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¿De qué habla Duhalde?

Viernes, 28 de agosto de 2020 00:00

A los temores y fantasmas de la pandemia y a las restricciones lógicas e ilógicas de la ¿cuarentena? dispuesta por el Gobierno, se suman las declaraciones del expresidente Eduardo Duhalde advirtiendo sobre un posible golpe de estado que cancelaría las próximas elecciones legislativas en el país.

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A los temores y fantasmas de la pandemia y a las restricciones lógicas e ilógicas de la ¿cuarentena? dispuesta por el Gobierno, se suman las declaraciones del expresidente Eduardo Duhalde advirtiendo sobre un posible golpe de estado que cancelaría las próximas elecciones legislativas en el país.

La advertencia ha incrementado la desazón generalizada del momento, de por sí ya difícil, en el que algunos aplauden y acompañan, otros denuncian que sus derechos y garantías han sido conculcados, la mayoría sospecha y protesta ante lo inútil de tanto encierro y lo dañino que resulta para la salud y la economía mientras jubilados son estafados, los presos son liberados y se despliega un operativo digno de mejor causa para perseguir a un atleta olímpico que entrenaba a solas en el Delta.

Y, precisamente ahí, en medio de tanta discrepancia, las declaraciones de Duhalde han logrado unión en el caos.

Al unísono, todos se han apresurado a condenar esas declaraciones y tal posibilidad pero lo han hecho reduciéndolas a un eventual golpe militar en cuya condena todos convergen, y lo logran -diría una respetada editora- eliminando la polisemia o muchas acepciones de un concepto.

Pero la polisemia es seductora y es necesario recordar que, en la Francia del siglo XVII, el concepto de golpe de estado se acuña precisamente cuando quien detentaba el poder emprendía medidas violentas, sucesivas y contrarias a la legislación o normas vigentes para imponer su voluntad, siempre bajo el pretexto de la seguridad nacional, el bien común, los altos intereses de la patria o el sexo de los ángeles.

En principio, se identificó también al golpe de estado con un autogolpe, en el que "la autoridad suprema desplaza a ciertas autoridades del Estado" y, aunque luego los conceptos se diferenciaron, estas diferencias no lograron invalidar su similitud original sino que la han camuflado florentinamente para hacerse menos más complejas y menos evidentes para ser menos condenadas y resistidas.

Los teóricos del golpe de estado aportan algunos contextos que es posible reconocer: presión sobre parlamentarios, amenazas sobre opositores o quienes discrepan, cotilleo de comadres sobre me dijo y no le dije lo que dijo que dije (miente, miente que algo queda), desobediencia de uno de los poderes republicanos a decisiones tomadas por otro poder que deberían ser acatadas o, finalmente, el desplazamiento de un gobierno civil por otro gobierno que también podría ser civil no necesariamente militar.

Tal vez de esto está hablando Duhalde y tal vez sea acertada su advertencia: tal vez tema que las elecciones se realizan de manera fraudulenta y Argentina se convierta en Venezuela o del desplazamiento de Alberto Fernández de su cargo y la asunción de la vicepresidente.

Refuerza esta intuición la pirotecnia desplegada con que pretenden distraer la atención de lo esencial: el tratamiento a todas luces inoportuno de la pretendida reforma judicial y la inclusión de la cláusula Parrilli que amenaza la libertad de expresión, la libertad de prensa y la democracia republicana.

Es la libertad de prensa la que denuncia que los gobernantes violan los límites de su esfera de poder y avanzan descaradamente sobre los otros poderes y sobre la sociedad.

Es la libertad de prensa la que subraya que los gobernantes en particular y los políticos en general ignoran sus obligaciones mientras montan obras de ingeniería constitucional para permitirse desmanes, o enhebrar justificaciones filosóficas para justificar sus traiciones políticas, o abrazarse hoy con el que descalificaron ayer, o aliarse mañana con el que desprestigiaron hoy, u honrar al muerto al que insultaron vivo y, en cuanto es necesario, volverlo a denigrar.

Es la libertad de prensa la que resalta las contradicciones de quienes descubren virtudes en el sumiso en el que, cuando rival, solo veían defectos, de transformar en desventajas lo que en su momento se exaltaba, de traicionar una y mil veces la plataforma electoral que les dio el triunfo: es la libertad de prensa la que protege las libertades y derechos de los ciudadanos y la que previene sobre los zarpazos del poder y de las cosas que el poder no tiene derecho de hacer... pero las hace.

Tal vez de eso está hablando Duhalde, de quien cada cual tendrá su opinión y del que pueden decirse muchas cosas, pero al que nadie puede catalogar de ingenuo.

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