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15 de Mayo,  Salta, Centro, Argentina
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El héroe que murió en combate

Miércoles, 17 de junio de 2020 03:02

Martín Miguel de Güemes, héroe emblemático de Salta y uno de los más importantes jefes militares de la guerra de la Independencia, murió víctima de la traición de los propios, que facilitaron la entrada a la ciudad de una partida de españoles que emboscó al gobernador y una bala le entró por un glúteo. Al sufrir de hemofilia, fue imposible restañar una herida que en otras circunstancias no hubiera sido mortal y tras diez días de agonía, murió en un día como hoy del año 1821 en la Quebrada de la Horqueta. Entre otros, tiene el honor de ser el único general argentino que murió en batalla contra un enemigo extranjero.
Desde 2016 la fecha es feriado nacional en honor al héroe salteño, pero todavía es considerado una suerte de héroe local, destacando más las virtudes del gaucho corajudo y generoso que su condición de primer gobernador electo de la provincia, de comandante de una de las divisiones del ejército de San Martín que operaría sobre el Perú, de impulsor de la Declaración de la Independencia por el Congreso de Tucumán y de genuino federal en quien la defensa de la autonomía provincial nunca le hizo desentenderse de su pertenencia a la Patria Grande. 
Desde niño se dedicó a las armas. Siendo un adolescente se enganchó en el Fijo de Infantería destinado en Salta por el virrey Sobremonte en previsión de posibles insurrecciones indígenas y en tal condición viajó a Buenos Aires donde participó de la lucha contra el invasor inglés. Con una partida de gauchos acometió la hazaña de abordar una nave enemiga encallada en un bajo del Río de la Plata y forzarla a la rendición. Participó también en la Defensa de Buenos Aires y luego volvió a Salta, donde en 1810 lo sorprendió la Revolución de Mayo. Allí se unió al ejército que al mando de Balcarce marchaba al Alto Perú y probablemente participó en la batalla de Suipacha. Derrotado el ejército en Huaqui, Güemes continúa en campaña bajo el mando de Belgrano, con quien en principio no congeniaron y en el marco de la estricta disciplina que este exigía, fue separado de la fuerza y enviado a Buenos Aires. Por esto no participó de las batallas de Tucumán y Salta, lo que seguramente debe haber sido muy doloroso para el joven salteño. 
Cuando tras las derrotas de Vilcapugio y Ayohuma, Belgrano fue reemplazado al frente del ejército por San Martín, este viajó al norte acompañado de Güemes. El militar profesional formado en las guerras napoleónicas y el gaucho conocedor de la geografía y la idiosincrasia del gauchaje salteño mucho tenían que aprender el uno del otro, y es muy probable que en esas largas jornadas San Martín haya empezado a sospechar que la guerra en el Alto Perú era de resultado incierto por lo que habría que evaluar el plan de reconquistar Chile y atacar el Perú por vía marítima. Ya en Tucumán, San Martín y Belgrano coincidieron en que las partidas de caballería irregular que Güemes tan bien sabía conducir eran el mejor recurso para cerrar el camino del Alto Perú. 
La defensa de la Quebrada de Humahuaca y del camino de la Puna quedaron a cargo de Güemes, quien en 1815 fue designado gobernador de Salta, gracias al apoyo popular y el voto del Cabildo, donde su hermano Juan Manuel tenía una importante influencia. Fue el primer gobernador designado por la presión popular sin intervención de Buenos Aires, y en tal condición se erigió rápidamente en defensor de los más necesitados que lo idolatraban por sus éxitos militares y su compromiso con ellos. 
Su ejército estaba formado especialmente por gauchos y paisanos, pero los recursos materiales debían salir de las contribuciones de las clases pudientes, por lo cual la guerra gaucha tenía que tener necesariamente aspectos de conflicto social. Hay que señalar también que las clases altas salteñas habían estado vinculados con el comercio de mulas y alimentos con los mineros del Alto Perú, por lo que el cierre del comercio con ese mercado no les convenía y no se sentían atraídos con la ruptura con sus socios comerciales. Tampoco aprobaban los impuestos que Güemes les imponía para mantener el ejército ni las ventajas de que gozaban los soldados, la mayoría de ellos pertenecientes a las clases más pobres y que antes de la Revolución habían vivido en condiciones miserables. 
 Güemes y sus hombres rechazaron por lo menos seis invasiones entre 1815 y 1821, al mando de militares profesionales como Pezuela, La Serna y Olañeta, generales experimentados, curtidos en las guerras de Europa. En todos los casos se enfrentaron a gauchos precariamente armados, pero bien montados y expertos en el arte de golpear e inmediatamente dispersarse, nunca dar batalla en campo abierto sino aprovechar su conocimiento del terreno, de los caminos de montaña y el apoyo del campesinado para confundir al enemigo en una endemoniada guerra de recursos. En 1820, San Martín estaba alistando en Chile su expedición al Perú al mismo tiempo que aquí se sublevaba y luego se disolvía el Ejército del Norte y poco después caía el gobierno central. El gobierno de Buenos Aires se abstuvo de apoyar a San Martín y éste designó a Güemes como comandante del ejército que operaría sobre el Alto Perú para completar el movimiento de pinzas que aquel había planificado para envolver al enemigo. El salteño convocó a las provincias a un congreso a realizarse en Catamarca con el único fin de organizar los recursos con que se ayudaría a la campaña del Perú, pero no obtuvo resultados. En cambio, las provincias del norte se entretuvieron en guerras intestinas con el objeto de quedar mejor posicionadas ante la nueva organización que se daría el país. 
Güemes estaba dispuesto a secundar a San Martín, aunque los recursos para una guerra ofensiva no le sobraban, pero en estas circunstancias fue que una partida realista al mando del coronel Valdés entró en Salta por caminos poco transitados y fue allí cuando el gobernador recibió el balazo que le produjo la muerte. Durante los diez días en que fue perdiendo la vida, recibió ofertas del jefe español quien le ofreció prestarle los cuidados necesarios y trasladarlo a Buenos Aires para su mejor atención siempre que se comprometiera a aceptar la soberanía del rey. Cuentan que Güemes no solo se negó sino que le pidió a su segundo, el coronel Vidt, que jurara que continuaría la lucha contra el enemigo después de su muerte. En Buenos Aires, la prensa celebró su muerte y hasta un periódico tituló: “Murió Güemes, un caudillo menos”. Hicieron falta casi dos siglos para que la nación en su conjunto reconociera los méritos de este jefe tan salteño como argentino, tan popular co    mo patriota, tan valiente como     entregado a la causa de la In    dependencia. 
 

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Martín Miguel de Güemes, héroe emblemático de Salta y uno de los más importantes jefes militares de la guerra de la Independencia, murió víctima de la traición de los propios, que facilitaron la entrada a la ciudad de una partida de españoles que emboscó al gobernador y una bala le entró por un glúteo. Al sufrir de hemofilia, fue imposible restañar una herida que en otras circunstancias no hubiera sido mortal y tras diez días de agonía, murió en un día como hoy del año 1821 en la Quebrada de la Horqueta. Entre otros, tiene el honor de ser el único general argentino que murió en batalla contra un enemigo extranjero.
Desde 2016 la fecha es feriado nacional en honor al héroe salteño, pero todavía es considerado una suerte de héroe local, destacando más las virtudes del gaucho corajudo y generoso que su condición de primer gobernador electo de la provincia, de comandante de una de las divisiones del ejército de San Martín que operaría sobre el Perú, de impulsor de la Declaración de la Independencia por el Congreso de Tucumán y de genuino federal en quien la defensa de la autonomía provincial nunca le hizo desentenderse de su pertenencia a la Patria Grande. 
Desde niño se dedicó a las armas. Siendo un adolescente se enganchó en el Fijo de Infantería destinado en Salta por el virrey Sobremonte en previsión de posibles insurrecciones indígenas y en tal condición viajó a Buenos Aires donde participó de la lucha contra el invasor inglés. Con una partida de gauchos acometió la hazaña de abordar una nave enemiga encallada en un bajo del Río de la Plata y forzarla a la rendición. Participó también en la Defensa de Buenos Aires y luego volvió a Salta, donde en 1810 lo sorprendió la Revolución de Mayo. Allí se unió al ejército que al mando de Balcarce marchaba al Alto Perú y probablemente participó en la batalla de Suipacha. Derrotado el ejército en Huaqui, Güemes continúa en campaña bajo el mando de Belgrano, con quien en principio no congeniaron y en el marco de la estricta disciplina que este exigía, fue separado de la fuerza y enviado a Buenos Aires. Por esto no participó de las batallas de Tucumán y Salta, lo que seguramente debe haber sido muy doloroso para el joven salteño. 
Cuando tras las derrotas de Vilcapugio y Ayohuma, Belgrano fue reemplazado al frente del ejército por San Martín, este viajó al norte acompañado de Güemes. El militar profesional formado en las guerras napoleónicas y el gaucho conocedor de la geografía y la idiosincrasia del gauchaje salteño mucho tenían que aprender el uno del otro, y es muy probable que en esas largas jornadas San Martín haya empezado a sospechar que la guerra en el Alto Perú era de resultado incierto por lo que habría que evaluar el plan de reconquistar Chile y atacar el Perú por vía marítima. Ya en Tucumán, San Martín y Belgrano coincidieron en que las partidas de caballería irregular que Güemes tan bien sabía conducir eran el mejor recurso para cerrar el camino del Alto Perú. 
La defensa de la Quebrada de Humahuaca y del camino de la Puna quedaron a cargo de Güemes, quien en 1815 fue designado gobernador de Salta, gracias al apoyo popular y el voto del Cabildo, donde su hermano Juan Manuel tenía una importante influencia. Fue el primer gobernador designado por la presión popular sin intervención de Buenos Aires, y en tal condición se erigió rápidamente en defensor de los más necesitados que lo idolatraban por sus éxitos militares y su compromiso con ellos. 
Su ejército estaba formado especialmente por gauchos y paisanos, pero los recursos materiales debían salir de las contribuciones de las clases pudientes, por lo cual la guerra gaucha tenía que tener necesariamente aspectos de conflicto social. Hay que señalar también que las clases altas salteñas habían estado vinculados con el comercio de mulas y alimentos con los mineros del Alto Perú, por lo que el cierre del comercio con ese mercado no les convenía y no se sentían atraídos con la ruptura con sus socios comerciales. Tampoco aprobaban los impuestos que Güemes les imponía para mantener el ejército ni las ventajas de que gozaban los soldados, la mayoría de ellos pertenecientes a las clases más pobres y que antes de la Revolución habían vivido en condiciones miserables. 
 Güemes y sus hombres rechazaron por lo menos seis invasiones entre 1815 y 1821, al mando de militares profesionales como Pezuela, La Serna y Olañeta, generales experimentados, curtidos en las guerras de Europa. En todos los casos se enfrentaron a gauchos precariamente armados, pero bien montados y expertos en el arte de golpear e inmediatamente dispersarse, nunca dar batalla en campo abierto sino aprovechar su conocimiento del terreno, de los caminos de montaña y el apoyo del campesinado para confundir al enemigo en una endemoniada guerra de recursos. En 1820, San Martín estaba alistando en Chile su expedición al Perú al mismo tiempo que aquí se sublevaba y luego se disolvía el Ejército del Norte y poco después caía el gobierno central. El gobierno de Buenos Aires se abstuvo de apoyar a San Martín y éste designó a Güemes como comandante del ejército que operaría sobre el Alto Perú para completar el movimiento de pinzas que aquel había planificado para envolver al enemigo. El salteño convocó a las provincias a un congreso a realizarse en Catamarca con el único fin de organizar los recursos con que se ayudaría a la campaña del Perú, pero no obtuvo resultados. En cambio, las provincias del norte se entretuvieron en guerras intestinas con el objeto de quedar mejor posicionadas ante la nueva organización que se daría el país. 
Güemes estaba dispuesto a secundar a San Martín, aunque los recursos para una guerra ofensiva no le sobraban, pero en estas circunstancias fue que una partida realista al mando del coronel Valdés entró en Salta por caminos poco transitados y fue allí cuando el gobernador recibió el balazo que le produjo la muerte. Durante los diez días en que fue perdiendo la vida, recibió ofertas del jefe español quien le ofreció prestarle los cuidados necesarios y trasladarlo a Buenos Aires para su mejor atención siempre que se comprometiera a aceptar la soberanía del rey. Cuentan que Güemes no solo se negó sino que le pidió a su segundo, el coronel Vidt, que jurara que continuaría la lucha contra el enemigo después de su muerte. En Buenos Aires, la prensa celebró su muerte y hasta un periódico tituló: “Murió Güemes, un caudillo menos”. Hicieron falta casi dos siglos para que la nación en su conjunto reconociera los méritos de este jefe tan salteño como argentino, tan popular co    mo patriota, tan valiente como     entregado a la causa de la In    dependencia. 
 

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