identificación policial. No eran patrulleros. La versión de la fuerza es que los agentes se acercaron al lugar para dispersar la carrera ilegal, denunciada de manera anónima.

Según el relato del propio Juan Antonio, los efectivos pensaron que él y su hermano Luis participaban de las carreras, por lo que quisieron detenerlos. Sin mediar palabra, uno grupo de policías empezó a pegarle a Juan Antonio, que no sabía cómo defenderse.

“A mí me separaron a un costado del camino, donde me seguían pegando. Me llevaron a un descampado para pegarme. Ahí escucho que él (Luis) grita que dejaran de pegarme y veo que uno de los policías levanta la mano con su arma y dispara hacia donde estaba mi hermano. No vi si le dieron. Ahí justo me volvieron a pegar y perdí el conocimiento. Yo tenía la esperanza de que se hubiera podido escapar a mi casa, pero no fue así”, relató Juan Antonio a los medios locales.

“Yo sé muy bien quién le disparó a mi hermano. Si tuviera que hacer reconocimiento, no tendría problema porque sé cuál fue el policía que lo hizo”, completó Juan Antonio.

Desde ese momento, la familia Espinoza no supo nada más de Luis Eduardo. El interrogante y la incertidumbre durarían una angustiante semana.

Luis era uno de los 17 hermanos Espinoza. Una familia muy humilde de la zona de Simoca, trabajadores rurales que nunca tuvieron problemas con ningún vecino del lugar. De hecho, eran muy queridos por los lugareños.

Luis era peón rural. Desde hacía años trabajaba para sostener a su numerosa familia con changas. Estaba casado con Soledad, una chica tímida y muy introvertida. Tenía seis hijos: la mayor, de 13 años, y el menor, de apenas uno y medio. La familia contó que él era quien más se ocupaba de cuidar a la madre, que padece una insuficiencia renal grave y debe someterse a diálisis un día por medio.

Esta muerte significará una página negra en la historia de la Policía de la Provincia de Tucumán. Los ocho policías detenidos no sólo están acusados del crimen, sino que también se los investiga por haber pergeñado un plan para cruzar prácticamente la provincia de Este a Oeste y deshacerse del cadáver: después de la desaparición, ocurrida en las inmediaciones del límite con Santiago del Estero y las Termas de Río Hondo, se investiga cómo el cuerpo fue trasladado desde allí 80 kilómetros hacia el Oeste, hasta la entrada a la provincia de Catamarca.

 

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