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Salta despide a un genio solidario

Falleció ayer Jorge Heit, el ingeniero que construyó la cámara hiperbárica del hospital Oñativia y llevó luz con una microturbina a la comunidad originaria de Los Naranjos, en plena selva oranense.
Lunes, 12 de julio de 2021 02:30

Hay personas que dejan huellas perdurables en este mundo. Por eso, aunque la partida de Jorge Heit dejó ayer a muchos rincones de Salta caídos en honda pena, su legado solidario seguirá repartiendo alegrías en muchos lugares donde sus inventos hicieron la vida más llevadera e invitan a las nuevas generaciones a perseguir grandes sueños.

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Hay personas que dejan huellas perdurables en este mundo. Por eso, aunque la partida de Jorge Heit dejó ayer a muchos rincones de Salta caídos en honda pena, su legado solidario seguirá repartiendo alegrías en muchos lugares donde sus inventos hicieron la vida más llevadera e invitan a las nuevas generaciones a perseguir grandes sueños.

Don Jorge, como era llamado con respeto, tenía 81 años. Nacido en Entre Ríos, ingeniero de profesión, se radicó desde mediados de los años 60 en la capital salteña, donde convirtió al taller metalúrgico Santa Anita en una planta líder de la fabricación de microturbinas eléctricas en el país. A la par, se desempeñó como docente en la ex-ENET N§ 2 entre 1967 y 2006.

Heit es considerado un prócer en Los Naranjos, donde 113 familias de una de las comunidades kollas que habitan en las selvas oranenses del Alto Bermejo cuentan con electricidad en sus casas, el destacamento policial, el puesto de salud y la escuela albergue, gracias a una pequeña turbina hidráulica que él fabricó en el taller de la avenida Delgadillo al 800 y les instaló en agosto de 2007.

El microgenerador, que se alimenta con las aguas de una acequia y rompió marcas de operación sin fallas ni averías, también dotó al pueblo de alumbrado público, sin costos ni impactos en el ambiente.

El 4 de julio de 2014, Cristian Fernández, un joven que lo acompañó en sus iniciativas solidarias, le contó sobre los asombrosos beneficios que, como jugador de rugby, había visto en Nueva Zelanda con las terapias de oxígeno. El inquieto inventor se propuso entonces construir una cámara hiperbárica para donarla a un hospital público. El desarrollo, que insumió tres años de recursos y esfuerzos silenciosos, es hoy un orgullo tecnológico del Ministerio de Salud de Salta en el hospital Arturo Oñativia.

Heit se destacó no solo por su notable inventiva y compromiso social, sino también por su capacidad para motivar a los 16 operarios calificados que lo ayudaron a atravesar tormentas en el taller y a quienes acudían a él en busca de alguna solución o consejo técnico. En las pizarras de la planta metalúrgica, junto a cálculos y líneas de diseño, escribió una frase memorable: "No todo nos sale bien". Esa fue su forma de invitar a todos a soñar y crear sin miedo a los errores que puedan cometerse, porque de ellos también se aprende.

En septiembre de 2018, con la cámara hiperbárica terminada y en funcionamiento, pero con las aprobaciones demoradas en oficinas burocráticas, Heit mostró su costado más sensible. "La cámara hiperbárica está funcionado, pero todavía no cura a nadie", se lamentó ante periodistas de este diario. "Yo trato de que las cosas que hago sean útiles. Nunca hice plata, pero tengo la alegría de hacer lo que me gusta, y siento que no he desperdiciado mi vida", remarcó entonces.

Ayer, desde la comunidad originaria a la que dio luz en plena selva oranense, llegó a esta redacción un sentido mensaje de despedida al genio solidario: "Un día contestaste a nuestro llamado y nos diste el método para que midamos el agua del río. Un 1 de agosto llegaste a Los Naranjos con un montón de hierros pesados convertidos en una turbina. Nosotros todavía nos iluminábamos con mecheros y velas, pero a partir de ese día nació nuestra esperanza de que nuestras casas se iluminarían. De la mano de tu rigidez y exigencia seguimos al pie de la letra tus indicaciones, hasta que llegó el momento en que dijeras levanten la llave. Y llegó el día de la inauguración, todos con el corazón en la mano rogando que funcionará la turbina, y como si fuera ayer lo recordamos. Dijiste acá vamos y se encendieron las luces y a partir de ese 5 de agosto de 2007 cambió nuestra vida para siempre y hoy no podemos vivir sin esa turbina. Ingeniero Heit, usted le dio un salto cualitativo a la vida de cada uno de los naranjeños, por eso cada uno de los que vivimos y disfrutamos de su luz les estamos eternamente agradecidos por lo que con toda su pasión nos dejó, la luz. Seguramente nuestra Pachamama le estará agradecida por construir energía sana y lo cobijará. Descanse en paz, hasta que en la próxima primavera vuelva a florecer . Gracias, gracias y eternamente gracias".

Un homenaje sincero y justo para un hombre que con su talento sembró esperanzas y dejó un ejemplar mensaje para las presentes y futuras generaciones.

 

 

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