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 “A Güemes lo definen su compromiso con la región y con el proyecto independentista”

Domingo, 06 de junio de 2021 02:01

¿Cómo define usted la personalidad política e histórica de Martín Miguel de Güemes?
El perfil político de Martín Miguel de Güemes no puede analizarse desvinculado del militar, y por ello es difícil posicionarlo, de manera excluyente, en uno de los tantos proyectos que se plantearon en la primera década revolucionaria. En este sentido, a mi criterio, resultan inconsistentes las discusiones binarias entre quienes desde el revisionismo histórico lo ubican como un líder federal y quienes, como Atilio Cornejo y otros historiadores locales, disienten de esa mirada resaltando los esfuerzos realizados por Güemes para concretar el Congreso de Tucumán y su disciplinada obediencia a Buenos Aires a partir de 1816, que culmina con el reconocimiento de la Constitución unitaria de 1819, que daba paso también a la instauración de una monarquía. No debemos olvidar que el proyecto de instaurar una monarquía constitucional fue sustentado por sectores de la elite dirigente revolucionaria, entre ellos Belgrano y San Martín, y también por Güemes cuando adhirió a la propuesta de Belgrano al Congreso de Tucumán, en 1816, de una monarquía incaica. Me parece más relevante centrar la atención en su habilidad política para coordinar y organizar milicias y jefaturas locales en un territorio extenso, que además de la actual provincia de Salta incluía a Tarija, Jujuy, Atacama y Cinti, así como también para lograr reconocimiento a su autoridad por parte de la insurgencia altoperuana, que después de 1816 se concentró en Ayopaya. Para ello demostró capacidad para negociar alianzas con diferentes facciones políticas y construir poder a partir de las estrategias que implementaba para resistir y rechazar las invasiones realistas, especialmente las dos más importantes de 1814 y 1817, que llegaron a ocupar las ciudades de Salta y Jujuy. Comprender la convicción de Güemes en el proyecto independentista, señalada incluso por quienes en el siglo XIX coincidieron en caracterizar su gobierno y su gestión de manera negativa, permitirá comprender sus posicionamientos políticos en diferentes momentos de su trayectoria política militar. 

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¿Cómo define usted la personalidad política e histórica de Martín Miguel de Güemes?
El perfil político de Martín Miguel de Güemes no puede analizarse desvinculado del militar, y por ello es difícil posicionarlo, de manera excluyente, en uno de los tantos proyectos que se plantearon en la primera década revolucionaria. En este sentido, a mi criterio, resultan inconsistentes las discusiones binarias entre quienes desde el revisionismo histórico lo ubican como un líder federal y quienes, como Atilio Cornejo y otros historiadores locales, disienten de esa mirada resaltando los esfuerzos realizados por Güemes para concretar el Congreso de Tucumán y su disciplinada obediencia a Buenos Aires a partir de 1816, que culmina con el reconocimiento de la Constitución unitaria de 1819, que daba paso también a la instauración de una monarquía. No debemos olvidar que el proyecto de instaurar una monarquía constitucional fue sustentado por sectores de la elite dirigente revolucionaria, entre ellos Belgrano y San Martín, y también por Güemes cuando adhirió a la propuesta de Belgrano al Congreso de Tucumán, en 1816, de una monarquía incaica. Me parece más relevante centrar la atención en su habilidad política para coordinar y organizar milicias y jefaturas locales en un territorio extenso, que además de la actual provincia de Salta incluía a Tarija, Jujuy, Atacama y Cinti, así como también para lograr reconocimiento a su autoridad por parte de la insurgencia altoperuana, que después de 1816 se concentró en Ayopaya. Para ello demostró capacidad para negociar alianzas con diferentes facciones políticas y construir poder a partir de las estrategias que implementaba para resistir y rechazar las invasiones realistas, especialmente las dos más importantes de 1814 y 1817, que llegaron a ocupar las ciudades de Salta y Jujuy. Comprender la convicción de Güemes en el proyecto independentista, señalada incluso por quienes en el siglo XIX coincidieron en caracterizar su gobierno y su gestión de manera negativa, permitirá comprender sus posicionamientos políticos en diferentes momentos de su trayectoria política militar. 

¿Cómo fue su vínculo con líderes nacionales, como San Martín y Belgrano?
Sus vínculos con José de San Martín y con Belgrano, así como su relación con el gobierno porteño y con los diferentes proyectos de organización de esa nueva comunidad política independiente de España, de imprecisa definición territorial, estarán precisamente condicionados por ese objetivo para él fundamental, al cual hicimos ya referencia, de lograr la independencia americana. 
Con Manuel Belgrano mantuvo una relación compleja y contradictoria. En 1812, cuando se preparaba en Tucumán para detener el avance del ejército realista que ocupaba Salta y Jujuy, Belgrano lo separó del Ejército Auxiliar, justificando su decisión en la conducta pública de Güemes. Descalificó asimismo, ante el gobierno de Buenos Aires, sus méritos en la guerra. Sin embargo la relación entre ambos cambiaría radicalmente en 1816, cuando Güemes reconoció su designación como Jefe del Ejército Auxiliar por parte del Congreso reunido en Tucumán y se sumó al proyecto impulsado por San Martín y Juan Martín de Pueyrredón de postergar otro avance del Ejercito Auxiliar al Alto Perú e impulsar la guerra de independencia recuperando Santiago de Chile del poder realista, para luego avanzar hacia Lima. Durante los tres años que el ejército se mantuvo en Tucumán la relación entre ambos fue cordial y Belgrano, en la medida en que se lo permitían sus menguadas posibilidades, trató de colaborar con las milicias y cuerpos de línea de la provincia de Salta con ganado, dinero y armas. 
A José de San Martín es probable que lo conociera mientras estuvo en Buenos Aires entre 1812 y 1813, ya que fue José de San Martín, al reemplazar a Manuel Belgrano luego de la derrota del Ejercito Auxiliar en el Alto Perú, quien lo reincorpora al Ejército Auxiliar. En febrero de 1813 llegó a Tucumán conduciendo un cuerpo de caballería. Las ciudades de Salta y Jujuy se encontraban ocupadas por el Ejército Real del Perú y la movilización había comenzado en enero en el Valle de Lerma, alentada por jefes de las milicias de Salta y el paisanaje que se sumó voluntariamente en defensa de sus bienes confiscados por las partidas realistas que intentaban proveerse de ganado. Aconsejado por Manuel Dorrego a desarrollar una guerra basada en esta estrategia, evitando aventurar al ejército en una avanzada sobre Salta, San Martín decidió designar a Martín Miguel de Güemes jefe de la vanguardia del Ejército Auxiliar, depositando en él la responsabilidad de coordinar y organizar el accionar de las milicias y de los voluntarios que a ellas se incorporaban con la finalidad de resistir y repeler el avance de las tropas realistas. Poco después, San Martín se alejaba del Ejército Auxiliar pero la relación con Güemes se mantendría y en 1819, al proyectar San Martín un avance a la sierra peruana, designó a Güemes jefe del ejército de observación que debía marchar desde Salta hacia el Alto Perú con la finalidad estratégica de cercar y destruir al ejército realista.

¿Cuál fue el tipo de relación que entabló con el gobierno porteño?
 Las relaciones con el gobierno porteño variaron supeditadas al proyecto por la independencia que Güemes alentaba. Entre 1814 y 1816 estas relaciones fueron muy tensas. En 1814 el ascendente militar de Güemes sobre las milicias gauchas, a pesar de que aún no contaba con la fortaleza que lograría dos años después, despertó la desconfianza de las autoridades porteñas y de Rondeau, quienes temieron encontrar en él un opositor a la autoridad de Buenos Aires en momentos en que se fortalecía y extendía el poder de José de Artigas en la Banda Oriental y el Litoral. Esa desconfianza se alimentaba también por el apoyo que Güemes tenía con los federales que operaban en Salta, entre ellos Pablo Latorre y los hermanos Moldes. La negativa de devolver los fusiles tomados en Jujuy en abril de 1815, su designación como gobernador por el Cabildo y la creación de la División Infernal de Gauchos de Línea, en ese mismo año, fueron actos de clara autonomía en relación con Buenos Aires. Su desafío al enfrentar a Rondeau a comienzos de 1816 despertó, entre los diputados de Mendoza y Buenos Aires, las mayores desconfianzas, y no dudaron en considerarlo otro Artigas. Posteriormente, finalizado el enfrentamiento con Rondeau, al sumarse al proyecto militar de San Martín se alineó políticamente con Buenos Aires, durante el directorio de Juan Martín de Pueyrredón, y juró como ya dijéramos la Constitución de 1819, de neta orientación centralista. En síntesis, su relación con Buenos Aires varió según las circunstancias de la guerra. En 1815 buscó concentrar poder con la finalidad de poder llevar adelante la guerra de recursos que impediría a las fuerzas realistas llegar hasta Tucumán. Para lograrlo obtuvo el apoyo de los federales en Salta en 1815. Fortalecido política y militarmente brindó su apoyo a la estrategia sanmartiniana junto con Pueyrredón. Tal como dije inicialmente, no creo posible trazar un posicionamiento político lineal, como tampoco lo tuvieron otros dirigentes de su época, entre ellos Bernardo de Monteagudo o Mariano Moreno, e incluso el mismo Belgrano.

¿Puede ser considerado un caudillo, con lo que esa palabra connota en nuestro país?
Obviamente si nos atenemos a la definición del termino caudillo como aquel jefe o líder militar o político que tiene autoridad sobre un conjunto importante de personas Martín Miguel de Güemes lo fue. Sin embargo, no podemos obviar su connotación despectiva, ya que así llamaban las autoridades y militares realistas a los jefes revolucionarios, en tanto jefes o cabecillas que ejercían para ellos un poder ilegítimo, de esta manera fueron caudillos San Martín, Belgrano, Arenales, Bolívar y tantos otros, al igual que los jefes de la insurgencia altoperuana Luis Miguel Lanza o Asencio Padilla. Por otra parte, la denominación de caudillo adquirió, en el transcurso del siglo XIX, una fuerte connotación política asociada a quienes tenían apoyo popular y, en el caso del Río de la Plata, se opusieron al poder centralizado en Buenos Aires. Fueron caracterizados representantes de la barbarie y tiranos agentes de la anarquía. Desde esta última acepción no podemos considerarlo caudillo, a pesar de que contó con apoyo popular materializado en las milicias gauchas, porque no se encontraba en oposición a Buenos Aires, era oficial del Ejército Auxiliar del Perú, es decir del ejército organizado por Buenos Aires, y no participó de las guerras civiles que azotaron a las provincias del interior a partir de la década del año 20, a quienes la elite dirigente porteña responsabilizó de obstruir la organización nacional. 

¿Quiénes representaron su mayor cimiento político?
Tal como venimos planteando, la base de su poder procedía de los hombres movilizados y a partir de 1816 contó con el apoyo de Juan Martín de Pueyrredón en Buenos Aires y de Manuel Belgrano en Tucumán, que le brindaron apoyo político y militar.

Sus colaboradores militares más cercanos, ¿eran gauchos o soldados de carrera? 
Sus colaboradores más cercanos fueron variando en el tiempo, pero en general ninguno de ellos era militar de carrera. 
 Algunos fueron oficiales del Ejército Auxiliar, lo cual no significa que fueran militares de carrera. Tampoco Belgrano lo era. No todos eran naturales de Salta, tales los caso de Francisco de Uriondo o José Luis Lanza, chileno el primero y altoperuano el segundo. Algunos fueron propietarios importantes como José Ignacio y José Francisco Gorriti. Finalmente no podemos olvidar a Jorge Vidt, de origen francés, quien desde 1817 colaboró estrechamente con Güemes, convirtiéndose en uno de sus hombres de mayor confianza. 

¿Cómo describiría a lo que sus detractores denominaron “la gavilla”?
La “gavilla” fue para sus opositores políticos esos jefes locales de variada condición social y étnica y que merced a la guerra contaban con una cuota de poder y con la confianza de Güemes. La elite salto-jujeña los responsabilizaban de los “excesos” que suponía la introducción en sus tierras sin autorización alguna, el robo de ganado y otros atentados a la propiedad. También los acusaban de fomentar la indisciplina social. 
La historia ha consagrado a Güemes como un patriota y. como tal, unifica las opiniones. En su tiempo, y también después, algunos sectores de la elite lo combatieron. 

¿Cuáles fueron las mayores discrepancias políticas entre los salteños de aquellos años?
Las discrepancias políticas en el ámbito local se inscribían en las tensiones políticas que se agitaban también en otras provincias y en Buenos Aires. Una de las más importantes se relacionaba con quienes sostenían el centralismo porteño y quienes adherían a un sistema federal resguardando las autonomías provinciales. En ese entramado político se inscribe la oposición política a Güemes. Contó en 1814 y 1815 con el apoyo de la facción federal que se distanció de él cuando se alineó con Buenos Aires en 1816. De cualquier modo los “porteños”, como llamaban a quienes consideraban importante la centralización del poder en Buenos Aires, no se reconciliaron con Güemes y continuaron desconfiando de él. Incrementaba esta oposición a su gobierno el temor a la movilización que sostenía al gobernador y alteraba el orden social y las constantes contribuciones y préstamos que requería para sostener la guerra. Esa oposición a su gobierno culminó con un intento frustrado del cabildo de Salta de destituirlo el 24 de mayo de 1821. Dos semanas después una conspiración hizo posible el ingreso de una partida realista a la ciudad de Salta que lo sorprendió e hirió de muerte. Participaron de esta conspiración con Pedro Antonio de Olañeta, jefe del Ejército Real en el Alto Perú, miembros de la elite opositora y algunos jefes de sus milicias.

¿Cuáles son las diferencias entre federación y confederación en la construcción política de esa época?

En realidad, ambos términos fueron utilizados indistintamente, aun cuando confederación remitía a la organización política de los Estados Unidos. El federalismo, es decir el reconocimiento de la autonomía de los pueblos, es una manifestación de la retroversión de la soberanía presente en la tradición política española, que diera lugar a la forma de juntas de gobierno cuando Napoleón tomó prisionero a Fernando VII. Solo a partir de ella podemos comprender la fragmentación de las gobernaciones e intendencias virreinales que dieron origen a las provincias argentinas en la década de 1820. En la construcción política de la época se la asoció con el republicanismo. 

La tradición escolar tiende a hablar de los criollos buenos y los españoles malos. ¿Era la nacionalidad o la visión de lo que en ese momento era la relación con España lo que generaba esos contrastes?
Las tradiciones escolares recogen la representación que del enemigo se construyó en el proceso mismo de la revolución y la guerra. Es una representación binaria y simplificadora que responde a una lógica que entonces y ahora favorece la disputa política. Oculta además las deserciones constantes en uno y otro ejército y las diferencias políticas en la dirigencia revolucionaria que fluctuaron entre la independencia y la autonomía en relación con España.
Una pregunta con cierto acento personal. Muchas veces se dice que “la historia es maestra de la vida”. Creo lo mismo, pero a condición de que hablemos de historia en el sentido estricto de la palabra, y de que tengamos presente que la historia nunca se repite. ¿Cuál es su experiencia al respecto como investigadora y educadora?
Me atrevo a disentir. Considero que la historia no es maestra de la vida, que cada coyuntura histórica es única e inédita y las respuestas que las sociedades dan a la misma dependen de las opciones posibles en el contexto de condicionamientos inherentes a ese momento. Las experiencias del pasado dan lugar, sin dudas, a variadas interpretaciones válidas en la medida que respondan a diferentes conceptualizaciones teóricas, que por otra parte se inscriben en diferentes agendas historiográficas y temporales. Lamentablemente, en ocasiones esas interpretaciones están orientadas ideológicamente y dan cuenta del uso político que se hace del pasado. La historia o el conocimiento histórico deben permitir comprender mejor los problemas presentes, incentivando la capacidad de preguntar y buscar respuestas a los mismos. 
 

 

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