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De un pequeño taller de Moldes, a las vidrieras de Washington DC

Miguel Justiniano es un joven artesano de un paraje rural, que hizo conocer sus productos en internet. Hoy, recibe pedidos de todo el país y del exterior. 
Miércoles, 28 de julio de 2021 11:11

Como le sucedió a miles de argentinos, la pandemia echó por tierra el trabajo de Miguel Justiniano (34), artesano de la zona rural de Coronel Moldes
Debido a las restricciones del confinamiento impuesto para evitar la propagación del virus, a principios del año pasado quedó paralizada su producción de portarretratos de alpaca. “Vendía mis artesanías a un intermediario de Buenos Aires, pero a causa del Covid 19 no se podían realizar envíos y tuve que parar con mi trabajo”, relató Justiniano a El Tribuno. Fueron momentos muy duros, ya que significó la pérdida de su principal fuente de ingresos. 
Al poco tiempo, un vecino de la zona le encargó un mate y fue así, que con esa primera pieza le surgió la idea de fabricar estos recipientes, pero con un valor agregado: la personalización. De esta manera, comenzaron a andar de nuevo las máquinas, martillos, cinceles, sopletes y pinzas en su pequeño taller, ubicado en el paraje Finca Piedra Morada, a 1 kilómetro del pueblo.      

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Como le sucedió a miles de argentinos, la pandemia echó por tierra el trabajo de Miguel Justiniano (34), artesano de la zona rural de Coronel Moldes
Debido a las restricciones del confinamiento impuesto para evitar la propagación del virus, a principios del año pasado quedó paralizada su producción de portarretratos de alpaca. “Vendía mis artesanías a un intermediario de Buenos Aires, pero a causa del Covid 19 no se podían realizar envíos y tuve que parar con mi trabajo”, relató Justiniano a El Tribuno. Fueron momentos muy duros, ya que significó la pérdida de su principal fuente de ingresos. 
Al poco tiempo, un vecino de la zona le encargó un mate y fue así, que con esa primera pieza le surgió la idea de fabricar estos recipientes, pero con un valor agregado: la personalización. De esta manera, comenzaron a andar de nuevo las máquinas, martillos, cinceles, sopletes y pinzas en su pequeño taller, ubicado en el paraje Finca Piedra Morada, a 1 kilómetro del pueblo.      

 

 

Se trata de mates de algarrobo, una madera noble y resistente. “El revestimiento lo trabajo forjando alpaca y bronce, a los que moldeo diversos motivos con relieve. También les realizo aplicaciones de asta y madera. La gente me pide que le grabe sus nombres, frases, dibujos especiales, escudos, etc. De acuerdo a la complejidad del mate, los precios varían entre 1.600 y 3.000 pesos”, explicó Miguel.

 

La artesanía fue una ocupación diaria para Justiniano desde su adolescencia, cuando por esas casualidades de la vida llegó una máquina pulidora a su casa, de la mano de su papá y de un tío. A partir de entonces, Miguel y su hermano Claudio dieron rienda suelta a la creatividad. 

 

Las nuevas modalidades de comercialización que impuso el coronavirus llevaron a que el artesano de Coronel Moldes armara una página en Facebook, a la que llamó “Guanaquito Moldes”. Y como por arte de magia, comenzaron a llegarle pedidos de todo el país y del extranjero. 
Hoy los mates diseñados por Miguel, quien además de artesano es analista de sistemas, llegan a Salta Capital, Buenos Aires, Santa Cruz, Río Negro, Córdoba, entre otras provincias, y a varias ciudades de los Estados Unidos. En una vidriera cercana a la Casa Blanca, puede apreciarse una colección de los mates salteños.
“La calidad sorprende a los argentinos que llegan a Malbec Boutique, un restaurante en el corazón de Washington DC, especializado en comidas y vinos argentinos, donde se exponen los mates de Miguel”, contó Carmen a El Tribuno, una salvadoreña que vive en EE.UU.

 

“Cuando usted da un sorbo de su mate mientras lee o mientras comparte con la familia y amigos, no imagina hasta que parte del mundo llega un mate para llenar el corazón”, expresó. 

 

El mate es una artesanía valorada por los extranjeros como artículo exótico, pero que fundamentalmente arranca añoranzas a los argentinos en el exterior. Por su calidad, los trabajos de Miguel llegaron a Malbec Boutique, un restaurante situado en el centro Washington DC, especializado en comidas y vinos argentinos.
 

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