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Vulnerabilidad y adicciones: Madres wichis imploran que dejen de venderles alcohol y drogas a sus hijos

Misión Carboncito vive un infierno. El año pasado, seis jóvenes se quitaron la vida bajo el efecto de sustancias. Las Guerreras del Arco Iris son mujeres organizadas que luchan por esta causa.
Domingo, 21 de febrero de 2021 01:39

El hambre, la falta de agua y de oportunidades no es lo único que hace de la vida de los wichis un infierno ardiente de necesidades. Como un aguijón del diablo, el alcohol y los "cigarritos" (como le llaman a la droga que se fuma y que, en combinación con el alcohol, ya provocó varias muertes), se apoderan de los niños y adolescentes de Carboncito, una misión wichi de Embarcación que alberga a 300 familias que conviven en comunidades.

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El hambre, la falta de agua y de oportunidades no es lo único que hace de la vida de los wichis un infierno ardiente de necesidades. Como un aguijón del diablo, el alcohol y los "cigarritos" (como le llaman a la droga que se fuma y que, en combinación con el alcohol, ya provocó varias muertes), se apoderan de los niños y adolescentes de Carboncito, una misión wichi de Embarcación que alberga a 300 familias que conviven en comunidades.

Es difícil de imaginar, pero en esta misión wichi hay chicos de 6 años que parecen espectros. No comen y caminan como entes bajo el fatal efecto de las drogas y el alcohol que consiguen por 20 o 30 pesos. Para obtener ese dinero solo les basta con hacer "una changuita": juntar un poco de leña en el monte o acarrear un tacho de agua para alguien de la comunidad.

Pobreza estructural, le llaman. Malversación de palabras. Estos olvidados pertenecen al subgrupo marginado del sistema productivo, viven del aire, resignados a la indiferencia estatal y amparados en las migajas solidarias de los filántropos. Ellos ven morir las horas de cada día sin expectativas en el mañana.

La miseria aúlla dolorida desde el norte. Y son las madres, las redentoras de siempre, quienes con todo el peso de las puertas que les cierran en la cara, levantan los carteles bajo el manto de la bandera wiphala y marchan, y luchan por una oportunidad para sus hijos. "Queremos que vivan", dicen. "Queremos justicia", imploran. "Que no les vendan más alcohol ni drogas", exigen. "Ellos tienen derecho a ser protegidos como todos los demás niños", reclaman.

Son las "Guerreras del Arco Iris" (Lawu Khanifwutas, en wichi), una organización de mujeres contra la venta de bebidas alcohólicas y drogas en la comunidad de Fwiñol, de Misión Carboncito.

Una de sus principales referentes, Patricia Ferreira, quién además tiene un desbaratado comedor para 80 niños, 15 ancianos y 14 discapacitados, a los que no puede alimentar hace casi un año ya, conversó sobre la problemática con El Tribuno: "Nosotras las mujeres y madres de la comunidad estamos en fuerte lucha contra la venta indiscriminada de bebidas alcohólicas a nuestros niños y jóvenes, que ven en el vicio un escape a la realidad. Ellos dan pena, flaquitos, no comen y andan tomados. A las autoridades provinciales, municipales, nacionales, a quién corresponda les pedimos control de la venta. No nos escuchan hasta ahora y se están arruinando la vida".

Y en un tramo estremecedor del relato, espetó: "Hacemos las marchas porque no podemos creer el abandono en el que están los niños de 6, 7, 8 años. Les venden alcohol y drogas a esa edad. Por eso los chicos se matan, se ahorcan por el efecto de la bebida y la droga. El año pasado han muerto así seis jóvenes de la comunidad por culpa de la bebida y las sustancias".

“Tengo la esperanza que a través de este medio nos ayuden. Pueden llamarnos a los teléfonos de Patricia Ferreira: 387 4891061 y de Cecilia Matorras: 3878 31 9697”.

Agregó: "Presenté notas a la Municipalidad de Embarcación, al intendente Carlos Funes y a su esposa, la doctora Goycochea que está en el área de Desarrollo Humano del municipio, y no pasó nada. También llevamos notas al Concejo Deliberante y los representantes del pueblo son pura indiferencia. En la Policía también dejé un petitorio y nada cambió. Me siento casada y muy ignorada por las autoridades".

Apaleada por el destrato, por la discriminación, por la exclusión, Patricia clamó a través de este medio: "Por primera vez acudo a los medios de comunicación porque ya no quiero ver a los niños drogados. No comen y se drogan. Dan mucha tristeza, vengan a ver si no creen. La gente dice que hay un joven que vende los cigarritos de droga a 20 y 30 pesos. Los chicos buscan leña, traen agüita, les pagan y con eso compran lo que los destruye".

Un llamado al corazón

El patio de tierra de Patricia Ferreira está mudo de hambre. El horno de barro apenas consigue cumplir su misión de vez en cuando. Y no es por el fuego. Es por la harina, la grasa y otros alimentos que siempre faltan. La ayuda estatal con bolsones no alcanza. Cocinar y comer son verbos que no conjuga el comedor de Carboncito desde 2020, cuando el coronavirus llegó a dar la estocada final a las economías de subsistencia.

Necesitan alimentos: arroz, polenta, harina, leche, agua. También ropa, zapatillas para niños y adultos. Piden que la salita de salud este equipada y que lleguen las obras para tener agua.

Patricia tiene 7 hijos de entre 20 y 8 años, dos de ellos son discapacitados. En su comedor se alimentaban 80 niños, 15 ancianos y 14 discapacitados desde hace cuatro años. "Durante el 2020 no hemos podido dar alimentos. Somos 10 madres que trabajamos a pulmón, ponemos cada una algo para cocinar, pero eso se ha cortado por la pandemia y los chicos tienen hambre, me esperan en la puerta. El doctor Franco de la Misión Chaqueña nos colabora con arroz, yerba, leche, pero no alcanza para dar todos los días", expresó.

Sobre cómo hacía antes del 2020 para sostener semejante proeza, contó: "Yo vivo de hacer carbón y artesanías para vender, pero el año pasado no se pudo hacer nada. Ya no sabemos a quién recurrir. Tengo la esperanza que a través de este medio nos ayuden. Pueden llamarnos a los teléfonos de Patricia Ferreira: 387 4891061 y de Cecilia Matorras: 3878 31 9697. Todo será muy bienvenido".

 

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