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Votar libremente es nuestro compromiso con el país

Domingo, 14 de noviembre de 2021 01:56

Votar es un derecho y un deber.

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Votar es un derecho y un deber.

Es un derecho porque vivimos en una sociedad donde todos los ciudadanos somos iguales ante la ley y eso nos faculta para participar, colectivamente, en la vida política que administra la república. Y por eso también es un deber, no solo porque lo exige una ley sino porque es un compromiso con la sociedad de la que formamos par te.

La democracia representativa es el único sistema que hace posible poner un límite a las elites de cualquier índole y hacer valer la opinión y los intereses del ciudadano.

Y esto no es mera teoría. Es el resultado de una construcción de cultura política que fue superando muy lentamente el dogmatismo, el autoritarismo y los privilegios de clase, de casta, de corporación o de secta.

Esa construcción no terminó y, en el camino, las frustraciones y el desencanto tienden a desinteresar al ciudadano de la posibilidad de elegir al candidato que más se aproxima a las expectativas personales y que más confianza le genera.

A pesar de las campañas, que generalmente son sobreactuadas y poco creíbles, somos parte de una misma sociedad y podemos elegir en base a la propia experiencia. Y podemos elegir porque contamos con la libertad que sigue imperando en la conciencia de cada uno y que debemos ejercer en la soledad del espacio de votación, el "cuarto oscuro".

Ese es nuestro granito de arena.

La de hoy es una elección muy importante, porque de su resultado depende la nueva composición de las cámaras del Congreso. El momento es, a todas luces, muy difícil.

La inflación, la pobreza y el desempleo vienen aumentando desde hace dos décadas ante la ausencia de respuestas serias de parte de la política. La sociedad democrática requiere un sentimiento de pertenencia que muchos ciudadanos hoy no experimentan, simplemente porque la brutal caída del poder adquisitivo, el deterioro de la calidad educativa y la incapacidad de los gobiernos para generar empleo van produciendo una grieta social que se vuelve abismal.

La sociedad democrática es esencialmente plural, porque la igualdad de los ciudadanos incluye la libertad de pensar, de adherir a ideas que le convenzan, a expresar sus acuerdos, sus desacuerdos e incluso, sus alegrías y sus indignaciones. Por eso es una sociedad que debe construir acuerdos y esos acuerdos se construyen en el Congreso y en los partidos políticos.

El consenso no consiste en someter la voluntad de uno a la del otro, ni coincidir absolutamente en todo, sino en compartir objetivos concretos para la construcción del futuro.

La búsqueda de acuerdos no exime al parlamento de su obligación de controlar directa o indirectamente al Ejecutivo, ni a transigir en decisiones poco fundamentadas y perniciosas. Controlar y oponerse racionalmente no convierte a los legisladores en "máquinas de impedir", como lo llaman los autócratas, sino que los constituye en garantía de que la democracia funciona.

Hoy, esa capacidad de generar acuerdos está bloqueada por la otra "grieta", la que fractura nuestra convivencia y que pone en juego la libertad de opinión, la libertad de elección y el pluralismo. En nuestro país, como en otros del continente, crece la tendencia a generar liderazgos unipersonales y mesiánicos, de izquierda o derecha, que ponen un cepo a la Justicia, a la prensa, a la posibilidad de elección y a la existencia misma de la oposición.

Se trata de una distorsión de la democracia que nos encamina a una deriva autoritaria.

Por eso es tan importante ir libremente a votar hoy.

En las PASO del 12 de septiembre la participación ciudadana fue históricamente baja.

En la autocracia, el líder pretende que su autoridad emana de la "voluntad popular". La democracia, en cambio, no acepta la existencia de "una voluntad popular" sino que admite que hay muchas voluntades que deben encontrar objetivos y reglas de juego comunes, respetándose mutuamente.

Un Congreso fuerte e independiente es la clave para que eso ocurra. Y solo puede construirse por encima del pesimismo y el desencanto, con la participación de la ciudadanía en las urnas.

 

 

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