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-El lugar más peligroso del mundo

Sabado, 16 de octubre de 2021 03:05

Después de resistir por más de 70 años los llamados de unificación de China Popular, la democrática República de China-Taiwán se ha convertido en el corazón de la discordia entre Estados Unidos y China: el destino de Taiwán puede alterar el equilibrio de la región, y entre las potencias mundiales desencadenar una guerra de imprevisibles consecuencias

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Después de resistir por más de 70 años los llamados de unificación de China Popular, la democrática República de China-Taiwán se ha convertido en el corazón de la discordia entre Estados Unidos y China: el destino de Taiwán puede alterar el equilibrio de la región, y entre las potencias mundiales desencadenar una guerra de imprevisibles consecuencias

El triunfo del ejército comunista de Mao Zedong en la Guerra Civil China y la fundación de la nueva República Popular China el 1 de octubre de 1949 convalidaron tácitamente la existencia de la original República de China cuando Mao al proclamar otra abjuró de ella, a la que el derrotado Chiang Kai-shek dio continuidad al establecer sede provisoria de su gobierno en Taiwán, isla en la que se atrincheró mientras esperaba y confiaba en recuperar el continente -lo que jamás sucedió-. Tampoco se produjo la desde entonces tan anunciada invasión chino popular, en parte por la decisión del presidente Harry Truman de enviar la Séptima Flota de la Armada de EEUU a custodiar la isla, apostándola en el estrecho de Taiwán.

Por paradójico que parezca, reconquistar el continente o someter a la isla sirve para que partidarios de ambos bandos sostengan el principio de "una sola China", con diferencias obvias que rechazan los matices: para la democrática República de China (Taiwán), el gobierno de Taipei es el verdadero gobierno en el exilio sobre China continental, aunque estos reclamos ya no se declaren, en tanto que China Popular considera a Taiwán una "provincia rebelde" a la que tarde o temprano habrá de someter y reincorporar a la unidad nacional, por la fuerza si fuese necesario.

La mayoría de la comunidad internacional reconoció a la República de China (Taiwán) como el legítimo representante de China en las Naciones Unidas hasta mediados de los 70, cuando Richard Nixon (para contrarrestar el peso de la Unión Soviética) reconoció al gobierno comunista de Pekín como representante de China, y la China Popular, y reemplazó a Taiwán en el sillón de las Naciones Unidas.

¿Qué había pasado? El Gran Salto Adelante de Mao de 1958 había sido en realidad un gran salto suicida hacia atrás. Lo asegura la escritora Jung Chang en su obra "Cisnes salvajes": "El desperdicio monumental de recursos humanos y naturales que supuso el Gran Salto Adelante fue causa importante de la hambruna que asoló al país durante cuatro años, desde 1958 hasta 1961, y que dejó 40 millones de muertos".

Y fue así que hubo que esperar a finales de los 70 para que, muerto Mao, calmados los "años infernales" de las purgas de la Revolución Cultural y con la llegada al poder del artífice de la China moderna, Deng Xiaoping, comenzaran las profundas reformas que permitirían que China llegara a ser lo que es hoy.

Fue Deng quien inició "las cuatro modernizaciones" que llevaron a China al apogeo: modernizar la agricultura, la industria, la tecnología y la defensa liberó la fuerza productiva e impulsó la economía. Necesariamente esa transformación de economía cerrada a abierta, de economía planificada a economía de mercado y de una sociedad rural a una urbana (con sus propios problemas y sus bajísimos salarios) en el país más poblado del mundo repercutió en todo el planeta.

China se apoderó de la escena mundial. Desde entonces, y con algún altibajo, China no ha dejado de sorprender al mundo con sus tasas de crecimiento y aún hoy lo sorprende al ser el único país que saldrá fortalecido de la pandemia a la que dio origen: terminará el año con crecimiento positivo y una tasa de crecimiento del 8% para 2021 luego de haber superado el 3% en 2020. No sorprende que sus exportaciones de barbijos, por ejemplo, hayan crecido un 3.400%, las de equipos y suministros médicos un 70%.

Y mientras el mundo finge ignorar las violaciones a los derechos humanos o exterminios étnicos que el gobierno comunista chino está perpetrando, China avanza confrontando con cualquiera (Australia, Japón, India) y le disputa a EEUU el absoluto y excluyente liderazgo mundial. Envalentonada por su éxito económico y de la mano férrea, ambiciosa y hegemónica de Xi Jinping, China sueña ahora con metas que persigue hace años: el sometimiento de Taiwán es una de las principales.

Hace unos días China Popular desplegó una formación de bombarderos que sobrevolaron amenazadoramente el sur de Taiwán; después envió 56 aviones de combate a hacer un reconocimiento de las defensas antiaéreas de China Taipei. Mientras los aviones de Taiwán despegaban y mantenían sus posiciones solicitando a los pilotos enemigos que se identificaran, EEUU acusaba a China Popular de alterar la paz con su actividad militar provocadora. "El tema Taiwán se ha convertido en un tema central, si no en el drama central, de la competencia estratégica entre Estados Unidos y China", dijo Evan Medeiros, exconsejero de Seguridad Nacional de Obama. Por ello, Australia, el Reino Unido y Estados Unidos firmaron reciente el pacto AUKUS, para velar por la seguridad en el Asia-Pacífico y contrarrestar la influencia china en esta zona crucial para el comercio global, donde varias naciones reclaman como propias islas y aguas, o ambas.

A la provocativa declaración de Xi de que nadie debe subestimar la firme determinación y la poderosa capacidad del pueblo chino para defender la soberanía nacional y la integridad territorial, la presidenta de la República de China - Taiwán, Tsai Ing-wen, al celebrar el Día Nacional el 10 de octubre declaró que "nadie obligará a Taiwán a tomar el camino que China ha elegido", y se comprometió a reforzar sus recursos militares y defenderse para que su futuro lo decida el pueblo taiwanés, recordando que "Beijing no ofrece ni libertad ni democracia para Taiwán, ni soberanía para sus 23 millones de habitantes". Concluyó diciendo que "no tenemos el privilegio de poder bajar la guardia. Pero Taiwán no está solo. En Washington, Tokio, Canberra y Bruselas, Taiwán ya no es visto como el "huérfano de Asia', sino como una isla de resistencia que puede enfrentar los desafíos con valentía".

* Ph.D. National Chengchi University, ROC; L. Magisterium, School of Law, Georgetown University, EE.UU

 

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