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Pornografía en pandemia

Jueves, 21 de octubre de 2021 02:43

No sólo aumentaron el consumo de alcohol y de psicofármacos: junto con la pandemia, un aluvión de pornografía circula a través de las redes, y Whatsapp se convirtió en una de las rutas preferidas para el desenfrenado intercambio de fotos y videos. Estudios recientes demuestran que durante el aislamiento, una serie de factores incidieron en estos comportamientos y el más alarmante es el aumento en el consumo de material pornográfico infantil.

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No sólo aumentaron el consumo de alcohol y de psicofármacos: junto con la pandemia, un aluvión de pornografía circula a través de las redes, y Whatsapp se convirtió en una de las rutas preferidas para el desenfrenado intercambio de fotos y videos. Estudios recientes demuestran que durante el aislamiento, una serie de factores incidieron en estos comportamientos y el más alarmante es el aumento en el consumo de material pornográfico infantil.

Sabíamos que el exceso de horas frente a la pantalla traería aparejada una serie de síntomas, como trastornos de sueño, apatía, trastornos de alimentación, aislamiento social, disminución de ciertas habilidades cognitivas, entre otros; pero, conversando con colegas psicólogos, psiquiatras y profesionales de la salud, coincidimos que en los consultorios ya hay señales de una nueva patología denominada UPP (uso problemático de la pornografía).

Habiendo sido un comportamiento preponderante en estos últimos tiempos, cabe preguntarnos si dicho consumo se trata de una conducta pasajera, un desajuste acorde a la desorganización que produjo el confinamiento o si se trata de una adicción. ¿Cómo saber si se trata de algo pasajero o vino para quedarse? Y sobre todo ¿cómo impacta este consumo en los niños, en adolescentes y adultos?

La adicción es una dependencia orgánica y psíquica que genera cambios dramáticos en la conducta de los individuos, ya que el objeto de consumo pasa a tener el control de la persona a través de las sensaciones placenteras que genera.

Así es como un sujeto se convierte en el objeto de un consumo que lo hace esclavo de sí mismo y de sus pulsiones cada vez más insaciables.

Frente a ese abismo, donde el ser y su existencia se reducen a la mínima expresión, imperan las sensaciones y sus mandatos de satisfacción inmediata, que nunca son suficientes.

La neurofisiología explica los impactos positivos que se producen en el cerebro, entre ellos la liberación dopamina, durante la actividad sexual, pero también advierten de los riesgos, sobre todo en adolescentes y jóvenes, ya que el incremento compulsivo de la actividad sexual disminuye el desarrollo de otras áreas, habilidades y vías de gratificación indispensables para la vida. Esa sustracción de la energía a un solo campo de la vida, así como la importancia de distribuirla en diferentes actividades, es lo que Sigmund Freud llamó hace 100 años "la economía libidinal", que tiene hoy una enorme actualidad.

La tormenta perfecta

Aislamiento, pantalla y libre acceso: tras el desborde de consumo de material pornográfico, los adultos han reportado disfunciones sexuales. Este aumento es inversamente proporcional a la disminución del deseo sexual de innumerables relaciones que sucumbieron al distanciamiento, así como de parejas convivientes que no encontraron el modo, o no tuvieron las fuerzas para enfrentar la batalla de la apatía y se rindieron ante aburrimiento de una rutina sin horarios, sin distracciones, sin novedades y sin salida.

La indefensión de los niños

En los niños la pornografía tiene un efecto altamente traumático, ya que no han desarrollado aún los recursos internos necesarios para poder procesar y comprender las escenas de contenido sexual. Hay un peligro constante y latente para ellos: los celulares de sus propios padres, hermanos o adultos. En mayo de 2020, el doctor Hernán Navarro escribió para Télam una nota titulada "Cuarentena: la pandemia de la pedofilia", un tiempo en el que los pederastas tuvieron su panacea, pues no hay mejor escenario para la oscuridad del abusador que el encierro y el silencio de los indefensos.

Las cifras, que son alarmantes, dan cuenta también del crecimiento de la pornografía infantil en el submundo de internet, donde operan.

Según datos a los que ha tenido acceso BBC Mundo, la semana del 17 de marzo (tres días después de que el gobierno español declarase el estado de alarma) al 24, se registraron unas 17.000 descargas de material con pornografía infantil.

La semana siguiente, del 24 al 31 de marzo, las descargas subieron a más de 21.000, es decir, aumentaron casi un 25%.

500.000 plataformas

Una de las más de 500 mil plataformas online dedicadas a la pornografía publicó sus estadísticas, tras el impacto del brote de coronavirus (COVID-

19) Los hallazgos demuestran que el aislamiento en casa produjo un aumento de un 11,6 por ciento del tráfico mundial en marzo 2020. En Europa, Italia fue uno de los primeros países en experimentar un drástico aumento, del 57 %, tras la oferta de una plataforma de su servicio premium gratuito, el 12 de marzo. Luego se suma Francia con un 38,2 % desde el 17 de marzo, y un 61,3 % en España. En Estados Unidos también registró un aumento del 6,4 % el 17 de marzo, y un 7,2 % en Canadá. En los países asiáticos y en Latinoamérica se produjo el mismo aumento de consumo.

Hipersexualización

Al salir del confinamiento, un paciente, muy angustiado, me preguntó: "¿Seré un adicto? Todo empezó para sacarme las ganas, después para matar el tiempo y ahora no puedo dejar de ver porno, ¿soy un adicto?", volvió a preguntar.

 Podríamos pensar que, a la incertidumbre, el temor por pérdidas de seres queridos, colapsos financieros, aburrimiento y falta de contacto social producido por el aislamiento, sobrevino la búsqueda de la pornografía como un modo de suplir el contacto humano, de aliviar el peso emocional del encierro, así como también a profundizar las patologías y las perversiones mentales de una parte de la población.
En éste tiempo “poscuarentena” (“el destape”) vemos que reinan la anomia y las dificultades para la autolimitación de los placeres que, tras ser largamente reprimidos en el aislamiento, retornan ahora con mayores fuerzas. Las estadísticas indican que el consumo de pornografía ya no es una suposición ni una predicción: es un hecho constatado en datos a los que debemos empezar a prestar atención. Lo primero es reconocer el problema y luego darle cauce, hacer un diagnóstico y tratarlo. Muchas personas experimentaron una ansiedad sin precedentes relacionada con la salud, inseguridad económica, la falta de contacto social y otros cambios vitales.
El estrés provocado por estos factores y por lo particular de cada caso contribuyeron al marcado aumento de distintos consumos . La COVID-19 tiene así consecuencias nocivas para la salud física y también para la mental (que implica a la sexualidad). ¿Seremos capaces de volver a la normalidad cuando se disipe el estrés de la pandemia, o habremos sufrido un daño duradero? ¿Los desarreglos en pandemia pueden ser soluciones imperfectas a un desorden pasajero?.
La primera pregunta está dirigida a nosotros mismos. La pregunta fundamental: reconocer la dependencia a un determinado consumo y la decisión profunda de permanecer en ese estado o de buscar salidas más vivificantes. Los padres, la escuela, los amigos, las organizaciones civiles y los gobiernos, advertidos de esta realidad, podemos y debemos reunirnos en torno a este tema para abordarlo, resignificarlo, aprender a cuidarnos y, de ese modo, ayudar a quienes lo padecen a transitarlo hacia lugares más humanizantes. Que la adicción a la pornografía no se quede como otro estrago de la pandemia. Y para eso hace falta, primero, reconocer que tenemos un problema. Reconocerlo, nada más y nada menos.

 

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