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El frente de unos pocos

Miércoles, 20 de enero de 2021 02:21

En los mensajes que la ciudadanía recibe de los políticos se puede percibir que la mayoría apela a la inclusión usando vocablos tales como "todos", o sea, tratan de mostrar un mensaje abarcativo de toda la sociedad, pero ese mensaje, según se puede ver en los hechos, resulta falso y no ha sido nunca llevado a la práctica.

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En los mensajes que la ciudadanía recibe de los políticos se puede percibir que la mayoría apela a la inclusión usando vocablos tales como "todos", o sea, tratan de mostrar un mensaje abarcativo de toda la sociedad, pero ese mensaje, según se puede ver en los hechos, resulta falso y no ha sido nunca llevado a la práctica.

Para verificarlo basta con poner atención en tres cosas: las palabras, las acciones y las consecuencias de esas acciones. Las palabras resultan dulces al oído del pueblo, lo terminan convenciendo, pero a la hora de la verdad hacen cualquier otra cosa.

* Transparencia: Prometieron afianzar la institucionalidad. Alberto Fernández habló de eso en la campaña, y desde la presidencia envía proyectos de ley de dudosa constitucionalidad e instala a través de su discurso una especie de duda o aversión hacia el funcionamiento de la Justicia, critica los fallos de la Corte inmiscuyéndose en el accionar de la Justicia, algo que le está expresamente vedado.

* Jubilados: Durante su campaña electoral se había manifestado a favor de un aumento para recomponer el salario de los jubilados; por el contrario, la ley aprobada hace días se alinea al ajuste y recorta las jubilaciones.

* Reglas claras: En materia de la actividad económica es necesario conocer y tener en claro que la economía, o el bienestar que trae el buen funcionamiento de la economía para toda la población, en gran parte depende de que los actores de la producción puedan actuar con libertad, con reglas claras y sin ningún tipo de persecución interesadas, ya sea por interés personal de los políticos o en el rédito que puede dar una medida populista en las urnas, que es contraria a las buenas prácticas en el manejo y administración del Estado y en la dirección de la economía.

*El campo: Recientemente desde el Poder Ejecutivo nacional se dictaron medidas prohibiendo exportar maíz hasta fines del mes de febrero. El motivo esgrimido en el discurso era "tratar de proteger la mesa de los argentinos" porque el maíz disponible para la exportación en su precio interno está condicionado por el valor internacional y de esa manera afecta a otros alimentos que utilizan el maíz como un insumo, como puede ser la carne vacuna, la porcina y otros alimentos derivados. Es una mentira que destruye la confianza.

En provincias como la nuestra, que estamos distantes del puerto y por lo tanto tenemos costos diferenciales que hasta se pueden calificar como impuestos, con este tipo de restricciones sería totalmente antieconómico sembrar maíz. Y es que se necesita maíz y se necesita en general que todo el campo produzca para que genere movimiento en la economía que fortalezca los saldos exportables, facilite el ingreso de dólares para la importación de insumos o pago de deudas y a su vez la circulación de la riqueza, mejorando la recaudación fiscal que le permita a la administración estatal contar con recursos para atender los gastos que demande el presupuesto. El camino de la mejora económica en nuestro país nunca pasará por las prohibiciones. Para que haya desarrollo humano y crecimiento sustentable el camino que debemos transitar pasa por facilitar la actividad productiva; favorecer o incentivar las inversiones y, sobre todas las cosas, premiar el esfuerzo productivo. Esto es muy difícil en un país donde el Presidente considera poco plausible el esfuerzo, el sacrificio y el mérito. Se deben dar las condiciones para que los ciudadanos y los empresarios tengan confianza e inviertan a largo plazo, que tomen riesgos en condiciones aceptables dentro de lo que es un esquema de una economía razonable y previsible.

La República Argentina no va a encontrar un camino de crecimiento si por un lado se dice que existe un Gobierno de todos -y que el Frente de era de Todos- pero solo incluyen a unos pocos.

Lamentablemente nos hemos acostumbrado a un estilo de mensajes explícitamente orientado a generar enfrentamiento entre los argentinos, los cuales no van a ayudar para que el país salga de la espiral descendente en el que entró hace más de 70 años.

Ninguna fuerza política ni ideología es la exclusiva responsable del deterioro económico y social del país. La mayor parte de la dirigencia política ha elegido ampararse en el odio al que piensa distinto, o en la persecución a aquel que ha sido exitoso porque no es como nosotros, o que tiene otra actitud ante los distintos aspectos de la vida, lo que hace socavar las bases fundamentales que sustentan a una sociedad.

A pesar de los desastrosos resultados del enfrentamiento, los unos contra los otros o los oficialistas contra los opositores, el actual gobierno lo encuentra como la única herramienta de supervivencia.

El único modo de salir de una crisis tan profunda es la de trabajar juntos, y esto no es un eslogan. Si examinamos la historia de los pueblos del mundo, comprendemos que de las crisis se sale con una firme convicción en relación a la unión de todos los integrantes de la sociedad en función de un objetivo que beneficia al conjunto.

Perseguir al sector productivo solo puede tener como resultado el recrudecimiento de la espiral descendente en materia económica, con una consecuencia desastrosa al incrementar la pobreza hasta niveles insostenibles que se transformen en que la vida de los argentinos deba desarrollarse dentro de una situación de profunda miseria.

Este año se eligen legisladores ya que se renueva parcialmente la composición de los cuerpos legislativos y es importante tener en cuenta que para que las decisiones sean buenas tienen que contar con un mínimo de revisión y, por supuesto, con consenso. La forma de obligar a los políticos a que actúen en base al consenso es dividir la voluntad de los órganos legislativos en por lo menos dos o tres fuerzas políticas, de forma tal de que ninguna de ellas haga la voluntad del cuerpo y marque el rumbo de la Nación en cualquiera de sus aspectos, ya que al estar repartido el poder se fuerza a la búsqueda de consensos, al debate y al diálogo, que son las formas republicanas de adoptar un camino razonable hacia el progreso en beneficio de todos los argentinos.

 

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